Lupe CajíasAl parecer no existen voces serenas y realmente autocríticas dentro del Movimiento Al Socialismo y dentro del Gobierno para explicar la derrota del domingo 21 de febrero, a pesar del gran despliegue del aparato estatal, la participación de los ministros como jefes de campaña en cada departamento y el involucramiento cotidiano del propio presidente Evo Morales para lograr el apoyo ciudadano a su repostulación.No se escuchan reflexiones sobre el rol que cumplió el vicepresidente Álvaro García Linera, primero al incluirse en la consulta; después con declaraciones estrambóticas; y, finalmente, con su biografía malograda.Hugo Moldiz perdió la calma en medio de la consulta en vez de renunciar a su puesto como reconocimiento de sus equivocaciones; quizá no tenga suficiente formación de estratega en política y en comunicación.Las voces se juntaron para responsabilizar a las redes sociales y a los medios de comunicación por las amplias victorias del No, sobre todo en las ciudades donde en muchos recintos la diferencia fue de 70 a 30.También el ministro de Autonomía (no sé si ello corresponde a sus competencias) ha liderizado la corriente de acusar a Soledad Chapetón de incendiar su centro de trabajo para dañar el proceso electoral. El triste asunto se ha convertido en el más aberrante de los pretextos, olvidándose una vez más de cómo funciona la comunicación de masas y las reacciones de los receptores, aquello que se conoce como efecto boomerang.¿Puede el 5% de los medios de comunicación que el presidente considera aún no amigos volcar un resultado? ¿Son tan poderosos? ¿Tan omnipresentes? ¿Pueden los mensajes de las redes sociales cambiar opiniones?Los estudiosos de la comunicación masiva señalan hace décadas que los medios refuerzan ideas propias de las personas más que modificarlas. Por eso, cada cual escoge escuchar, leer, ver o seguir los mensajes con los que se siente más identificado. Un roquero no es fan de una radio cristiana o un comunista no se apega a CNN.El efecto de las redes es la rapidez, la multiplicación y la gran posibilidad de dar voz a millones de seres que antes eran pasivos consumidores de medios, pero todo ello no transforma un hecho en otro. La credibilidad funciona en este soporte de manera similar al soporte papel o al soporte radio.La victoria de la oposición en Venezuela donde los medios estaban controlados, mostró que la comunicación cara a cara puede ser aún muy poderosa pero que, además, el dato duro influye más que el discurso, pues ninguna mentira se sostiene mucho tiempo. Si no hay carne en el mercado, ninguna propaganda logrará mostrar lo contrario.En los países menos democráticos, ahora muy amigos de Bolivia como China y Rusia, se ensayan fórmulas para controlar las redes como se controló la libertad de comunicación. Ello no ayuda a mejorar las crisis internas y los crecientes problemas de abastecimiento.La reacción enojada y simplista es querer controlar las redes. Lástima. La nube no conoce fronteras y no hay forma alguna de impedir que desde algún lugar del planeta se diga lo que se quiere censurar. Se sabe que las redes desbordan excesos, incluso criminales, aún así es mejor la mayor libertad que el control, aunque sea mínimo.El Deber – Santa Cruz