Sara dejó atrás las reglas menonitas


Silvana VincentiSilvana Vincenti



“Quiero lograr mucho más de lo que hasta ahora han logrado las menonitas, porque hay muchos como yo que no se animan, que se atrasan, se quedan ahí y no van por más. Tengo muchos deseos de crear una bonita historia y poder contarla a mis hijos”, confiesa Sara Peters Groening (21), una bella descendiente de canadienses y beliceños que vive en el campo, en Villanueva (Pailón), junto con su madre.

Ama su niñez y su vida casi silvestre en medio de árboles y animales, sin caótico tráfico. Pero su escultural figura, su estatura de 1,75 metros, su sonrisa con hoyuelos y su mirada color cielo no son invisibles en una comunidad tan pequeña y ya la barra se hizo cada vez más brava: varios familiares y amigos, al unísono, le pedían que entre en las aguas del modelaje. Y ahí empezó a tejer esa historia que tanto quiere contar a sus futuros retoños.

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Precisamente se encuentra concursando en el Miss Tiens Región América, en busca de ser la embajadora global de la línea cosmética Tiens. Ya pasó varias instancias y es una de las preseleccionadas de Bolivia. Asimismo, ha modelado las prendas de la tienda Pícara Store y ahora está en tratativas para ser una de las azafatas de la Feria Exposición.

Todo esto empezó a llegar después de un triste momento, la muerte de su padre hace cinco meses, debido a un cáncer que empezó en los pulmones y que se expandió por todo el cuerpo. Ese trance obligó a Sara y a su madre a buscar nuevas formas de supervivencia, para comprar los remedios. Ambas trabajaron con una familiar, especializada en medicina.

Sara cuidaba a los niños, limpiaba y cocinaba, mientras que su madre daba masajes y arreglaba huesos, ‘arte’ que aprendió de sus antepasados. 
Sara es la menor de cuatro hermanos (los otros viven en Canadá). Nació en medio de una colonia menonita, pero su familia renunció a esa forma de vida cuando ella aún era pequeña, decisión por la que se siente muy agradecida. “No me imagino haber crecido así. Aunque muchos no estén de acuerdo, les cuesta encontrar alternativas porque no conocen otra cosa. Todavía no están acostumbrados a vivir tan abiertos y libres. Yo vivo en Villanueva, es una comunidad donde se fueron a vivir personas que se salieron de la colonia menonita y algunos se casaron con bolivianos. No es mi intención hacer quedar mal a los menonitas, pero a pesar de sus reglas estrictas, no siempre ayudan a quienes más lo necesitan y hay personas muy pobres, además, las autoridades no siempre cumplen las reglas que imponen”, cuenta.

Desde que su familia abandonó la colonia se ‘las buscaron’. El jefe del hogar se dedicó a enmallar propiedades y trabajó hasta cuando el cuerpo se lo permitió. Les heredó una humilde vivienda con poco revoque exterior. Precisamente hace poco Sara pintó su propio cuarto, y ella personalmente se encarga de mantener el césped. 

Tiene 21 años, un novio canadiense y, aunque finalizó el colegio en 2015, todavía no entra a la universidad debido a la distancia entre Santa Cruz y su hogar en Villanueva. Sabe que con un auto resolvería ese inconveniente. Eso sí, dice que no cambia el campo por nada, que quiere seguir viviendo de la misma forma en que creció, con animales y vegetación como su mayor exceso.

Es tímida y todavía se acalora con una entrevista, pero muere de las ganas de vencer sus propias inseguridades. “Siempre me interesó el modelaje, pero me faltaba el coraje para entrar”, confiesa con una inocencia poco común. 

Para su buena fortuna, tiene el total respaldo de su cortejo y de su madre en sus pininos como maniquí. “Ella no es cerrada para nada, es la mejor mamá del mundo, solo tiene miedo de que me pase algo, a menudo dice: ‘no quiero que algo te suceda, si vas a Santa Cruz no quiero que te roben;  tengo una hija hermosa’. Siempre me recuerda que le dolería mucho si algo me ocurriera y creo que está un poco asustada y también celosa. Le cuesta entender que estoy creciendo, tomando mi camino”, confiesa.

Gracias al popurrí cultural que tiene como ascendencia, Sara habla perfectamente tres idiomas: alemán, español e inglés. Estuvo hace poco en Canadá, por ocho meses, junto a sus hermanos, pero para ella abandonar Bolivia no es una opción. 

“Me gusta mucho este país porque he nacido aquí, es como mi casa. Mis abuelos eran canadienses, pero ese lugar solo me agrada para ir de visita porque es demasiado frío; aquí, aunque sea invierno, hay días soleados”, dice la amante de los pantalones cortos. No conoce Bélice, la tierra de sus padres, pero si gana el concurso de Tiens, que finaliza hoy su votación por internet, podría llegar a India.

Y así va escribiendo los capítulos del cuento para sus pequeños, porque eso sí, enloquece con la idea de ser mamá un día. 

Fuente: sociales.com.bo