Ru Paul’s Drag Race ha irrumpido con fuerza en los ordenadores portátiles de las generaciones más jóvenes. Aunque el reality inició su andadura hace más de siete años, la mayoría de los fans lo han abrazado durante sus últimas ediciones, con un especial repunte de popularidad ahora que Netflix por fin ha incluido varias temporadas en su catálogo.
Con la ayuda de Elton John, RuPaul se convirtió en un personaje a tener en cuenta durante los 90, después de protagonizar junto a él uno de los temas más bailados del momento, Don’t Go Breaking My Heart. Ese mismo año, el cantante y drag queen más representativo de Estados Unidos dirigió su propio programa, The RuPaul Show, un formato musical que visitaron artistas como Nirvana o Backstreet Boys. Analizando su carrera en retrospectiva, es inevitable sospechar que el éxito de RuPaul’s Drag Race no es fortuito. Su creador se jacta de ser una persona trabajadora y ambiciosa, y eso se percibe en cada episodio que dirige: las pruebas que se proponen, el ritmo del formato y los juegos de palabras de su alter ego, Mama Ru, están perfectamente calibrados para dejar al espectador pegado a la pantalla. El resultado es tan abrumador que la novena temporada ya está en camino.
Eso sí, no se deje engañar por las apariencias: aunque RuPaul’s Drag Race es puro entretenimiento, si algo hay que alabar de este formato es su innegable labor didáctica para dar visibiilidad a un colectivo hasta ahora bastante marginado. ¿No se lo cree? Parafraseando a Rupaul en su frase más repetida a lo largo del programa: «Caballeros, enciendan sus motores y que gane la mejor mujer»
1. ACERCA LA SUBCULTURA DRAG A LOS ESPECTADORES
Todo el que se engancha a este reality acaba usando palabras que ni siquiera sabía que existían pero que ahora forman parte de su día a día. Nos referimos a vocablos como ‘campy,’ ‘pageant’ o ‘fishy’, jerga habitual entre las drag queens estadounidenses que usan para clasificarse según su estilo. Es más, según Ru, hasta Michelle Obama ha incorporado a su vocabulario la expresión ‘shady’, que se refiere al acto de realizar una crítica de manera explícita. Después de décadas de uso, el argot de las minorías llega a nosotros a través de este concurso.
En el programa, RuPaul alude además de manera explícita a los disturbios de Stonewall y a su documental de referencia, Paris Is Burning. Esta cinta registró durante casi un lustro las competiciones de baile que se celebraron en Nueva York entre miembros de la comunidad gay y transgénero a finales de los 80. Un documento que RuPaul’s Drag Race instaló con cautela dentro de nuestras mentes –y corazones– y que hasta entonces solo era conocido en círculos especializados.
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2. FOMENTA LA CREATIVIDAD Y LA HERMANDAD ENTRE LOS PARTICIPANTES
La mayoría de realities tienen entre sus objetivos sobrevivir en condiciones aciagas y no perder la calma después de un periodo de aislamiento. Sin ánimo de desmerecer el esfuerzo de sus participantes, lo cierto es que en este tipo de programas lo importante es “dar juego” y llevar a cabo una estrategia que te lleve a la victoria. Otros, sin embargo, se especializan en disciplinas concretas, como la música o en la cocina.
RuPaul’s Drag Race, por su parte, prefiere conjugar todos estos ingredientes y no desechar ninguno. Fieles a la máxima “Más es siempre más”, sus integrantes lo mismo llevan a cabo guerras dialécticas o bailes imposibles que se visten con atuendos extremos que ellos mismos confeccionan. Pero si es necesario, también ofrecen a sus compañeros un hombro en el que llorar, aunque segundos antes los hayan reprendido.
3. REIVINDICA LO FEMENINO COMO UN VALOR A TENER EN CUENTA
Es habitual que la imaginería femenina -–o que los anglosajones denominangirly–, se denoste social y culturalmente. Las profesiones asociadas al trabajo femenino son casi siempre degradadas, y la costura o la cocina se consideran quehaceres en vez de arte. Eso sí, cuando los varones las practican, la cosa cambia: en ese caso, se toparán ustedes con chefs, artistas y diseñadores de alta costura.
Otro ejemplo de esta desigualdad se percibe de manera obvia en la cultura pop. En este ámbito, las chick flicks –un subgénero de “películas de chicas” que se ocupan de narrar preocupaciones típicas de la adolescencia– son infravaloradas de manera recurrente, entre los representantes de la alta cultura, por resultar frívolas en un mundo en el que lo femenino es sinónimo de veleidad. RuPaul’s Drag Race, sin embargo, lo reivindica y lo eleva a la categoría de arte.
4. HACE DE LA TRANSGRESIÓN SU BANDERA
La cultura camp se reapropia de la norma y la subvierte. Esta disciplina, sobre la que teorizó Susan Sontag, está directamente relacionada con la teatralidad y la afectación; o lo que es lo mismo, con una carta blanca a nivel vital. Cuando las drag queens se maquillan, se colocan sus pechos falsos y se calzan esos tacones imposibles, se sienten capaces de librar las batallas a las que probablemente se enfrentan en su día a día con más fuerza.
Con el poder de una barra de labios y unas pestañas postizas, consiguen adentrarse en un mundo en el que no hay límites ni miradas reprobatorias. Dentro de este microcosmos es posible ser y hacer todo aquello que desees. Por eso el drag es disfrute y activismo hedonista a un tiempo.
5. DEJA ATRÁS UNA IDEA DE LA MASCULINIDAD QUE NO BENEFICIA A NADIE (NI SIQUIERA A LOS HOMBRES)
La educación patriarcal que todos hemos recibido no solo oprime a las mujeres. Las reglas del juego que delimitan nuestros comportamientos según nuestro género las conocemos de sobra: si eres “mujer”, tu obligación será comportarte como una persona sumisa y amorosa. Si por el contrario naces con atributos masculinos, serás educado para ser una persona introspectiva, fuerte y segura.
Gracias al travestismo, se rompen las barreras ficticias entre ambos sexos y se desafían, por un instante, las constricciones sociales a las que casi nadie puede escapar. Dentro de esa burbuja, a los hombres se les permite mostrar sentimientos y hablar de sus miedos: un comportamiento beneficioso para todos los seres humanos. El mejor ejemplo lo vemos en una prueba obligatoria en los últimos capítulos de la temporada: travestir a un grupo de varones totalmente ajenos a este movimiento cultural.
6. LOS FANS PUEDEN IMITAR A SUS ÍDOLOS
Y así perder los papeles. Acostumbradas al constante escrutinio social en torno a su físico, las mujeres se permiten el lujo de jugar con los excesos: ponerse una peluca, pintarse como una puerta y vestirse de forma desmesurada. Porque la exageración nos gusta a todos, por eso nos refugiamos en la noche, y acudimos felices a fiestas de disfraces y despedidas de soltero –bueno, eso último no–.Los hombres, por su parte, pueden desafiar las convenciones a las que hacíamos alusión en el punto anterior, y adentrarse en este nuevo espacio de libertad. Aun así, el travestismo masculino ha formado parte de nuestra cultura desde hace siglos, y por algo será. Si no, que se lo pregunten a los británicos.
7. “NACISTE DESNUDO Y EL RESTO ES DRAG”
Esta frase, acuñada por RuPaul, se pone de manifiesto mejor que nunca a través de este formato. Para la teórica queer Judith Butler, “el género es performativo”.Y RuPaul’s Drag Race es la mejor prueba de ello: en este espacio la diferencia entre género y performatividad se hace explícita de manera clara y sencilla.
El género solo tiene sentido una vez que lo ponemos a funcionar a partir de nuestra indumentaria, nuestros gestos o el vocabulario que escogemos. Cualquiera con un buen outfit y algo de práctica podría desafiar esas categorías aprendidas desde que somos pequeños.
8. SE TRASLADA LA CULTURA MARGINAL A LAS MASAS
Los académicos aseguran que todo aquello que acabamos consumiendo proviene de los estratos más marginales de la sociedad. Los estudios culturales ven a la gente no solo como consumidores, sino como potenciales productores de unos nuevos valores sociales y lenguajes culturales. De nuevo, esta teoría se hace evidente en RuPaul’s Drag Race, y su conductores consciente de ello.“Gracias a nuestro programa, la cultura pop gay ha llegado a ser cultura pop mainstream. Todo el mundo conoce la terminología. Es fundamental para nosotros popularizar estas consignas”.
No se trata de frivolizar. Aunque en el reality se evitan las declaraciones políticas demasiado obvias porque en un primer momento no resultan atractivas para los espectadores, de manera sutil se está haciendo un trabajo de normalización que nos ayuda a avanzar cada día hacia una sociedad más justa y libre. Y para conseguirlo, cualquier medio es adecuado. ¿O acaso conocen algún programa que termine con un «si no eres capaz de amarte a ti misma, ¿como demonios vas a amar a otra persona?».
Fuente: www.revistavanityfair.es