Cuando se lidera un equipo, hay actitudes comunes en las que podemos caer y que al final nos alejan de un resultado exitoso.
La mayoría de los líderes consolidan su posición marcando una gran diferencia dentro de su grupo profesional, pero a veces un esfuerzo exagerado por alcanzar esa presencia puede desviar el correcto desarrollo den un buen liderazgo.
Podemos resumir esos errores en tres aspectos centrales:
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Necesidad de ser “querido”:
No hay nada de malo con ser agradable con la gente con que trabajas. Y en el momento en que debas liderar cualquier grupo, bien sea en un negocio, un departamento o dentro de un proyecto, lo más conveniente es trabajar con personas que te agraden y que tú les agrades. El afecto y el respeto mutuo son contribuciones poderosas para una sana relación de trabajo.
Pero cuando el líder se vuelve “adicto” a recibir muestras de afecto, respeto o cualquier otro sentimiento de recompensa, las cosas no van por buen camino. En ese punto, el procesamiento de la información, la toma de decisiones y las comunicaciones pierden claridad y precisión.
¿Cómo saber cuándo se está transgrediendo el límite?
Con autocrítica. Observa la manera en que te relaciones con los miembros menos extrovertidos o sentimentales (pero no por eso menos eficientes) de tu equipo de trabajo, con los que menos tienes una relación de amistad. Si tu trato con ellos es distinto, ya sea porque los ignoras por completo o porque demandas excesivamente su atención, entonces es hora de que cambies tu actitud.
Necesidad de ser el más inteligente del grupo
Un líder conduce. Un líder hace las cosas bien la mayoría de las veces. Un líder aprende en la medida en que guía y aconseja a otro. Ve cosas que otros no ven. Los empuja a ir a lugares que de otra manera nunca habrían ido.
Todo esto es cierto, hasta un punto. Porque todas esas características no ocurren al mismo tiempo, y muchas ellas pueden no estar presentes en un gran líder durante un periodo largo de tiempo.
Un líder, por lo tanto, no puede pasar horas y horas hablando de lo “grandes” y “sabios” que son, narrando anécdotas pasadas de cómo llegaron a ser tan ejemplares en su carrera profesional.
Esto es un error muy común en los equipos de trabajo. La actitud sin modestia e irreparablemente “sobrada” (ególatra) sólo trae descontento y retrasos innecesarios (ese tipo de personas que hace una pregunta al aire que sólo ellos pueden responder correctamente).
Como en el caso de los profesores, parte del trabajo de un líder no es solo enseñar, también es aprender de su equipo. Escucharlos.
¿Cómo saber que sufres de este problema? Sencillo: si estás convencido de que eres la persona más inteligente del grupo o, incluso, de toda la oficina, probablemente eres también el menos querido.
Y si en verdad eres el más inteligente, entonces estás en el sitio equivocado.
Estar siempre “ausente”
Sí, estás ocupado. Sí, eres el jefe, así que tienes el privilegio de levantarte e irte de una reunión tediosa. Seguramente tienes infinitas notificaciones de mensajes en tu Smartphone y un número irrisorio de correos por leer en tu bandeja de entrada, y siguen llegando nuevos cada 45 segundos.
Pero no debes olvidar algo: tu presencia siempre es vital donde esté tu equipo de trabajo. Y eso es lo que ellos más necesitan: tu atención, tanto operativa, como emocional e intelectual. No puedes tener siempre los “minutos contados” cuando un miembro de tu equipo necesite hablar contigo.
Con información de Inc.com
Fuente: untiposerio.com