Por: J.M. Ramos – desde Washington
El candidato republicano sumó a su campaña a un congresista de Dakota del Norte que se opone a las energías alternativas, defiende el «fracking» y pretende elevar los niveles de isión de gases
Al congresista de Dakota del Norte Kevin Cramer le gustan las frases lapidarias y provocativas. Es por eso que ha dicho que el cambio climático es una «basura» y ha asegurado que Arabia Saudita va a perder su guerra de precios contra el «fracking», la técnica criticada por contaminante que ha permitido extraer gas y petróleo de yacimientos poco productivos en Norteamérica. En esas dos cualidades dialécticas se parece mucho a su nuevo jefe, Donald Trump, que lo ha invitado a sumarse a su equipo de campaña para la presidenciales con la misión de que trabaje en un «Libro Blanco» sobre el futuro energético de Estados Unidos.
En energía, Cramer es tan polémico como Trump. Es miembro de un reducido grupo de políticos (la mayoría, estadounidenses) que se declaran «escépticos» y no creen que el cambio climático exista. En 2013, se opuso a los subsidios a la energía eólica por estar basados «en ciencia fraudulenta, que asegura que el CO2 es un contaminante que causa el calentamiento global». Cramer también es un defensor a ultranza de desregularizar al máximo a la industria petrolera en todo el país y reducir al mínimo necesario las barreras a las emisiones de gases de efecto invernadero.
Ese perfil le viene como anillo al dedo a un político de Dakota del Norte, el segundo estado, detrás de Texas, que más petróleo y gas produce en Estados Unidos. La expansión del fracking, una técnica que pulveriza vetas de arenas bituminosas para extraer hidrocarburos que de otro modo no serían explotables, permitió a Dakota del Norte doblar el tamaño de su economía entre 2002 y 2014 hasta los 50.000 millones de dólares gracias a los ingresos derivados del petróleo, que han llevado a un desempleo por debajo del 3% y la mayor renta per cápita del país, solo por debajo de Alaska, otra potencia petrolera.
En ese «boom» nació la figura política de Cramer, un ex director de un regulador estatal cuya campaña legislativa fue financiada en su mayoría por el sector petrolero. Pero con un barril de de crudo que ha pasado de los 100 dólares a rondar los 50 dólares Dakota del Norte no tiene el margen financiero del pasado. Cramer no ha tardado en avisar a Arabia Saudita y a sus socios de la OPEP (Organización de Países Exportadores de Petróleo) de que con la resistencia a reducir la producción para elevar de nuevo el precio del barril no van a conseguir acabar con sus competidores estadounidenses especializados en el «fracking», que han realizados despidos masivos para hacer frente a la menor rentabilidad de un petróleo barato, que tiene mucho menor impacto en yacimientos de extracción barata como los saudíes.
Cramer ha asegurado al cártel del petróleo que no va a poder con Dakota del Norte y ha introducido una propuesta en el Congreso para investigar a la OPEP por prácticas contra el libre comercio y monopolísticas, algo que intentaría cerrar mercados a países como Arabia Saudí y Venezuela.
Con este currículum, Cramer parece una selección perfecta para el equipo de campaña presidencial de Trump, que podría nombrarlo secretario de Energía si gana las elecciones. Trump, que ha adelantado que si llega a la Casa Blanca, acabará con los principales impuestos y las regulaciones que se han creado en EEUU para reducir emisiones y luchar contra el cambio climático, comparecerá este 26 de mayo en una conferencia de la industria petrolera en Dakota del Norte para presentar a Cramer como su nuevo asesor y seducir a las grandes empresas de hidrocarburos con una liberalización extrema del sector, que además le podría procurar importantes donaciones de campaña.
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Trump ha llegado incluso a decir que no se opone a que se vuelva a autorizar el uso de sprays que afectan a la capa de ozono, como los clorofluorocarbonos, algo que llevó a expertos de todo el país a echarse las manos a la cabeza ante las posibilidades de que químicos que llevan prohibidos desde los 90 sean autorizados por la primera economía mundial.
En una entrevista, Cramer quitó hierro a las declaraciones de Trump del mismo modo que se la quitan sus seguidores cuando insulta a mexicanos, mujeres o musulmanes. «Habla de manera llana, puede que no sea sofisticado, puede que no parezca muy intelectual, pero es sencillo y permite que todo el mundo lo entienda«, explicó en una entrevista esta semana con Climatewire.
El binomio Cramer-Trump es una prueba más de que la candidatura republicana del magnate de los casino se basará en mensajes populistas, sin contenido o elaboración. La ex editora jefe del New York Times escribía esta semana en The Guardian que el mensaje simplista de Trump encaja perfectamente en la era de internet y del smartphone, que han llevado a la baja capacidad de atención del electorado. «Al contrario que Hillary Clinton, que mata de hambre (mediática) a la prensa que le sigue, Trump les provee con una dieta de irresistibles snacks las 24 horas del día», apuntaba.
Fuente: infobae.com