Emilio J. Cárdenas*El 21 de junio pasado, el influyente diario “New York Times” publicó una notable y precisa editorial sobre la situación en Venezuela y la necesidad de que los países de la región, de una vez por todas, defiendan -sin rodeos- la democracia. Como obviamente se comprometieron expresamente a hacerlo al tiempo de edificar la Carta Democrática Interamericana. Nuestro país es, lamentablemente, un muy triste ejemplo de “medias tintas” y ambigüedades en este delicado tema, desde que ha adoptado conductas grises y hasta, peor, enviado mensajes claramente contradictorios.Veamos cual es el contenido específico del mensaje que envía el diario norteamericano, cuya línea editorial, recordemos, es más bien “de izquierda”.Primero: la ausencia de estado de derecho y el hambre amenazan con sumergir a Venezuela en la anarquía. Pero sus vecinos no se animan a confrontar con Nicolás Maduro. Lo que es, cabe agregar, efectivamente así. Por las razones que fueren, incluyendo los votos necesarios para la eventual elección de la candidata argentina a la secretaría general de las Naciones Unidas.Segundo: hay un grupo de naciones latinoamericanas que siguen gobernadas por la izquierda, que se dedican a hacer apología del régimen venezolano. También eso es claramente así. Algunos, por identidad ideológica. Otros, a cambio de petróleo a precios subsidiados. Y hay también otro grupo de países a los que la editorial comentada califica de “ambivalentes”, que emiten críticas livianas pese a las notorias -y crecientes- violaciones de los derechos humanos de su pueblo por parte del régimen autoritario de Nicolás Maduro.Tercero: el jueves que viene, advierte el “New York Times”, el Consejo Permanente de la OEA comenzará a debatir la valiente iniciativa de su actual secretario general, el oriental Luis Almagro, sobre la posible invocación -y aplicación- de la Carta Democrática Interamericana respecto de Venezuela. Pese a que -increíblemente- se disfrazan -y hasta distorsionan- sus verdaderas consecuencias, ese es apenas un procedimiento que supone que el diálogo es su eje e instrumento central. Aunque con posibles consecuencias, ante la ausencia de buena fe. Lo que es muy distinto de aplicar supuestas sanciones inmediatas. Ponerlo en marcha es nada menos que decidirse a abrazar la verdad y asumir lealmente los compromisos asumidos sobre la defensa de la democracia. Lo que no es menor.Por esto el señero diario destaca que, países como la Argentina, deberían exigir a Venezuela que permita la llegada de asistencia humanitaria para una población que, como consecuencia del fallido experimento “bolivariano”, hoy sabe lo que es el hambre y vive sumergida en privaciones de todo tipo. Privada hasta de poder atender a sus enfermos por falta de medicamentos. Además, nos dice el diario, esos países deberían asimismo exigir a Nicolás Maduro que permita que se realice el referendo revocatorio, que está previsto expresamente en la Constitución de Venezuela. Porque eso es nada menos que respetar la democracia y, más aún, permitir que sean los venezolanos quienes decidan su propio futuro. Lo que no es pequeña cosa.Cuarto: la editorial comentada se pronuncia con meridiana claridad acerca de la ausencia de democracia en Venezuela. A diferencia de los ambiguos que eluden, en esto también, decir la verdad. Lo hace señalando que las instituciones centrales de la democracia (los Poderes del Estado) o (i) están cooptados, como la Justicia, que debería ser ciertamente independiente, desde que sin ello no hay democracia, y no lo es; o (ii) están arteramente inutilizadas, como es obvio que ocurre con el Parlamento que, dominado por la oposición, ha sido perversamente amordazado, a la vista de todos y con el mayor descaro, por un audaz Nicolás Maduro, transformándolo en una suerte de lamentable eunuco institucional. Y, agregando enseguida, que la falta de democracia se evidencia también por el encarcelamiento arbitrario de los dirigentes de la oposición. Nuevamente, clarísimo.Quinto: Salvo que las cosas cambien, todo lo que Venezuela debe hacer para superar la profunda crisis que la atrapa no es, para nada, factible con Nicolás Maduro enquistado en el poder. Otra dura verdad, por cierto. De aquellas que, nuevamente, muchos no se animan siquiera a señalar. Por eso, insiste, es hoy necesario dar al pueblo venezolano la oportunidad que la ley le confiere de deshacerse constitucionalmente del hombre cuya tremenda ignorancia, evidente impericia y absurdo fanatismo han llevado a Venezuela al borde mismo del caos. El diario señala específicamente que, “sin una firme presión internacional”, Nicolás Maduro seguirá, como hasta ahora, saboteando el referendo que el pueblo reclama para poder actuar dentro de la institucionalidad. Mientras tanto, la crisis se profundizará. Y el pueblo de Venezuela seguirá hundiéndose. Como ha sucedido siempre, hasta ahora.Nuevamente, este razonamiento es correcto. Quienes, por razones inexplicables, no lo creen así se equivocan feo. No hay ciertamente peor ciego que el que “no quiere ver”. Por las razones que fueren. Si se sabotea el referendo, nos advierte asimismo el “New York Times”, pasarán dos cosas. Aumentará el nivel de la confrontación política doméstica y comenzará el éxodo de los venezolanos hacia los demás países de la región. Los vecinos, entonces. Y es obvio que el gigantesco desastre consiguiente se volverá inevitablemente un problema de todos.Una vez más, los “de afuera” nos dicen con claridad que es lo que pasa en Venezuela. Y nosotros con frecuencia preferimos no escucharlos. Esto debe terminar, si no queremos que el derrame de la crisis venezolana termine afectando no sólo a su sufrido pueblo, como hasta ahora, sino a todos en la región. Sería realmente una inconsciencia total. Nicolás Maduro no puede estar por encima de la ley, cual monarca.*Ex Embajador de la República Argentina ante las Naciones UnidasEl Diario Exterior – Madrid