El paro nacional de la Central Obrera Boliviana (COB), en protesta por el descalabro gubernamental de Enatex, parece marcar la finalización de varios años de idilio entre el régimen de Evo Morales y el ente laboral.Esto puede resultar saludable desde el punto de vista de la recuperación de la independencia institucional, reducida en los últimos años a mínimos vergonzosos. Pero es una pena que la ruptura no se produzca por razones principistas o de defensa de la democracia sindical, sino por el mero agotamiento del ciclo prebendal.Porque de eso se trata: del frío determinismo económico, ya que ante la debacle de la renta nacional de los hidrocarburos el Estado distribuidor ve mermarse significativamente su capacidad de reparto de obsequios de toda especie.Ya no habrá hoteles regalados por el gobierno a la burocracia sindical, ni sedes flamantes ni vehículos costosos.Para colmo, la (previsible) catástrofe de las empresas estatales coloca al sindicalismo ante la obligación de defender a los trabajadores cesantes, en una curiosa pugna donde vemos a los representantes de la nomenklatura populista haciendo malabares retóricos para justificar las necesidades de racionalización del aparato público, poco consistentes con su anterior prédica en favor de una irresponsable prodigalidad…[email protected]