Juan Francisco Gonzales Urgel
Lo afirmó -sin ruborizarse- el Ministro de Economía y Finanzas del Estado Plurinacional, Luis Arce Catacora: el modelo económico boliviano “se basa en la demanda interna…con mayor consumo y mayor inversión”.
Más de un economista habrá calculado que estábamos frente a un crecimiento del aparato productivo nacional, habida cuenta precisamente de mayores inversiones en bienes de capital. De otra manera ¿cómo mantener a raya la inflación de precios con una oferta estancada?
Con los precios de las materias primas, minerales y productos del agro en franca decadencia, era de esperar que los diez años de bonanza pasadas hubieran servido para incrementar la capacidad productiva, generar mayores fuentes de empleo y acelerar los procesos de industrialización preparando la economía nacional para afrontar los tiempos difíciles, y los efectos colaterales del frenazo de los PIB’s de la región.
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Sin embargo, vistas las cosas más allá de la sonrisita socarrona con la que acompaña sus discursos, lo que el Ministro Arce llama “mayor inversión” no es otra cosa que el incremento de la burocracia estatal y del gasto fiscal destinados a las empresas estratégicas del Estado; y el gasto sin control en satélites, palacios gubernativos, centrales nucleares, y trenes y teleféricos a fondo perdido.
¿Y el “mayor consumo” que dinamiza nuestra economía?
El mercado se encuentra abarrotado de mercadería ingresada de forma ilegal, evadiendo impuestos por importación. Es comercializada por un contingente informal que ocupa el 70% del comercio, y que carece de obligaciones impositivas, contractuales y laborales. Muchos artículos ya vienen abaratados por las devaluaciones de sus países de procedencia. A esto se suma la cada vez mayor presencia del dinero del narcotráfico que utiliza la informalidad para “lavar” sus flujos financieros.
El Ministro sabe que los costos de esta política de “precios bajos” la tendrá que pagar la producción nacional con desinversión. Ya la CAO advirtió que al menos 8 sectores del agro no podrán pagar el doble aguinaldo. Al gobierno no le importa si con ello peligran las pocas fuentes de trabajo estable y formal, y la seguridad alimentaria del país.
Idos los años de las vacas gordas nos quedamos con una deuda externa de más de 6.000 millones de dólares; una deuda interna que el gobierno se empeña en ocultar; un aparato productivo sin aliento ni capacidad para reinvertir, y el mercado invadido por las finanzas del narcotráfico.
Todo es culpa del capitalismo, tan estúpido como para no comprender los objetivos del “proceso de cambio”.
Por eso debemos reelegir de por vida a quien osó enfrentarlo ¿verdad?