Walter I. Vargas*Parecía que después de la tunda (porque yo creo que fue una tunda, con 20 puntos de ventaja por lo menos, que se disimularon fraudulentamente para que la derrota no fuera tan catastrófica), parecía que después del 21-F, digo, finalmente teníamos la esperanza de volver a cierta normalidad política en 2019. Pero es inútil esperar de los extraños redentores que se han apoderado del Estado nacional el básico reconocimiento de una derrota electoral. O que comiencen a dudar de que su estatismo trasnochado se esté mostrando como lo que finalmente tenía que ser: un rotundo fracaso (no hay más que escuchar lo que ocurre en Enatex, el Mutún o Huanuni).Hay mucha gente que se pregunta qué hace que personas otrora guiadas por un noble interés social de contribuir a reducir las desigualdades sociales, como Carlos Romero o Reymi Ferreira, terminen comportándose como unos vulgares politiqueros incondicionales puestos al servicio de un proyecto autócrata. Algunos lo atribuyen a la transformación que produce en la gente el poder, otros arguyen que el temor a la rendición de cuentas los obliga a agarrarse como garrapatas del Palacio Quemado. Pero hay que pensar también en la sencilla enseñanza bíblica según la cual el camino al infierno está empedrado de buenas intenciones. Sí, aunque parezca increíble, es posible pensar que alguna gente del régimen aún piensa que está llevando adelante un gobierno al servicio de los pobres. «Será una autocracia, pero es una autocracia al servicio de los de abajo”, parece ser su razonamiento.Así que ni modo, mientras se produce el desengaño final, no queda otra que reducirse al arte menor de la sátira política, en vez de hablar de literatura, y contribuir, así sea simbólicamente, a su ruina final. Ahí voy.Como se sabe, usar la palabra discapacitados para referirse a los que otrora, en tiempos más francos, eran simples tullidos o baldados, ya no es tan correcto; ahora se debe decir «personas con capacidades diferentes”.Pero yo no sabía de una nueva categoría, aplicable a los funcionarios del Gobierno: gente con discapacidades diferentes. En el Vicepresidente, por ejemplo, la bajeza penosa de un hombre quincuagenario adoctrinando a niños de 12 o menos años, como se ha visto estas últimas semanas, prueba una marcada discapacidad numérica, porque el matemático ha sumado mal: esos infantes no podrán votar dentro de cuatro años (10 más cuatro hacen 14; 12 más cuatro hacen 16, si mis cuentas no están mal). Aunque también podría tratarse de una de esas operaciones de linaje estalinista o maoísta por las cuales se usaba a los niños para ser los espías y delatores de sus padres, porque García Linera suele recomendar a los infantes que pregunten a sus papás sobre los «vendepatrias”.Diferente, de naturaleza verbal, es la discapacidad del ministro Quintana. De creer a Gabriela Zapata, en uno de esos intercambios románticos vía whatsapp que habrían sostenido, aquél le habría escrito lo siguiente «Usted siempre tan bella, como diría Borgues”. Huelga decir que no es necesario hacer un trabajo de revisión bibliográfica para encontrar esa cita «borguesiana”. Pero como, previsiblemente, el ministro ha dicho que se trata de una falsa declaración admirativa, hay que desmentirlo usando el estilo deductivo de algunos detectives.Porque estando como está Gabriela en un estado de analfabetismo funcional, es imposible, no ya que haya leído, sino oído hablar de Jorge Luis «Borgues”. No, esa frase suena evidentemente como salida de las aulas de la cultura media y de lectura de solapas que se imparte en la UMSA.Esto me recordó que hace ya varios años, nuestro canciller Choquehuanca tuvo a bien comentar que parte importante de su formación ideológica se la debía a la lectura de Martha Heidegger, confundiendo al considerado el único verdadero filósofo del siglo XX con la pedestre escritora de manuales leninistas de los años 80 que (Dios los cría…) visitó hace tiempo el país para apoyar al Gobierno.En fin, así, entre patéticos y temibles, son nuestros neosocialistas abusivos frente a los cuales hay que defender a la República. Que sea una lección para la multitud de paternalistas bondadosos que un malhadado día votaron por Morales pensando (algo que ahora se revela como una burla sangrienta) que era la «reserva moral del país”.*Ensayista y crítico literarioPágina Siete – La Paz