Andrés Gómez VelaEl pasado 11 de marzo, que cayó viernes, me quedé pensando en esta frase de uno de los principales líderes del MAS y Canciller, David Choquehuanca: «(En Bolivia) Un día tiene que ser como en África. ‘Personas con nuestros rostros tienen que estar en Palacio de Gobierno y en las instituciones (públicas), gente con nuestro rostro’ (en aymara). En el África todos los ministros son negros (no hay) un solo blanco” (Página Siete).Choquehuanca apeló ese día a los rasgos físicos de un colectivo, por tanto exaltó una «raza”, categoría negada por la ciencia. Como dijera el presidente Evo Morales, «no quiero pensar” que David tiene un discurso similar al de Adolfo Hitler, que creía e hizo creer a sus seguidores en una raza.Obviamente hay una abismal diferencia entre ambos, pero son vecinos en el discurso. Y debía preocuparnos porque el nazismo nació como discurso, luego se materializó como eugenesia políticamente extremista que acabó de la forma más cruel con 17 millones de personas.Reitero, no creo que David sea racista, pero me incomoda que sostenga un «gobierno indígena” con las siguientes palabras: «somos millones de millones (los indígenas), no somos pocos, somos muy duros, muy inteligentes, con buenas ideas y de buen corazón”.David y yo tenemos el mismo rostro (él aymara, yo quechua); pero, pensamientos diferentes. David promueve, «sin querer queriendo”, una especie de darwinismo social, que con el tiempo puede afectar a los que no tienen nuestro rostro, a los llamados «qjaras” (blancos), mestizos y otras identidades culturales.La «raza” no puede ni debe ser el fin último de la construcción de un Estado, tampoco la nación, porque racismo y nacionalismo niegan la construcción de una sociedad basada en el ser humano.En la otra ala del masismo está la corriente del vicepresidente Álvaro García, que por sus discursos representa la línea dura y fatalista: «Si lo dejan solo (a Evo Morales), lo van a crucificar, nos van a degollar, nos van a hacer comer con los perros, la derecha”, dijo el pasado 7 de abril.García ataca a medios de comunicación, periodistas y todo pensamiento crítico y casi siempre vaticina el fin del mundo después del masismo.»Todos tenemos que defender un punto de vista en nuestra posición pública porque no somos un grupo de amigos, somos un instrumento político… quienes quieren otro tipo de práctica al interior, ser librepensantes (e) indisciplinados tienen todo el derecho”, advirtió García el 9 de enero de 2013, cuando «despidió” del MAS a Rebeca Delgado (La Razón).Esa sentencia de García suena hasta racional, finalmente, un partido tiene por normas internas. Pero él no sólo quiere una férrea disciplina y centralismo partidario al estilo de Stalin en el MAS, sino en la sociedad misma, le incomoda nuestra diversidad de voces, pensamiento crítico y pluralismo democrático.En casi todos sus discursos convoca a aplastar, derrotar, dividir y neutralizar a todo colectivo o persona que piensa diferente. Parece muy natural si concebimos la política como la despiadada lucha por el poder. Lo que me asusta es la instalación del odio como política de Estado y las consecuencias que puede generar en nuestra sociedad diversa y plural.No sé si Evo Morales es el resumen de Choquehuanca y García o está entre ambos o es consecuencia de ambos.Pero, tengo la certeza de que las palabras de estos dos líderes del masismo debían convocarnos a actuar porque uno convoca a la exclusión por «razones raciales” y el otro, por pensar diferente. Recuerden que las primeras balas de la violencia son las palabras.Ambos desconocen los valores de la democracia que los benefició cuando estaban fuera del gobierno, a tal punto que los llevó al poder.Ante este peligro, considero que debemos promover al ser humano como fin último de la política, lo que dará nacimiento a un Estado Humanista, donde el ser boliviano, ayoreo, yuqui o mestizo sea el complemento. Es una necesidad histórica comprender que la diversidad y el pluralismo son condiciones fundamentales para la convivencia y el avance de la humanidad.Así como me quedé pensando aquel 11 de marzo, te dejo reflexionar sobre lo que debemos hacer para que la diversidad de rostros bolivianos (no sólo de David y el mío) estén en Palacio; y el pluralismo democrático esté en nuestras casas.Página Siete – La Paz