Andrés OppenheimerA juzgar por lo que me dijo el nuevo ministro de Relaciones Exteriores de Brasil, José Serra, el país más grande de América Latina hará un cambio importante en su política exterior, y podría dejar de ser un aliado ideológico casi incondicional de Cuba, Venezuela y otros regímenes autoritarios.Serra, un ex candidato presidencial que antes ocupó los cargos de gobernador de Sao Paulo, ministro de Desarrollo y ministro de Salud, me dijo que el nuevo gobierno del presidente interino Michel Temer hará un énfasis mucho mayor en la defensa de los derechos humanos en la región que sus antecesores.“Va a haber una nueva política exterior”, me dijo Serra en una entrevista telefónica. “La idea [central] es que la política externa brasilera tiene que seguir los intereses de la nación, y no los de un partido o una ideología, como ha sido en estos años”.Bajo el mandato de la presidenta suspendida Dilma Rousseff y su predecesor Luiz Inácio Lula da Silva, Brasil había apoyado a algunos de los peores violadores de derechos humanos del mundo.Ambos ex presidentes pertenecen al Partido de los Trabajadores, de izquierda, y el consenso general en círculos diplomáticos es que habían entregado la dirección de la política exterior brasileña al ala izquierdista de su partido, en parte para compensar por algunas de sus medidas económicas a proempresariales.Lula incluso hizo campaña a favor del difunto presidente venezolano Hugo Chávez, a quien describió en una entrevista del 2008 como “sin la menor duda, el mejor presidente que ha tenido Venezuela en los últimos cien años”. Bajo los mandatos de Rousseff y Lula, las relaciones de Brasil con Latinoamérica habían sido conducidas por el asesor presidencial Marco Aurélio García, un hombre muy cercano a Cuba y Venezuela.Ahora, el nuevo gobierno despidió a García de su cargo y emitió un comunicado en el que rechaza enérgicamente las afirmaciones de Cuba y Venezuela de que el juicio político a Rousseff equivalía a un “golpe”, acusándolos de “propagar falsedades”.Según Serra, el gobierno brasileño planea centrar su política exterior en la expansión de los lazos económicos y la defensa de los derechos humanos.“Evidentemente, vamos a tener una posición más enfática en materia de derechos humanos, independientemente de los países”, me dijo Serra. “[Lo haremos] sin intervención en los asuntos internos, pero vamos a tener posturas a ese respecto, sin duda ninguna”.En términos prácticos, el nuevo gobierno brasileño está considerando cerrar hasta 17 embajadas en África y el Caribe como parte de sus recortes de gastos para hacer frente a la desastrosa crisis económica que dejó Rousseff.Otro cambio importante que se espera de parte del nuevo gobierno de Brasil será la firma de un acuerdo de libre comercio entre el Mercosur y la Unión Europea, y quizás permitir que los miembros regionales del bloque firmen acuerdos bilaterales de libre comercio con países que no pertenecen al Mercosur.Con respecto a la defensa de la democracia, el ex presidente brasileño Fernando Henrique Cardoso –que tiene lazos cercanos con el nuevo gobierno– me dijo en una entrevista por separado que es probable que Brasil respalde la imposición de sanciones diplomáticas regionales contra Venezuela bajo la Carta Democrática de la Organización de Estados Americanos.“Sin lugar a duda, hasta donde yo sé, [el nuevo gobierno] estará más inclinado a respaldar la aplicación de la cláusula democrática”, dijo Cardoso.Mi opinión: Es probable que la política exterior de Brasil cambie para mejor. Bajo Rousseff y Lula, Brasil había hecho la vista gorda a los abusadores de los derechos humanos en todo el mundo para mejorar sus relaciones con ellos y ser visto como un líder del Tercer Mundo.Ahora, aunque el gobierno de Temer se concentrará en reactivar la economía y su principal prioridad en política exterior será la promoción de las exportaciones brasileñas, Brasil probablemente adoptará una política exterior menos ideologizada, y más en sintonía con la de las democracias occidentales.Y lo más probable es que Serra será un canciller fuerte. Es uno de los políticos más conocidos de Brasil, un hombre de sólidas credenciales democráticas –fue exiliado político en Chile durante la dictadura militar brasileña de la década de 1960– y querrá dejar su marca en su nuevo puesto.Si hace lo que dice, Brasil –por su propio peso económico y diplomático– cambiará su política exterior para bien, y tendrá un gran impacto en toda la región.El Nuevo Herald – Miami