Emilio Martínez Cardona*A treinta años y pocos días de la partida de Jorge Luis Borges al jardín de los Grandes Transparentes, apuro algunos brevísimos apuntes sobre su obra y figura.Borges, lector-escritorAmbos roles son dos caras de una misma moneda. Salvo contados casos en la literatura universal, casi siempre el escritor relevante es un sobresaliente lector. Esto de alguna forma demuele la pretensión romántica del poeta-demiurgo y reinstala al literato en la sana cadena del clasicismo, en la conciencia de ser depositario de una antigua tradición. Y en el caso que nos ocupa hablamos del lector-escritor por antonomasia.Literatura y filosofíaPosiblemente el aporte central de Borges a la literatura sea el haber traducido las paradojas frías de la filosofía y de la abstracción metafísica en vivos enigmas narrativos, vistiendo a Spinoza con la gorra y la pipa de Sherlock Holmes (La muerte y la brújula) o haciendo literatura fantástica con los evanescentes constructos del idealismo (Tlön, Uqbar, Orbis Tertius).Textos inéditos Según me comentara años atrás el ex secretario de Borges, Roberto Alifano, existen en su poder varios textos inéditos del maestro, como un poema titulado 1985, de tono crepuscular y anunciatorio del final de su andanza por este mundo; así como una serie de traducciones desconocidas de poesías de Hermann Hesse, vertidas por Borges del alemán. Estos textos se mantendrían sin publicar a causa de la disputa de María Kodama con buena parte del círculo de antiguos colaboradores literarios borgeanos. Es triste que permanezcan ocultos para los lectores.Duradera nombradíaBorges ha pasado la prueba de fuego de los clásicos, al ser recogido por la única antología que realmente vale la pena tener en cuenta: la del tiempo. Lo demás viene por añadidura.*Escritor y ensayista