Cuando el populismo pierde


Marcelo-Ostria-Trigo1Marcelo Ostria TrigoLos autócratas suelen tener reacciones insólitas ante las derrotas. En las elecciones parlamentarias del 6 de diciembre en Venezuela, la oposición obtuvo un triunfo aplastante y, ese mismo día, el presidente Nicolás Maduro admitió el revés electoral. Pareció, entonces, que ese reconocimiento podía ser el inicio de un cambio de actitud, es decir, el abandono de la prepotencia populista. Sin embargo, esto no duró mucho.Maduro anunció reformas y, a tiempo de pedir la renuncia de sus ministros, retomó la amenaza: “A cada medida que tome la Asamblea le tendremos una reacción constitucional, revolucionaria y, sobre todo, socialista”. Una de ellas es que vetará la anunciada ley de amnistía que la mayoría opositora se propone aprobar para liberar a 70 presos políticos.Con el mismo estilo de confrontación, el mandatario arremetió contra los chavistas que lo habrían traicionado, pues muchos –se dijo– votaron por los candidatos de la opositora Mesa de Unidad Democrática (MUD). Maduro dijo que esa traición se produjo pese a lo que él les había dado –está claro con el dinero del pueblo, no con el suyo– obras y regalos: “Ustedes –los chavistas– votaron contra ustedes mismos”; “yo quería construir 500.000 viviendas el próximo año, entregar 100.000 taxis comprados a China, pero ahora tengo dudas de que lo pueda hacer con una Asamblea dominada por el fascismo…”. O sea que hay que agradecer a un régimen que invierte, como es su obligación, en proyectos públicos, e ignorar sus yerros, la mala administración, la carestía, la prepotencia y la corrupción. Vaya disparate. Está visto que los autócratas tratan de presentar como regalos personales las obras que realiza el Estado. Y, cuando algo les sale mal –como las elecciones parlamentarias venezolanas–, muestran los dientes y amenazan: no más obras ni beneficios en las áreas donde perdieron.Y cuando deben abandonar el poder por la fuerza del voto, como en Argentina, surge el resentimiento y la amargura, que impulsan a la maniobra, la diatriba y las acusaciones. Resentida, la presidenta saliente, Cristina Fernández de Kirchner, promovió antes de la toma de posesión de su sucesor, Mauricio Macri, un clima de confrontación que, por fortuna, no llevó a la violencia, pese a que terminó con un agresivo discurso, mientras sus partidarios repetían estribillos provocadores y amenazantes. Todo esto muestra que los populistas solo aceptan sus triunfos electorales y reaccionan mal cuando pierden el favor de la ciudadanía.El Deber – Santa Cruz