El autor argentino presenta Los amantes bajo el Danubio, una novela sobre el sentido del honor basada en la historia real de sus abuelos.Laura GaldeanoNo es una novela cualquiera sobre personajes ficticios. Es una parte de su vida, es la historia de sus abuelos paternos. El escritor argentino Federico Andahazi (Buenos aires, 1963) regresa con Los amantes bajo el Danubio (Seix Barral) una historia ambientada en Budapest durante la ocupación nazi que narra la historia real de Bora, un aristocrático pintor y diplomático húngaro, que refugia en el sótano de su casa a su exmujer Hanna y a su actual marido, los dos judíos.»Las hipótesis literarias son muchas veces más efectivas para reconstruir la verdad que la historia. Uno es mucho más honesto cuando miente en una ficción que cuando intenta contar la verdad sin mentir», comenta Andahazi en una entrevista con Libertad Digital.Cuenta Andahazi que la historia se la dieron por etapas. Hijo de padres separados, no conocía de su padre más que un libro de poemas que éste escribió y que se guardaba celosamente en la biblioteca familiar. Pero un día, cuando tenía alrededor de 18 años, reconoció por la calle a ese hombre que había visto en la solapa de ese ejemplar. «El encuentro fue muy fuerte, volví muy conmovido y cuando llegué a casa recuperé su libro. Al abrirlo, cayó el recorte de una noticia sobre Bela Andahazi, mi abuelo, que había sido condecorado junto a Emilie Schindler por salvar la vida de muchos judíos durante la ocupación nazi en Budapest». A partir de aquí, fue tirando del hilo.»La novela no habla de la guerra, habla de la dignidad y de la nobleza», asevera el autor argentino, quien destaca dos escenas bastante significativas: «En un momento dado, el protagonista observa cómo el personal doméstico se disputa una rata y les dice: ‘comer rata no significa convertirse en rata’. Uno no tiene por qué dejar de ser humano en las circunstancias más extremas. La otra es cuando Hanna está encerrada en el sótano y descubre una moldura en la pared. Piensa que ese material no cumple más función que hacer que se sienta un ser humano. Son pequeñas cosas que nos dejan ver que la humanidad pasa por una serie de sutilezas muy pequeñas».Contrario a KirchnerLa novela habla de la división tan enorme que supuso el nazismo en Europa, circunstancia con la que ve similitudes, salvando una gran distancia, matiza, con la separación que se produjo en Argentina con el gobierno de Kirchner. «Esos doce años de gobierno provocaron una ruptura que será muy difícil de reparar. Uno va descubriendo cómo fue funcionando el sistema sutil y perverso de censura, cómo muchos intelectuales fueron cooptados. Néstor Kirchner tenía una frase: ‘Todo el mundo tiene su precio’. A los intelectuales se les compra con muy poca plata, es más, a veces sin plata. Es muy triste ver cómo gran parte de la intelectualidad se entregó por migajas. Afortunadamente, Argentina se salvó por muy poco de caer en el abismo en que cayó Venezuela, pero hacia allá íbamos».Federico Andahazi se ha pronunciado en distintas ocasiones contrario al gobierno de Kirchner. «El kirchnerismo creó la sensación de que la mayoría de los intelectuales eran kirchneristas y eso no es así. La base intelectual del kirchnerismo fueron los lúmpenes de café, que jamás soñaron que iban a conseguir esos cargos públicos. La táctica fue partir la sociedad y decir ‘estás conmigo o contra mí’, pero el debate intelectual es mucho más amplio. Ya no hay dos voces, sino una polifonía y el debate es mucho más amplio», dice el escritor.Argentina, país de inmigrantesPero Argentina, mientras Europa se dividía a causa del nazismo, fue refugio de muchos exiliados europeos. «Argentina significó nacer de nuevo para muchos europeos. Decía Octavio Paz que así como los mexicanos desciende de los aztecas y los peruanos de los incas, los argentinos descienden de los barcos. Y es cierto. Significó mucho para los inmigrantes y mucho para el país. Argentina pudo ser un gran país gracias a los inmigrantes y no lo fue por culpa de los argentinos. Es un país difícil», destaca Federico Andahazi.El escritor argentino, premio Planeta en 2006 con El conquistador, asegura que Los amantes bajo el Danubio supone «un legado» para sus hijos. El libro dice en la página 62: «Acaso los escritores buscaban dentro de su alma las páginas que necesitaban leer y que nadie había escrito aún». Y eso, dice, es lo que le ocurre: «Uno eminentemente es un lector. Uno escribe las historias que quisiera leer y no están escritas. Escribo desde ese lugar del lector».Libertad Digital – Madrid