La mansión Playboy – REUTERS
Las conejitas tendrán que buscarse otra madriguera. Hugh Hefner, fundador de la revista «Playboy» y del imperio comercial que le rodea, ha acordado la venta de la mansión homónima. Desde que la adquirió en 1971, la mansión Playboy ha sido mucho más que el hogar de Hefner: una plataforma desde la que cebar los sueños eróticos de varias generaciones, una exageración bochornosa de la mujer objeto y un fiestódromo fascinante e infame al mismo tiempo. Dice la leyenda que aquí John Lennon apagó un pitillo en un cuadro de Matisse y que se encerró en una suite con ocho chicas a la vez en una crisis con Yoko Ono. Aquí se ha ido de fiesta todo Hollywood, desde Kirk Douglas a Leonardo DiCaprio. Pero aquí también se cometieron algunos de los supuestos abusos sexuales de Bill Cosby.
Ahora la casa se la queda su vecino. El comprador es Daren Metropoulos, heredero de una fortuna forjada por su padre, Dean Metropoulos, un inversor que en su día fue dueño de Pabst Blue Ribbon, una de las cervezas más populares en EE.UU. El joven Metropoulos, de 32 años, compró la casa de al lado en 2009 por 18 millones de dólares, pero ha tenido que aflojar mucho más para convertirse en el dueño de la residencia más famosa de Los Ángeles, y quizá de todo EE.UU. No hay una cifra oficial del precio de venta, pero dos agentes inmobiliarios que habían intermediado su venta -Mauricio Umanksy, de The Agency, y Gary Gold, de Hilton & Hyland- la ofrecían por 200 millones de dólares.
Jeffrey Hyland, presidente de Hilton & Hyland, aseguró a «The Wall Street Journal» que la cifra estaba en «nueve dígitos» y que suponía un récord para una casa residencial en los Ángeles. A Hefner le costó en su día 1,05 millones. Lo habitual es que una casa de más de cien millones de dólarestarde varios años en encontrar comprador. La mansión Playboy lo ha hecho en pocos meses y le sobraban ofertas, según el magnate inmobiliario.
«El patrimonio de esta propiedad trasciende su fama», dijo Metropoulos al diario neoyorquino sobre la mansión, ejecutada en 1927 por Arthur Rolland Kelly, un arquitecto que diseñó cientos de casas en Los Ángeles. «Es un verdadero privilegio tener la oportunidad de ser su cuidador». No hay que dudar del interés histórico patrimonial de Metropoulos, pero al joven se le ha visto en varias ocasiones en fiestas en la mansión Playboy, con ropa deportiva y rodeado de conejitas.
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La casa, sin embargo, tiene bicho, y se llama Hugh Hefner. Al parecer, los términos del contrato exigen que el fundador de Playboy, de 90 años, viva en la casa hasta el final de su vida. Metropoulos deberá esperar a que se apague el corazón infatigable de Hefner -antes iba siempre rodeado de conejitas, ahora de enfermeras- para ejecutar sus planes: unir las dos parcelas adyacentes y reformar una mansión que conoció tiempos mejores. La «playmate» Carla Howe aseguró que la residencia «parece atrapada en los ochenta». Metropoulos respetará la fachada de estilo Tudor y renovará lo demás, que incluye doce habitaciones, una bodega con acceso secreto, una piscina, un cine, un zoo -una de las pocas residencias de Los Ángeles que tiene licencia para ello-, un cementerio de mascotas y una gruta con jacuzzis dedicada al hedonismo. Una ex de Hefner, Izabella St James, describió en su biografía una casa con las alfombras sucias, los edredones con manchas y las sábanas desgastadas. Pero todavía hay grandes fiestas cada año: la del Sueño de una Noche de Verano -el primer sábado de agosto-, la de Halloween y el cumpleaños de Hefner.
El esplendor perdido de la mansión es el reflejo del imperio Playboy, que trata de reinventarse ante el erotismo y el porno en Internet, ubicuo y gratuito. Desde este febrero, la chica de la portada de la revista ya no aparece desnuda, en un intento de reforzar otros contenidos. Pero hay más cambios: en marzo, la revista contrató al banco de Inversión Moelis & Co. para buscar comprador y la semana pasada, el consejero delegado de Playboy, Scott Flanders, dejó la compañía para pasarse a una compañía de seguros de salud. Cuando Hefner cuelgue por fin su batín de seda, ni siquiera quedará la mansión.
Fuente: www.abc.es