Durante el vuelo entre Roma y Quito, el pontífice conversó amenamente con los corresponsales internacionales. El pontífice resaltó la labor de la prensa para la cobertura de este recorrido por la región
En los pasillos del avión el papa Francisco volvió a mostrar ayer su carácter cercano y con los 75 periodistas que le acompañan en este regreso a América Latina. AFP
Cecilia Dorado Nava
ENVIADA ESPECIAL – EL DEBER
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La emoción no cabía en el avión. El papa Francisco, que minutos antes había desayunado a bordo, recorría lentamente el pasillo izquierdo del avión saludando uno a uno a los periodistas.
Se tomaba el tiempo necesario para escuchar y recibir algunos presentes que le llevaron.
A medida que se iba acercando, la ansiedad era mayor. Me había ubicado en el penúltimo asiento de la aeronave, el 41 J, justo en el pasillo, lugar recomendado por otros periodistas que acostumbran a viajar con el papa para poder tener un acceso más directo.
Una vez terminó de recorrer el primer pasillo, cruzó uno de los compartimientos y dio la vuelta para ingresar desde atrás hacia adelante al otro pasillo del avión. De pronto lo tuve en frente, era el momento tan esperado.
En medio del nerviosismo, escuché que a mi derecha Matteo Bruni, responsable de los periodistas internacionales de la Sala de Prensa de la Santa Sede, se dirigió al papa y dijo: “Santo padre, ella es Cecilia Dorado, periodista de EL DEBER, de Bolivia”.
En un momento muy emotivo, el papa sonrió y extendió su mano para estrecharla con la mía.
Fue entonces que saqué la cruz misional que había llevado desde Santa Cruz, elaborada por las manos maestras del artesano Miguel Supayabe Parapaíno (63). Se la entregué mientras le explicaba que es una réplica de las 40 que él bendecirá en tierra cruceña, como símbolo del V Congreso Americano Misionero que se realizará en 2018 en Santa Cruz. El papa sonrió nuevamente, la contempló y la besó mientras cerraba los ojos. Fueron instantes eternos.
La promesa de la selfie
Antes de que continúe su paso saludando a otros periodistas, y en medio de la incertidumbre de que si accedería o no, le pedí que se tomara una selfie, aquella que muchos bolivianos me habían pedido.
Y él sonriendo dijo: “Las selfies son cosas de los chicos de 20 años”. Y al instante respondí: “Entonces quiero llevar esta selfie a los chicos bolivianos”. Y sin pensarla dos veces accedió posando ante las cámaras de EL DEBER. Fueron cuatro tomas que quedarán grabadas en la historia.
Luego, el pontífice, vestido con su habitual traje y mitra blancos, volvió a estrechar mi mano para despedirse y siguió su paso en medio de periodistas, camarógrafos y fotógrafos. A pocos metros, se encontró con José Levy, corresponsal de CNN en Español, quien se puso a conversar con el santo padre durante casi un minuto.
“Solo lo saludaba, a él le interesa siempre lo que pasa en Medio Oriente”, comentó en una charla informal. Levy reside en Jerusalén y es el corresponsal principal en esa región.
Otros periodistas como la boliviana Priscilla Quiroga, de Cadena A, le obsequió al papa dibujos que los niños del colegio José Ignacio de Loyola de La Paz habían hecho sobre él. También le entregó chocolates tradicionales de Sucre con la imagen del sumo pontífice.
Valentina Alazraki, corresponsal de Televisa en Roma, se le acercó al papa y le recomendó que se cuide, que no se agite mucho, en alusión principalmente a su pronta visita a El Alto de La Paz.
Otros les entregaron cartas, le mostraron fotografías en un celular de sus familiares para que los bendiga y hubo quienes, acostumbrados a viajar con frecuencia en los vuelos papales, simplemente lo saludaron o se tomaron una foto con él.
Elissabeta Piqué, una periodista de La Nación de Argentina, se declaró “la sombra del papa” y es que se ha convertido en una de las biógrafas más reconocidas del líder de la Iglesia católica en el mundo.
“Les deseo un buen viaje, gracias por el trabajo que vayan a hacer, que es muy exigente y que puede hacer mucho bien a las noticias que sucedan en el viaje”, había dicho el papa ante un micrófono al inicio de este saludo a los 75 periodistas de diversos países y lenguas que lo acompañan.
Según el padre Federico Lombardi, vocero oficial del Vaticano, las solicitudes de medios fueron más de 100, pero el límite de cupos los obligó a hacer una selección “a veces muy severa”. El arribo a Ecuador fue a las 14:43.