El truculento crimen real que ha inspirado la nueva película de James Franco


Una estrella del cine X menor de edad, productores sin escrúpulos peleándose por él y un asesinato con violencia. Conozca la verdadera historia de ‘King Cobra’.

Cartel de

Con la pornografía ocurre como con los documentales de animales de La 2, pero al revés: nadie reconoce en público que la consume, pero las cifras millonarias que factura cada año –y sobre todo la audiencia que tienen este tipo de páginas en Internet– aseguran lo contrario. Queda demostrado que el sexo interesa más de lo que estamos dispuestos a admitir. Lástima que por culpa de este pudor estemos perdiendo la oportunidad de conocer la trastienda de una industria que dejaría a la crónica negra de Hollywood en un inocente juego de niños.Tampoco debería extrañarnos esta confluencia. Salvo el detalle de rodar escenas de sexo explícito, los habitantes del planeta cine X tampoco son tan diferentes de los del cine normal: ambos cuentan con un starsystem apoyado por una fiel legión de fans, en ambos hay productores que gobiernan en la sombra y, sobre todo, en ambos campan a sus anchas conspiraciones y puñaladas traperas que ríase usted del PSOE de Pedro Sánchez.Por suerte para los más moralistas de vez en cuando ambas industrian se fusionan para que los vergonzosos puedan disfrutar de los entresijos del cine X sin miedo a ser acusados de nada. Es cierto que la mayoría de las veces es la indistria pornográfica la que toma la iniciativa grabando baratas parodias X de títulos que han reventado la taquilla. Pero cuando la sinergia funciona al revés, cuando son los directores de prestigio los que se atreven a narrar para todos los públicos historias reservadas a los mayores de 18 años, es cuando solemos llevarnos agradables sorpresas.Ahí está para demostrarlo, por ejemplo, el Boogie Nights de Paul Thomas Anderson. Un filme que narraba sin adornos y sin rodeos el origen, ascenso y caída de un actor porno durante la década de los 70 que protagonizaron por Mark Wahlberg y Julianne Moore. Aquella cinta borró de un plumazo varios tabúes del cine comercial clásico, entre ellos, el de que no pasaba nada porque un protagonista masculino enseñara su pene –prótesis en este caso– en un primer plano. Concretamente en el que cerraba el filme. Aquel trozo de plástico era lo último que los espectadores veían antes de los títulos de crédito.Claro que no fue aquello lo que convirtió esa película en un título de culto que ahora –y siempre haciendo caso de las buenas críticas recibidas en festivales como Tribeca– por fin ha encontrado sucesor. Y eso que antes lo intentaron títulos como Lovelace con Amanda Seyfred en el papel de la protagonista de la mítica Garganta profunda.

Pero al final ha sido King Cobra, la nueva película de James Franco, la encargada de devolver con honores el mundillo del porno a la pantalla clásica. Y no de un porno cualquiera, no. Del porno gay, que todavía tiene más mérito si cabe. Claro que, ¿quién podría resistirse a conocer de primera mano la historia real de un crimen que hace una década hizo tambalear los pilares de aquella industria?

 BRYAN KOCIS, el muerto que nadie conocía

Cuando la policía entró en aquella mansión calcinada aquel 24 de enero de 2007 les costó creer lo que encontraron. Aquella era una casa en una pequeña ciudad de Pensilvania, no una ubicada en una lujosa urbanización de Los Ángeles donde, para qué negarlo, este tipo de crímenes ocurren con más frecuencia.Los policías habían llegado hasta allí después de recibir una llamada de los bomberos. No esperaban que al extinguir las llamas se encontrarían en el salón el cadáver de un hombre con la garganta rebanada y con más de 28 puñaladas. Se trataba del cuerpo de Bryan Kocis, aunque su identidad solo se descubrió después de que se hiciera una autopsia y se cotejaran los registros dentales. El cuerpo había ardido hasta el punto de que no era posible identificarlo de otra manera.Tampoco podía decirse que Kocis fuera alguien que llamara demasiado la atención cuando estaba vivo. Nacido y criado en Larksville, otro pueblo cercano al lugar del crimen, este hombre de 44 años graduado con honores en el Rochester Institute of Technology se había acostumbrado a pasear por el barrio escondido bajo una gorra de beisbol y unas enormes gafas de sol. No quería que nadie reconociera al hombre que, varios años atrás, en 2002, tuvo que abandonar su ciudad natal después de que le acusaran de mantener sexo con un menor. Al principio se le acusó de pedofilia, pero cuando en un juicio quedó demostrado que el joven con el que se había acostado después de conocerse en un chat le había mentido con su edad, fue condenado a un año de libertad condicional.Repudiado por sus vecinos, sin trabajo y en bancarrota, Kocis decidió probar suerte con un nuevo negocio que le permitiría monetizar su afición a grabar sus encuentros sexuales: la pornografía. Se especializó en rodar cintas de bajo presupuesto con actores muy jóvenes que, además, accedían a mantener sexo sin preservativo. Una práctica, por cierto, totalmente prohibida y muy mal vista en los estudios más profesionales que trabajaban en California, donde entonces el bareback no se practicaba nunca.

=> Recibir por Whatsapp las noticias destacadas

James Franco, Christian Slater y Garrett Clayton, durante el estreno de la película en Tribeca.

A pesar de todo, las cintas de Kocis encontraron su público, y ya bajo el sello Cobra Video –de ahí que Kocis fuera conocido con el sobrenombre de King Cobra–, empezó a producir, rodar y distribuir desde su casa títulos pornográficos donde jóvenes efebos mantenían sexo frente a la cámara sin que ninguno de sus vecinos lo supiera. Fue en una de sus películas, Every Poolboy’s Dream, donde encontró en 2004 a Sean Lockhart, con el que firmó inmediatamente un contrato para tenerlo como actor en exclusiva. Se trataba de un chaval de aspecto aniñado que recordaba al Zack Efron de High School Musical y que quizás les suene más por su nombre artístico: Bren Corrigan. Bueno, o igual no. Habíamos quedado en que nadie consume pornografía, ¿verdad?

la gallina de los huevos de oro

Corrigan no tardó mucho en convertirse en una estrella. Sus películas se vendían como churros, e incluso ganó algunos premios por sus capacidades interpretativas. El chaval se había convertido en un filón, uno del que King Cobra sacó dinero suficiente para comprarse una mansión al lado de un lago, coches de lujo y vacaciones de ensueño. Pero el dinero no era su único capricho. A King Cobra también le gustaba mantener relaciones sexuales con Corrigan, que accedía a ellas por miedo a perder su estatus en la industria y que se convirtió en algo parecido a un socio con derecho a roce.

Un par de años después, en 2004, Kocis y Corrigan decicieron mudarse a San Diego para escapar de unos vecinos que empezaron a realizar demasiadas preguntas incómodas. Vecinos que no entendían que hacía aquel jovencito viviendo con ese señor tan extraño. Fue en esa nueva ciudad donde Corrigan conoció a Grant Roy, un empresario que por supuesto también se encaprichó de él.

Corrigan y Grant Roy no tardaron en convertirse en pareja e irse a vivir juntos, algo que a Kocis no le hizo nada de gracia. Aunque los problemas no empezaron hasta que Corrigan, consciente de su fama y su poder de convocatorio, quiso explotar su propia marca en 2005. Para eso necesitaba romper el contrato con el que fuera su descubridor, pero este no estaba dispuesto a dejar escapar fácilmente a su gallina de los huevos de oro.Comenzó así un juego sucio que terminó fatal. Primero, Corrigan admitió que había falsificado sus documentos de identidad para poder rodar películas pornográficas siendo menor de edad, algo que obligó a Kocis a retirar algunos títulos de su catálogo del mercado. Después, cuando intentó trabajar con otros estudios, fue Kocis fue el que denunció a Corrigan por incumplimiento de contrato y explotación de una marca que no le pertenecía. La guerra-pescadilla que se mueve la cola.Todo parecía imposible de solucionar hasta que entró en discordia un nuevo agente: el dinero. Mucho dinero. Corrigan y Grant Roy habían conocido en Las Vegas a un productor llamado Harlow Cuadra que les afirmó que estaba dispuesto a pagar cerca de 30.000 dólares al actor por cada película que rodara con él. Ellos le explicaron que hasta que no se solucionara el tema del contrato con Cobra Video no podrían hacer nada. Cuadra les dijo que no se preocuparan, que el conocía alguien que lo solucionaría. Aquel encuentro tuvo lugar el 11 de enero de 2007.Dos semanas después, Bryan Kocis aparecía asesinado en su casa. Pasados unos meses, Harlow Cuadra y otro complice, Joseph Kerekes, fueron detenidos después de que la policía encontrara pruebas en un ordenador que había sobrevivido al incendio. Pruebas que les incriminaban directamente con ese crimen. Ambos se declararon inocentes, pero en diciembre de 2008 Kerekes fue sentenciado a cadena perpetua, la misma pena que recibió Cuadra en febrero de 2009.

Hoy, Brent Corrigan sigue trabajando en la industria del porno. También ha rechazado hacer un cameo en la película que cuenta su vida. Dice que el filme en el que James Franco interpreta a Joseph Kerekes y Christian Slater a Bryan Kocis no cuenta la verdad. Y eso que nadie hoy le acusa de tener nada que ver con el asesinato de su descubridor que le dio la libertad. Al menos nadie lo ha demostrado.

Fuente: revistavanityfair.es


×