La serie de la NBC abrió brecha en la representación gay en televisión, pero al mismo tiempo dejó en evidencia los males en materia LGTB+ de la sociedad que la celebraba.
Vuelve Will & Grace. Era un rumor a voces, pero fue ayer por la tarde cuando la cadena NBC confirmó que en la temporada televisiva 2017-2018 recuperará una de sus series más premiadas. Eric McCormack, Debra Messing, Sean Hayes y Megan Mullally recuperarán los personajes que los convirtieron en estrellas –todos ellos ganaron el Emmy– durante al menos diez episodios. Los creadores Max Mutchnick y David Kohan volverán a ejercer de productores, mientras que el eterno James Burrows volverá a dirigir cada uno de los capítulos que formarán un regreso que ya anticipó el sketch especial que los cuatro actores grabaron el pasado mes de septiembre para apoyar a Hilary Clinton en su carrera presidencial y que dejó claro que su innegable química sigue igual de viva que cuando la serie se despidió de la audiencia en 2006.
Aunque nunca llegó a alcanzar la popularidad internacional de su compañera de parrilla Friends, Will & Grace promedió más de 13,7 millones de espectadores durante 187 episodios e hizo historia desde su estreno. El 21 de septiembre de 1998 la comedia multicámara se convirtió en la primera serie de la historia de la televisión que se estrenaba con un personaje abiertamente homosexual como protagonista. “Lo tomas o lo dejas” dijo la cadena a la audiencia un año después de que Ellen DeGeneres protagonizase una histórica salida del armario en la serie que llevaba su nombre. La NBC desafió a la audiencia, estos recogieron elegantemente el guante y la televisión cambió para siempre. Sin embargo, ya no vivimos en los años noventa y los responsables de Will & Grace se enfrentarán en su regreso a la parrilla a una generación de espectadores y críticos muy diferente.Atreverse a colocar a Will en el centro de la acción marcó un antes y un después en la representación de la comunidad LGTB+ en la pequeña o la gran pantalla –el cine aún tiene que estrenar un gran éxito comercial con un personaje homosexual al frente de la historia–, pero dos décadas después ya no es suficiente con tener un protagonista gay. Will & Grace debe y necesita ir más allá.
En los siguientes 150 capítulos de la ficción solo hubo once besos más entre dos hombres. Es probable –y significativo– que los personajes de Grace y Karen se diesen más besos entre sí, aunque nunca desde una perspectiva romántica
En su recorrido inicial por las parrillas –en España se emitió a través de La 2 y Fox– Will Truman era un hombre bien parecido, inteligente, simpático y con una exitosa carrera como abogado. Sin embargo, su vida sentimental era inexistente. La serie aguantó ocho temporadas en el aire, pero la relación más importante del letrado sucede justo antes del primer capítulo. Aunque Will pasa siete años con un hombre llamado Michael, éste solamente apareció en un episodio. En la tercera temporada el abogado inicia una relación con un periodista deportivo interpretado por Patrick Dempsey que se negaba a salir el armario, pero el interesante debate no fue más allá de una trama episódica. Los guionistas dejaron pasar la oportunidad de seguir abordando las dinámicas y conflictos de las relaciones entre hombres y pasaron a otra cosa sin hacer demasiado ruido. Hasta uno de los capítulos finales de la sexta entrega de la sitcom Will no conoce a Vince, un policía con el que mantiene una relación significativa hasta el final de la serie. Mientras tanto, la desastrosa Grace no deja de encadenar pareja tras pareja, manteniendo citas que se convierten en fuente de tramas de humor dentro de la serie. En el caso de Will esos momentos no suceden o pasan fuera de plano. La cadena y los productores parecían tenerlo claro: había que normalizar la homosexualidad, pero no lo suficiente como para arriesgarse a incomodar a los espectadores más conservadores. En un capítulo de la segunda temporada los guionistas respondieron a las quejas de la audiencia sobre la falta de momentos afectuosos entre hombres en la serie con una trama en la que Will y Jack estaban indignados por la ausencia de besos gays en televisión. Para luchar contra la injusticia, los amigos se besaban en mitad de una manifestación que estaba siendo retransmitida en directo. El chiste autoreferencial estaba hecho, pero la situación no cambió particularmente. En los siguientes 150 capítulos de la ficción solo hubo once besos más entre dos hombres. Es probable –y significativo– que los personajes de Grace y Karen se diesen más besos entre sí, aunque nunca desde una perspectiva romántica.Will & Grace no es la única serie que ha sido cuestionada por este motivo. Modern Family, la primera ficción de una cadena generalista estadounidense en incluir dos padres gais como protagonistas, fue criticada porque Cameron y Mitchell eran la única pareja de la serie que no se besaban en la boca. Los guionistas respondieron creando una trama en la que Mitchell confesaba que sentía pudor al tener muestras de afección en público con sus parejas. En las siguientes temporadas se besaron en más ocasiones, pero hasta que la opinión pública no hizo presión los guionistas, una vez más, no se atrevieron a retratar y dejar claro que, efectivamente, el amor no es más que amor. Venga de quién venga.
Los retratos de los personajes en las telecomedias a menudo apuestan por simplificaciones y estereotipos, pero no por ello deja de ser desafortunado que Will & Grace no aprovechase la oportunidad de crear matices y capas en el retrato de los homosexuales –hasta entonces ignorados por la televisión–. Will y Jack representaban dos formas simplistas de entender y presentar la homosexualidad. El abogado presentaba rasgos heteronormativos, como si fuese un personaje que se avergonzase de su sexualidad y todo lo que conlleva. Sus únicas concesiones a la comunidad LGTB+ eran sus referencias culturales. Jack, en cambio, encaja en el modelo de gay afeminado y frívolo, obsesionado con Cher y los musicales de Broadway. Sin quererlo, las etiquetas de Jack y Will se convirtieron en una forma de simplificar y poner en un cajón a los hombres homosexuales.Si no hablamos de la representación de las lesbianas en la serie es porque, directamente, fue inexistente o irrelevante – Britney Spears interpretó a “una lesbiana hardcore adicta al cuero” en un capítulo.Quizás sea injusto exigir a Will & Grace que, además de dar visibilidad al colectivo, lo ejemplificase en seres humanos con deseos, miedos y vidas sexuales, pero el fenómeno de involuntaria homofobia interna que persiguió en ocasiones a la serie durante su emisión no ha sido un episodio aislado en la historia de la representación audiovisual de la comunidad LGTB+ y sus problemas. Nadie puede negar que la película Philadelphia ayudó enormemente a naturalizar la conversación sobre el SIDA y a humanizar a los pacientes que la padecían. Sin embargo, 25 años después su visionado resulta incómodo y, por momentos, reaccionario. Es el precio que la obra que tuvo que pagar para el gran público accediese a verla.Todas las obras de arte tienen un contexto que hay que tener en cuenta a la hora de analizarlas. Lo que el viento se llevó es una de las películas más importantes de la historia del cine. Sin embargo, su discurso racista y conservador es indefendible ochenta años después. Will & Grace no era perfecta, pero reconoció que los homosexuales existían. Sin su éxito quizás no hubiesen llegado Keith y David para demostrar en A dos metros bajo tierra que una relación sentimental entre dos personas homosexuales tiene los mismos gozos y las mismas sombras que una entre dos personas heterosexuales.Con el regreso de la serie que les hizo millonarios, Mutchnick y Kohan –que intentaron repetir el éxito de la serie con Partners, una sitcom fallida construida alrededor de la amistad entre un hombre gay y uno heterosexual– tienen una oportunidad para ir más allá y demostrar que el retrato simplista y en ocasiones huidizo de sus personajes fue una herencia temporal más que una decisión artística. Lo que esperamos que no cambie es el extraordinario timing de su reparto y el gran dominio del humor físico en sus gags, solo igualado posteriormente por las comedias de Tina Fey. Durante años Will & Grace presentó semanalmente los veinte minutos más divertidos de la televisión. No podemos tener más ganas de que vuelva, aunque sólo sea con –por el momento– diez episodios más.Fuente: revistavanityfair.es