El triunfo de Mauricio Macri en el balotaje argentino, con una holgada diferencia de 7 puntos sobre el oficialista Daniel Scioli, es visto como una señal esperanzadora de cambio en América Latina, un “comienzo del fin” de la ola neo-populista que degradó democracias y despilfarró bonanzas en los últimos años.Probablemente, esta victoria de las fuerzas republicanas será seguida por otra de la oposición venezolana, en las elecciones parlamentarias del próximo 6 de diciembre.En ambos casos, quedará planteada una suerte de “cohabitación” entre un Poder Ejecutivo y un Legislativo de colores políticos distintos, lo que supondrá desafíos significativos en materia de gobernabilidad y concertación.En Argentina, el kirchnerismo retendrá el control del Senado, mientras que en la Cámara de Diputados la alianza Cambiemos que postuló a Macri tendrá que construir mayorías en acuerdo con otros sectores, sobre todo con el liderado por Sergio Massa.Un punto a favor de Macri en este escenario complejo es su antecedente como jefe de gobierno de la ciudad de Buenos Aires, donde hizo una gestión conciliadora y tejió consensos con otras fuerzas políticas.También puede terminar jugando a su favor la tradicional deslealtad peronista, que llevaría a muchos parlamentarios del Frente para la Victoria -aquellos que responden a gobernadores e intendentes y no a La Cámpora- a ponerse del lado del vencedor, olvidando el liderazgo de Cristina Fernández.En Venezuela, una Asamblea Nacional en manos de la oposición tendría enfrente al gobierno de Nicolás Maduro, a quien podrá poner freno mientras se busca negociar una transición democrática.Todo dependerá de la contundencia de la victoria opositora: una mayoría absoluta le granjearía automáticamente la presidencia de la AN, mientras que una mayoría simple aún le daría márgenes de acción importantes al chavismo, que podría buscar acuerdos con partidos menores…[email protected]