Carlos Federico Valverde BravoElecciones sin ideas nuevas, campañas con peleas, Segip, crecimiento económico menor, inflación real mayor, Nina, cumbre agropecuaria… la verdad es que hay muchos temas sobre los cuales escribir, pero me quedo con la cínica posición de Angélica Zapata, presidenta del Concejo Municipal capitalino, que manifestó su ‘indignación’ porque se encontró en una de las tantas ‘rocolas’ que funcionan en esta ciudad a un profesor ‘libando’ tragos con sus estudiantes.Lógicamente que a todos nos debiera dar lo mismo si esta situación ocurre en un local de primera categoría, en una casa particular o en el monte; el hecho es el mismo y el profesor debe ser sancionado como corresponde; sin embargo, que la presidenta del Concejo se muestre alarmada por la proliferación de rocolas o bares es, cuando menos, un acto de cinismo porque los mismos funcionan o con autorización de la Alcaldía o con la anuencia de funcionarios ediles que saben muy bien todo lo malo que pasa en la ciudad, pero no hacen nada para evitarlo. Probablemente alguien argumentará que la presidenta del Concejo no trabaja en el poder ejecutivo del gobierno municipal y, por tanto, no tendría responsabilidad directa sobre la cantidad de bares (rocolas), tugurios y prostíbulos encubiertos donde ‘trabajan’ menores de edad (ejerciendo la prostitución o atendiendo a los habitúes), pero no podemos olvidar que ella preside el primer poder del gobierno edil y que, lo que pase o deje de pasar, es responsabilidad directa del Concejo por no pedir informes acerca de por qué ocurren estas situaciones. Como ciudadanos, no nos sirve la indignación de la autoridad, cuando es la falta de acción la que daña a la ciudad y genera anomia y violencia.En la dirección por la que alguien se encamine, por el rumbo que se tome, en el anillo o radial por el que se transite, en el centro o en la periferia, los locales de expendio de bebidas alcohólicas (en algunos casos de venta de droga al raleo), las licorerías, con esa especie de ‘promotores’ que recogen el pedido para entregarlo sin bajar siquiera del vehículo, esperan abiertos, a la hora que sea; ello solo es posible porque en Santa Cruz es muy fácil violar la norma porque la autoridad municipal es cómplice por acción o por falta de ella.El Deber – Santa Cruz