Fue inaugurado el año pasado por los presidentes Evo Morales y Cristina Fernández. Una combinación de metales en los anclajes, el agua y la polución de Buenos Aires lo dañan rápidamente. El deterioro se notó cinco meses después de ser entregado
Javier Méndez Vedia – [email protected] –
El monumento refleja la grandeza de Juana Azurduy, la heroína. Tiene nueve metros de alto y está en un pedestal de seis. Bolivia donó siete millones de bolivianos para su elaboración. Tres años tardó el escultor Andrés Zerneri en hacer el impresionante conjunto de bronce.
La obra fue un regalo del Estado boliviano a Argentina. Cuando se supo que el monumento sería colocado en el sitio donde desde principios del siglo pasado estaba la estatua de Cristóbal Colón, hubo opiniones a favor y en contra.
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Que se podía buscar otro lugar para el nuevo monumento. Que se debía respetar la buena voluntad de los residentes italianos, que donaron la estatua de Colón. Que ya era parte de la historia de la ciudad.
Que, además, la idea de sacar al navegante genovés de ese sitio fue de Hugo Chávez, porque al salir de la Casa Rosada, le dijo a Cristina que debía sacar de ahí a “ese genocida”.
Finalmente, en julio del año pasado, el Día de la Confraternidad Argentino-Boliviana, que es también el supuesto día del nacimiento de Juana Azurduy, se inauguró el monumento. Cristina Fernández y Evo Morales encabezaron los actos.
Así quedó instalada la efigie, que tiene las manos grandes, al estilo de los muralistas americanos. “Desde la avenida La Rábida se verá a los hijos de Juana”, explicaba el escutor Zarneri a los medios, y los gobernantes verían “el rostro serio de una mujer que lleva en su mano una espada.
Quise que la sostuviera con la izquierda para quitarle rigor bélico; la espada como una guía, no sostenida por la mano que mata”.
La comisión nacional de museos, monumentos y lugares históricos de Argentina hizo un estudio para ver el grado de deterioro de esta obra, que tiene problemas de oxidación y perforaciones.
Pocos meses después
Las primeras señales del deterioro del monumento eran ya visibles cinco meses después de su emplazamiento. En abril de este año, un informe de la restauradora Cristina Lancellotti, que ha trabajado en Florencia (Italia) y en la restauración de la fachada de la Casa Rosada, detalla los daños que ha sufrido en este corto tiempo el gigantesco monumento.
Según dice a EL DEBER la restauradora, el monumento le gusta mucho. “Tiene mucha fuerza”, dice. “El escultor logró muy bien los volúmenes. A nivel artístico me gusta mucho”, dice. Pero, por dentro del monumento, la situación es diferente.
La estructura que sostiene el conjunto es lo primero que la experta observa. “Combinaron vigas de hierro, tubos de bronce, planchuelas de bronce y bulones aparentemente de acero inoxidable. Diferentes metales que combinados pueden ocasionar corrosión y degradación de los materiales, poniendo en peligro la resistencia mecánica de la estructura”, dice el informe, presentado a la Comisión Nacional de Museos y de Monumentos y Lugares Históricos.
Explica Lancellotti que la combinación de hierro, bronce y acero puede provocar una corrosión galvánica, un proceso electroquímico favorecido por un lugar húmedo. Este proceso “con el tiempo provoca corrosión en el más débil o noble de los metales.
Es una regla de los metales”, aclara.
Hay agujeros y aberturas en diferentes sectores de la escultura, lo que permite el ingreso del agua al interior. “Esto producirá una avanzada degradación en la estructura metálica interna”, advierte.
Continúa el informe: “En la parte exterior se observa abundante agua en la base de la escultura, sin drenaje. También hay presencia de diferentes materiales, como si no estuviera acabado. Evidentemente no se han finalizado los trabajos en la base de la escultura, y esto puede provocar deterioros serios con el tiempo”.
Las manchas oscuras del monumento son, posiblemente, causadas por las planchuelas que han sido soldadas por dentro. Hay desprolijidad en la técnica de soldaduras en la estructura interior, y probablemente no se tuvo en cuenta el espesor del bronce al momento de realizar las soldaduras.
La pátina o capa protectora que se coloca en el bronce tampoco parece ser la adecuada. “En las obras de bronce, la pátina se hace con calor. Eso produce una oxidación que no es negativa, es la pátina verde. Después de los años, cuando se interviene en la obra, se respeta esa pátina”.
El monumento de Zerneri no tiene una buena pátina, es decir, una buena capa protectora. Se desprende con facilidad y expone el metal a la intemperie. “Tenía una pátina en frío, pero le falta. Es algo que tiene que definir el artista. Él va a determinar el color, sobre todo.
Normalmente, los colores van de los marrones a los verdes azulados”, explica la experta. Entre sus recomendaciones finales está la protección de todo el monumento con una cera microcristalina, la eliminación del óxido de hierro que causa las manchas, terminar la base donde se acumula agua, mejorar la estructura, que es precaria, y finalmente, aplicar la cera. Todo eso, asegura Lancellotti, podría tomar entre dos y tres meses. Por su gran peso y volumen, no será necesario mover el monumento.
¿Debe reclamar Bolivia?
Fue quien donó la obra. El ministro de Autonomías, Hugo Siles, dice que se podría hacer alguna representación, aunque aclara -como experto en Relaciones Internacionales- que el mantenimiento es responsabilidad de la ciudad de Buenos Aires.
“El Estado boliviano cumplió con la donación de ese monumento histórico. Quien se hace cargo es la ciudad”, dice. Además, sostiene que poner el monumento de una heroína que luchó por ambos pueblos fue un acierto. Siles dice que la polución de Buenos Aires ha contribuido a ese daño, y Lancellotti opina lo mismo.
Los monumentos de Europa, más industrializada y con más polución que América, se dañan más. EL DEBER contactó a la oficina del embajador boliviano en Argentina, Liborio Flores, que prometió una entrevista sobre el tema mañana
El hierro jamás debe estar en contacto con el bronce porque causa corrosión
El escultor Juan Bustillos ha realizado varias obras en bronce. Aunque le gustaría ver de cerca el monumento a Azurduy, considera que el bronce y el hierro no pueden estar nunca en contacto en obras de este tipo.
“El hierro se corroe rápidamente y daña al bronce. Crea fisuras y mancha. Es terrible”, comenta. Si hay hierro en la estructura, debe estar protegido con algún tipo de espuma y pintura automotiva para que el metal quede aislado totalmente.
Además, la expansión y contracción del hierro con las temperaturas extremas alteran al cobre. Para colocar la protección al bronce se usa amoníaco. Así, en pocos días, se obtiene el color verde que normalmente tomaría tres años en sustituir el dorado del bronce.
Si se trata de una ciudad con mucha población y polución (como Santiago o Buenos Aires), se puede utilizar una pátina de color más oscuro. Esta pátina no solo tiene un fin de protección, sino estético, explica el escultor.
Fuente: eldeber.com.bo