Con ingresos que superan los 27 mil millones de dólares al año, las principales organizaciones criminales de la península han demostrado una extraordinaria capacidad para sobrevivir a los cambios de época
«La mafia aún es fuerte y está presente. Controla actividades económicas legales e ilegales, y trata de dominar pedazos de territorio». No lo dijo una persona interesada en generar alarma. Lo dijo Sergio Mattarella, el presidente de Italia, que nació en Sicilia y que tiene una trágica historia de vida marcada por la violencia criminal: su hermano fue asesinado por la Cosa Nostra en 1980.
«La mafia, o mejor dicho, las mafias, todavía ejercen un poder muy fuerte, sobre todo en algunas áreas del país y en ciertos sectores de la economía. Evolucionaron con el tiempo: su poder no ha mutado tanto en intensidad como en su modus operandi. El componente violento disminuyó (excepto en la región napolitana), pero el empresarial aumentó, a juzgar por el incremento en la corrupción, el lavado de dinero y en la confiscación de propiedades. El nivel de infiltración en algunas áreas es enorme, por ejemplo en Calabria y en sectores como la construcción, donde una de cada cuatro empresas han sido confiscadas por vínculos mafiosos», explicó a Infobae Michele Riccardi, investigador de Transcrime, prestigioso centro de investigación sobre crimen transnacional.
La presencia de la mafia en el territorio italiano es muy despareja. El mapa muestra claramente que actúa principalmente en el sur del país. No es casual: el crimen organizado prolifera en las regiones más pobres, donde las instituciones del estado y de la sociedad civil son más débiles, y las desigualdades entre el norte y el sur son brutales en Italia. No hay una sola provincia norteña que tenga un índice de presencia mafiosa alto, y sólo hay cuatro de nivel medio: Imperia (14,41), Génova (14,27), Trieste (10,47) y Milán (8,15). En cambio, en los primeros puestos del ranking están Nápoles (101,57), Reggio Calabria (80,25), Vibo Valentia (60,36), Palermo (58,2) y Caltanissetta (53,18).
Giustina Manica, investigadora del Departamento de Ciencias Políticas y Sociales de la Universidad de Florencia, tiene una visión algo menos negativa, pero que no deja de ser preocupante. «Creo que la mafia es hoy menos fuerte que en el pasado —dijo en diálogo con Infobae—. La Policía y la Justicia han hecho un trabajo importante para enjuiciar a los principales jefes mafiosos. Eso no significa que las mafias han sido derrotadas. Hoy más que nunca tienen altos niveles de fluidez y de mimetización, que les permiten vivir en sociedad sin ser descubiertas. Así que no podemos bajar la guardia ni desviar la atención en esa lucha».
Más allá de la comparación con el pasado, todos coinciden en que el poder de la mafia sigue siendo enorme. Lo que ocurre es que cambiaron sus formas, sus estrategias. «La mafia ha mudado de piel. Las organizaciones criminales hoy prefieren trabajar en silencio. Es más, exigen silencio. Las masacres y las bombas en las calles son parte de una época en la que las mafias, con la Costa Nostra a la cabeza, querían actuar como un contraestado. Hoy ya no les interesa levantar el perfil. Más que destruir al estado quieren infiltrarlo, para influir desde dentro, incluso uniéndose a él en pos de una forma orgánica de explorar todas las posibilidades de ganancia», explicó Piero Ferrante, periodista de la revista Narcomafie, dedicada a investigar el crimen organizado en Italia, consultado por Infobae.
Para tomar dimensión de la envergadura de las organizaciones mafiosas italianas basta revisar los ingresos siderales que obtienen por sus principales actividades. El narcotráfico, su negocio más rentable, les reporta beneficios por 7.730 millones de euros al año, según datos de Transcrime. Le siguen la extorsión (4.760 millones), la explotación sexual (4.660 millones), la falsificación y el contrabando (4.540 millones) y la usura (2.240 millones).
Supervivencia y regeneración
Lo que más sorprende de la mafia italiana es su extraordinaria capacidad de adaptación a los cambios de época. Las tres principales organizaciones que operan en la Italia del siglo XXI tienen orígenes que se remontan al siglo XIX o incluso antes. La Camorra es la más antigua y, según Transcrime, es también la que más recauda: 3.750 millones de euros al año. Su base de operaciones es la región de Campania, especialmente su capital, Nápoles. También tiene presencia en la Toscana, más hacia el norte del país.
«La Camorra está en constante evolución —dijo Riccardi—. Si por un lado los clanes más poderosos (como el Casalesi) fueron duramente golpeados en los 90, por otro lado, en el área de Nápoles y Caserta emergieron grupos muy fragmentados y violentos que pueden ser asimilables a las bandas que están presentes en los suburbios parisinos y de otras grandes metrópolis globales».
La ‘Ndrangheta es, con 3.490 millones de euros al año, la segunda en las estimaciones de ingresos. Sin embargo, la mayoría de los expertos sostiene que es desde hace tiempo la que más está creciendo. «Es la mafia italiana más potente del momento, con un rol muy importante en el narcotráfico internacional (con vínculos con organizaciones colombianas y mexicanas), y una gran capacidad para infiltrarse en la economía legal», apuntó Riccardi.
La ‘Ndrangheta es originaria de la región de Calabria, donde tiene el monopolio de los negocios ilegales y de buena parte de los legales. Pero además logró expandirse mucho más que sus rivales en regiones del norte, como Emilia Romaña, Piamonte y Lombardía, e incluso en otros países de Europa. «Son muchas las razones, pero una de las principales es su involucramiento en el tráfico de estupefacientes, cocaína en primer lugar. Tiene sólidas conexiones con traficantes internacionales y ha reemplazado a la Cosa Nostra, que era muy activa en la ruta Italia—Estados Unidos para la heroína», contó a Infobae el sociólogo Vittorio Mete, investigador de la Universidad de Florencia especializado en política y mafias.
La Cosa Nostra, que en algún momento fue la organización criminal italiana más importante, hoy aparece tercera en recaudación, con 1.870 millones de euros. Sicilia es su corazón, pero tiene tentáculos que se extienden hasta Friuli-Venecia Julia. «En la actualidad es más débil de lo que era en los 70, 80 y principios de los 90 —continuó Mete—. Tiene menos hombres a su servicio, disminuyó su capacidad para ganar dinero por protección, y carece del peso político y económico que tuvo en el pasado. Hasta su dimensión militar se ha atenuado. En gran medida se debe a la reacción estatal ante las bombas que puso en 1992 en Sicilia, causando la muerte de dos jueces (Paolo Borsellino y Giovanni Falcone), de guardaespaldas y de la esposa de Falcone, y las que puso en 1993 en otras grandes ciudades italianas como Roma, Florencia y Milán«.
En cuarto lugar aparece la única mafia relativamente reciente, la Sacra Corona Unita (SCU). Surgida a comienzos de los años 80, actúa exclusivamente en Apulia, sobre todo en Bari, su capital. Sus ganancias rondan los 1.120 millones de euros. «La SCU —dijo Ferrante— controla en verdad la parte meridional de la región, el Salento. En el resto de Apulia hay distintos grupos criminales muy violentos que operan de forma independiente. Es la mafia más descarnada».
El retroceso de la Cosa Nostra se verifica claramente cuando se ve que el 39% de las empresas confiscadas por la Justicia entre 1983 y 2011 por sus vínculos mafiosos pertenecían a esa organización. El 23% eran de la Camorra, el 13% de la ‘Ndrangheta, el 8% de la Sacra Corona Unita (SCU) y el 17% restante de otras.
El fracaso del estado y de la sociedad
«Las mafias actúan en contextos de vulnerabilidad, de proliferación de la corrupción, de la evasión fiscal, de mucho dinero en efectivo, de una política débil e incapaz de gobernar los procesos públicos. Una lectura rápida hace pensar que son un motor económico en muchas regiones del sur, porque financian empresas e incluso crean empleo, a su manera. Esto a veces termina generando un consenso social. Pero la realidad es que el accionar mafioso potencia la corrupción y contamina la economía, alternado la asignación de recursos y, a largo plazo, favoreciendo las crisis«, sostuvo Riccardi.
Para entender la imposibilidad de Italia para erradicar el crimen organizado no basta con señalar a la corrupción política, que es sin embargo un factor determinante. Hay que apuntar también contra las debilidades de la economía y contra una ciudadanía de baja intensidad, dispuesta a aceptar soluciones fáciles a problemas difíciles, y a tolerar respuestas ilegales y nocivas en el largo plazo para atender a necesidades inmediatas.
«Es cierto que las mafias han permeado las instituciones administrativas, políticas y económicas, pero también es cierto que eso fue posible por nuestros débiles anticuerpos civiles. Estamos dispuestos a vender grandes porciones de libertad en nombre de ciertos intereses. Los votos no los obtienen los que hacen las mejores propuestas, sino los que prometen favores a cambio. Así, las organizaciones criminales tienen verdaderos paquetes de votos y de votantes, y funcionan como puentes entre la sociedad civil y la política, lo que supone el funeral de la democracia y de la libertad de elección», concluyó Ferrante.
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Fuente: infobae.com