Marcelo Ostria TrigoHan pasado más de 10 años desde que asumió el poder el Movimiento Al Socialismo (MAS), luego de su triunfo en las elecciones de diciembre de 2005 –no hubo candidatos oficiales–, que no fueron cuestionadas. Los ciudadanos eligieron un camino político diferente al recorrido hasta entonces por la República.Una década de gobierno permite examinar logros y fracasos y, sobre todo, si estamos mejor o peor en distintos aspectos de la vida nacional. Por supuesto que esto supone una tarea mayor, pero ya hay preocupantes muestras de retrocesos en la práctica democrática y en el respeto por los derechos ciudadanos. En esto cuenta el ánimo de los ciudadanos: si sienten que estamos mejor o peor, y no hay cabida para la propaganda, pues siempre predomina la realidad sobre los buenos o malos deseos.En el oficialismo se dice que en la época ‘neoliberal’ –así llaman a la que precedió su gestión– no hubo inclusión, sino injusticia, que nuestros recursos naturales fueron “robados” por las transnacionales, que se iba a lograr, en todos los órdenes, mayor prosperidad. Se prometía un cambio radical, que no habría persecución y “ni un muerto”. El lema fue “para vivir bien”. Empezó a subir el precio internacional de las materias primas, como el del petróleo, que se toma como referencia para establecer el del gas natural. También la minería se vio favorecida. Fue una época de ‘vacas gordas’. No es de extrañar, entonces, que lo económico no provocara preocupaciones: hasta algunos ingenuos creyeron que, en pocos años, estaríamos “igual o mejor que Suiza”.Ahora se ve que no se ‘sembró’ el gas para impulsar el desarrollo y que, pese a los excedentes logrados, no hubo mejoras en educación y salud y una adecuada atención a los menos favorecidos. Por supuesto que tampoco hubo un plan serio de desarrollo de otras actividades económicas para la diversificación de las exportaciones. En cambio, sí proyectos innecesarios, cuando no perjudiciales. No todo lo pasado fue necesariamente mejor, pero hay que reconocer que en la época democrática, iniciada en 1982, prevaleció, aunque con imperfecciones, el Estado de derecho, con una justicia también imperfecta, pero no hundida, como ahora, en la deshonestidad.Actualmente hay muchos casos de ineptitud en el manejo del Estado y una preocupante corrupción que crece y entraba la normalidad de una sociedad que se supone iba a ser más justa y gobernada con honradez. La verdad es que hay desaliento. Esto marcaría el final de un proyecto político que se precipita al fracaso.El Deber – Santa Cruz