Editorial – Libertad DigitalRecurren a esos eufemismos sólo para ocultar el hecho de que los terroristas islámicos han declarado una guerra al mundo occidentalA la vista de cómo ha quedado silenciado en numerosas reacciones, comentarios y análisis de no pocos políticos y medios de comunicación, parecería que poco importase el hecho de que Omar Mir Sediq, el terrorista que asesinó a tiros la madrugada del domingo a medio centenar de personas en un club homosexual en la ciudad norteamericana de Orlando, se hubiese declarado leal al Estado Islámico minutos antes de perpetrar la matanza, o que la propia organización terrorista se atribuyera el atentado poco después a través de sus habituales canales de comunicación. Tal es el deseo por parte de esos políticos y analistas de ocultar el hecho de que los terroristas islámicos han declarado una guerra al mundo occidental, que han preferido hablar de «crimen de odio» en lugar de «atentado islamista» y vinculado lo sucedido tanto a la homofobia como a la profusión de armas en EEUU.El propio presidente de los Estados Unidos, Barak Obama, después de limitarse a hablar de un «acto de terror y odio» en un primer momento, ha seguido manteniendo eufemismos como el de «terrorismo doméstico» inspirado por «informaciones extremistas» una vez que ya se conocía la lealtad al EI del autor de la matanza. Sin embargo, Obama ha querido rápidamente puntualizar que «no hay pruebas hasta ahora de que estuviera dirigido» por el Estado Islámico.Frente a esta renuencia a llamar a las cosas por su nombre, hay que saber que para ser miembro del Estado islámico, para participar en la yihad, no hace falta, como bien explica Florentino Portero, «rellenar un formulario con dos firmas adyacentes» de personas que ya formen parte del mismo. El Estado Islámico no es un club, ni un partido ni una asociación, sino un instrumento para llevar a cabo la yihad. Y su llamado criminógeno lo dirige, como hace también Al Qaeda, a toda la comunidad de los creyentes, sin necesidad de que cada uno de ellos sea adiestrado o dirigido por la organización terrorista.En España ha habido reacciones especialmente vergonzosas, repugnantes o patéticas. Si el líder de Izquierda Unida –ahora integrada en Unidos Podemos–, Alberto Garzón, el político mejor valorado según las encuestas, ha culpado del atentado nada menos que al «heteropatriarcado», TVE no ha tenido empacho en ilustrar el atentado con una viñeta donde aparece un hombre que apunta con una escopeta en forma de cruz a un homosexual. No hay perdón para semejante vileza.Aunque los portaestandartes de la izquierda política y mediática occidental serían condenados a muerte por ser exactamente como son en cualquier territorio regido por la sharia, es tan innegable como vomitiva y tóxica la alianza que desde hace años se ha forjado entre lo peor de la izquierda y el islamismo. Bien sea por su afán colectivista y su visión totalitaria del poder, bien sea por su común rechazo a la globalización, a las libertades individuales y a los mejores logros de la civilización occidental, el hecho es que la izquierda siniestra recurre a todo tipo de eufemismos o excusas para no tener que condenar por su nombre al terrorismo islámico y reconocer que éste nos ha declarado la guerra. Buena prueba de esa infame alianza es la oposición de la izquierda extrema a suscribir el pacto antiyihadista, aun cuando es de una irresolutiva ambigüedad, lo que prácticamente lo convierte en una mera condena moral del terrorismo. No menos elocuente es el apoyo financiero de países como Irán a sujetos como Pablo Iglesias, tan bien conectado con la Venezuela chavista, la gran aliada de los ayatolás en el continente americano.De la misma forma que la civilización occidental fue combatida a sangre y fuego en nombre de ideologías laicistas como el comunismo y el fascismo, es hora de admitir que son muchos los que en nombre de una religión luchan ahora contra las libertades –incluida la religiosa– que disfrutamos en nuestras sociedades abiertas. Y es que no todas las ideologías ni todas las religiones son compatibles con la tolerancia. No querer ver el problema o, simplemente, cambiarle de nombre no servirá para que Occidente gane la guerra que le ha declarado el terrorismo yihadista.Libertad Digital – Madrid