Fernando MiresLa mayoría de las autocracias del mundo no desean ser visitadas por personalidades críticas. Pero en tanto firmantes de convenciones internacionales no tienen más alternativa que dejarlas entrar, no sin antes poner todo tipo de inconvenientes.Durante el periodo de la Guerra Fría no dejar entrar a políticos sin invitación oficial era regla y no excepción. Ésa es la razón por la cual en círculos políticos occidentales la negativa del Gobierno de Putin a permitir la entrada de algunos políticos y militares europeos ha causado gran indignación. Más grande todavía si se suma el hecho de que Putin ha confeccionado una “lista negra” enviada a diversas embajadas en Bruselas, con nombres de políticos –algunos de alto rango como el presidente de la unidad parlamentaria CDU/CSU alemana Michael Fuchs — y expertos militares.La mayoría de los censurados ha emitido opiniones en contra de la invasión a Crimea. Otros sólo han ejercido su derecho a la crítica frente a las violaciones a los derechos humanos cometidas en Rusia. Están también los “sancionados” por emitir opiniones que no son del gusto del autócrata ruso.En general a todo político que haya exigido alguna vez que a las sanciones de la UE sea agregada la de despojar a Rusia del mundial de fútbol de 2018 –una “generosa donación” de la FIFA– le será prohibida la entrada. Se esperan nuevos nombres en la lista. Ya los hay de todos los partidos, desde socialcristianos, pasando por socialdemócratas y liberales, hasta militantes de los “Verdes”. En la lista –interesante– no figura ningún miembro de la ultraderecha europea.Desde el punto de vista formal, la extremista reacción rusa ha sido interpretada como respuesta a las sanciones impuestas por la UE. Pero hay, evidentemente, algo más. Al parecer Putin no sólo intenta restaurar el poderío de la “Antigua Rusia”, sino también las tensiones que en el pasado mantuvo esta con Europa. Ello cumple evidentemente un rol en la política interna. Gracias a la nueva tensión, Putin intentará estrechar aún más el espacio político de su país. Así, cada vez que algún opositor levante su voz, será acusado de colaborar con el “enemigo”.El hecho de que todos los miembros de la lista sean representantes de la democracia liberal no deja de ser significante. Sin caer en suspicacias parece obvio que Putin intenta alejarse cada vez más del formato político democrático y erigirse como representante de un modelo de dominación autoritaria que rinda tributo a los valores patrios, a la religión, al “alma nacional” y a la virilidad amenazada por la “Europa decadente”.La amistad que une a Putin con los gobernantes y partidos más ultraderechistas de Europa muestra de qué manera se encuentra interesado en formar un bloque anti-occidental, una suerte de “internacional de dictaduras y autocracias”, bastarda sucesora de la Internacional Comunista. Percibiendo esa amenaza, el parlamentario “verde” en la UE, Daniel Cohn-Bendit, declaró sentirse honrado cuando “un sistema político totalitario como el de Rusia me estigmatiza como enemigo”. Exageró un poco. Rusia no posee todavía un sistema totalitario, aunque sí, avanza en esa dirección.El proyecto Putin cuenta con admiradores en América Latina, sobre todo en las naciones de la ALBA. No extrañará entonces si un día, un tal Nicolás Maduro, imitando al “hermano mayor”, extienda una lista prohibiendo la entrada de personalidades internacionales a su país. El intento de declarar a Felipe González como persona non grata fue, de por sí, un antecedente muy putinesco.Los Tiempos – Cochabamba