Simon Critchley publica Bowie (Sexto Piso, 2016), un ensayo escrito con pasión, una disección lúcida sobre la obra del genio inglés.Jesús Fernández ÚbedaLo que más sorprende de Bowie (Sexto Piso, 2016), del filósofo inglés Simon Critchley, es su cálida imantación. El autor, pese a definirse como «pelmazo heideggeriano», escribe fácil y lúcido, bajo el paraguas empático e inevitable de su condición de fan. En sus ciento y pocas páginas, disecciona, sin pedantería, el cuasi inabarcable discurso artístico del genial Camaleón, desde Space Oddity –omite su primer disco: David Bowie- hasta Blackstar.Critchley, quien, actualmente, ocupa la cátedra Hans Jonas en la New School for Social Research de Nueva York, es un prolífico escritor. Ahí están, entre otros, sus libros sobre Derrida, el sentido del humor, la muerte, Levinas o Heidegger. El que nos ocupa, Bowie, vio la luz en 2014, pero, este año, tras la muerte del artista –el 10 de enero-, el texto ha sido revisado y ampliado, obteniendo como resultado un mejor remate teórico y sentimental.Bowie es un canto sabio y pasional a la obra de un tipo que «no era una estrella de rock cualquiera, ni una colección de clichés mediáticos e insulsos sobre bisexualidad y bares de Berlín», sino «alguien que hizo de la vida algo menos trivial durante un período de tiempo tremendamente largo». El relato arranca con la icónica participación que Bowie, en su rol de Ziggy Stardust, hizo de «Starman» el 6 de julio de 1972 en el programa de la BBC Top of the Pops. A partir de ahí, nos topamos con sus distintos personajes –Ziggy, Aladdin Sane, El Delgado Duque Blanco…-, con el nihilismo naciente en Hunky Dory, con las utopías y las distopías, con el significado de «nada», con el pesimismo tangible –»Sentenciamos que Dios ha muerto y nos convertimos nosotros mismos en dioses sólo para matar mejor, para exterminar con mayor eficacia»-, con su concepción del amor y del anhelo, con su dimensión mística y espiritual, con su anticlericalismo, con su idea de la muerte y su testamento musical.En realidad, la obra de Critchley no aporta nada que los admiradores más ultraortdoxos de Bowie no supieran. Su mérito reside en la frescura de la compilación: todo lo que se cuenta en Bowie es evidente –concepto que, en la obra del artista inglés, cuenta con una difusión y una niebla inteligentísima-, pero nadie se había ocupado de plasmarlo en un libro o, como poco, de plasmarlo así de bien. Por ejemplo: el cómo del relato en las canciones de Bowie varía de un modo radical en cuanto éste descubre/aprende/aplica, tomándola de William S. Burroughs, la técnica del cut-up. Comparen así la narrativa que encontramos en The Rise and Fall of Ziggy Stardust and Spiders from Mars con el expresionismo de Low.»Sólo por un instante, lo que dura una canción, una canción pop aparentemente tonta y pueril, podemos decrear todo lo que hay de criatural en nosotros e imaginar un nuevo modo de existir, algo utópico», escribe Critchley. Su librito es imprescindible para los fans del bendito fabricante de canciones como «Young Americans», «Little Wonder» o «Loving the Alien». Contextualiza, fija ideas, arroja luz y hasta consuela. En este último sentido, quien no haya terminado de digerir la muerte del ídolo, cuando lea el ensayo, sabrá a lo que el autor de esta reseña se refiere.Libertad Digital – Madrid