Lavive Yañez SimonObservo la conducta social en el supuesto tráfico de influencia acusado al primer mandatario del Estado y la empresa CAMC y veo la ligereza con la que juzgan a las personas sin ninguna prueba con el solo instrumento de la manipulación informativa y legal, y confirmo la teoría de una sociedad hipócrita que salva sus pecados rasgándose las vestiduras que no alcanzan para tapar la desvergüenza y el cinismo de quienes aprendieron a ostentar y tomar el poder, sin respeto alguno a los principios que demanda la personalidad de los seres de honor.Frente a la habilidad e inmediatez de la justicia, de criminalizar la verdad, no hay capacidad para sorprendernos por la violencia política contra las personas que denuncian acciones del poder al margen de la ley, es el caso del abogado Eduardo León y Gabriela Zapata quien no cometió ningún delito probado, excepto ser la portadora de los supuestos delitos cometidos por el primer mandatario y su entorno palaciego. Esa es la personalidad que caracteriza a una sociedad mal educada que usa y acusa al débil, protegiendo siempre, el poder corruptor. Esta doble moral, vulnera el ejercicio ético de los administradores de justicia, pone cortinas de humo a la corta percepción de la población, que está ocupada solucionando sus problemas cotidianos, contradictoriamente creados, por quienes fueron electos para solucionarlos. Lo preocupante es, que esta estrategia conflictiva del gobierno para distraernos, esta logrando perforar la intimidad de los hogares bolivianos, trastocando los valores universales determinantes para alcanzar la paz social en democracia.Ejerciendo el derecho que me otorga la CPE voy a expresar mi indignación por el circo en el que han convertido el poder político, que está minando el sentimiento social y generando odios como estrategia para permanecer en el poder a cualquier precio. Debo reconocer la habilidad de los profesionales de marketing y publicidad del gobierno al crear ilusiones o conjurar fantasías para convertir a su “líder” en el oasis político con la seguridad que apelar a la fantasía de las masas es una inmensa fuente de poder.También tengo que reconocer la valentía de una mujer que siendo niña fue atrapada en la vorágine del engaño de Evo Morales, que aparenta ofrecer opciones al otro, creando en sus víctimas realidades virtuales de control, cuando en realidad, éstos se constituyen en títeres de sus ambiciones de poder. Gabriela Zapata, siendo víctima, al mejor estilo de su otrora protector, descubre el talón de Aquiles de sus verdugos y en un acto firme sin contradicciones denuncia a la opinión pública la verdad de su experiencia como mujer y le dice enfáticamente a un ciego país, que no puede ser un buen gobernante quien es un mal padre.Esta firmeza y convicción sobre los hechos, que debieran tener los líderes políticos y sociales que se abanderan opositores de la corrupción y el abuso de poder, nos muestra con claridad que la institucionalidad que es la base de la democracia, ha sido perforada por las organizaciones sociales utilizadas para generar temor. Gabriela Zapata, sin ser la heroína de la coronilla, desestabilizó la seguridad de un poder que atemorizado ha callado la verdad, con una burda manipulación de la justicia frente a hechos que gritan la inocencia de los imputados, en complicidad silenciosa con los llamados a administrar correctamente la justicia, la economía y las políticas del país.Concluyo que las masas no se representan a sí mismas si no es a través de sus líderes, por tanto, cuando los líderes no cumplen con la obligación de representar al pueblo en el marco de la ley, el pueblo en su conjunto tiene la obligación de representarse en su defensa.