Ambas saben lo mucho que vende la historia de una mujer con el corazón destrozado
“Brad Pitt por fin le pidió perdón a Jennifer Aniston”. “Brad Pitt y Angelina Jolie: ¿a un paso de volver?”. “El culebrón continúa entre Angelina Jolie y Jennifer Aniston”.
De todas estas “noticias” surgidas en los últimos meses, sólo hay una que sea verdadera y podamos afirmar que lo seguirá siendo en el futuro: la de que el culebrón entre Angelina Jolie y Jennifer Aniston continúa y va a continuar durante mucho, mucho tiempo. No porque sus implicadas quieran o demuestren el más mínimo interés en verse implicadas en él, sino porque sus nombres han quedado unidos de forma indisoluble a uno de los escándalos de nuestro siglo –que Brad Pitt dejase a su esposa Jennifer Aniston para iniciar una relación con Angelina Jolie- y el penúltimo episodio, el de la sorpresiva ruptura del matrimonio Pitt-Jolie, solo ha echado más leña al fuego.
Parte del público, a juzgar por las informaciones (muchas inventadas) que publican los tabloides, ha visto en esta separación un equilibrio de la balanza cósmica por lo sucedido ya en un lejano 2005. Literalmente, se ha publicado que la reacción de Jen fue, en la mejor tradición de Me llamo Earl, un lapidario “Es el karma”. Otros titulares añaden más sal al fuego al insinuar que Brad deseaba volver con su ex esposa Aniston negándose a olvidar un triángulo amoroso que hace mucho que dejó de existir.
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Lo que describimos hace tiempo aquí sigue de plena actualidad pero con un giro todavía más perverso. Ahora el mundo quiere ver en Angelina a una nueva Jennifer. Entiéndase por Jennifer no a la poderosa y taquillera actriz de comedia, sino a la desgraciada abandona por su marido hundida en la miseria por la humillación pública. Da igual que la vida privada actual de Jen, casada con Justin Theroux, indique una realidad bien distinta. En el imaginario colectivo, ella es la víctima sufridora y ahora a Angie le toca ocupar su papel.
Da igual que las implicadas hayan pasado página como en el caso de Aniston o estén ocupadas de verdad en lidiar con un complejo proceso emocional y legal, como Jolie, y su última preocupación sea la existencia de la ex de su ex. El mundo quiere sangre y no se ha cansado ni por un instante de una rivalidad –la rubia y la morena, la novia de América y la mujer fatal reconvertida en embajadora de la ONU- que nos retrotrae a los antagonismos de series como Dinastía o Sensación de vivir con su Kelly-Brenda. Claro que aquí hablamos de personas reales, aunque tan inalcanzables y con existencias tan distintas como si fuesen de ficción.
Si las vidas de Aniston y Jolie interesan y provocan reacciones furibundas más allá de las de otras actrices es, en parte, porque son un espejo de las exigencias que pone la sociedad en las mujeres. Hay que ser hermosa, deseable, sexualmente atractiva de los 20 a la cincuentena, tener éxito profesional y sobre todo, personal. ¿Pero qué es el éxito personal para ese implacable inconsciente colectivo? Tener pareja e hijos. Cuando la pareja es Brad Pitt, uno de los actores más famosos del mundo y de los hombres considerados más bellos de la tierra, el triunfo puede considerarse total. Claro que lo que ocurre cuando ese hombre te deja o vuestra relación se rompe por motivos no del todo aclarados (que implican abuso de alcohol según el propio implicado), la caída en desgracia es estratosférica. Da igual que el resto de las faceta de tu vida sean completas o que disfrutes de la soltería de la mejor de las maneras posibles (véase Vince Vaughn o John Mayer), o incluso que no tengas el ánimo retozón; la soltería prende sobre tu cabeza como una espada de Damocles. Parece que el público no respiró tranquilo hasta que “conseguimos casar” a Jennifer Aniston con Justin Theroux, un atractivo buen partido. Ahora se han invertido los papeles.
Angelina no está restándole importancia a la seriedad de su ruptura. En varias entrevistas ha hablado de lo duro que está siendo para ella este año, con enfermedades como la parálisis de Bell y declaraciones como “lloro en la ducha para que mis hijos no me oigan”. Pero a su evidente dolor y sentimiento de desorientación parece que el espectador quiere sumar más oprobio, vergüenza y presión alimentando titulares como “Angelina se arrepiente de haber pedido el divorcio”. La estrella protagonizará más titulares (muchos inventados) en los próximos meses por su situación personal que por su dirección de la película Se lo llevaron: recuerdos de una niña de Camboya. Tener inquietudes artísticas y humanitarias está bien, claro, pero es mucho más interesante y vende más observar a una mujer con el corazón destrozado. Angie tiene derecho a estar de luto, sí, pero cuidado con pasar demasiado tiempo sola o, todavía peor, cuidado con emparejarse de nuevo demasiado pronto, a no ser que sea con Brad. Los designios de la presión social son volubles e insaciables.
Así que sí, Angelina Jolie es la nueva Jennifer Aniston pero no en el sentido en el que algunos creen. No en el de pobre desgraciada destrozada por el desamor, sino en el de vórtice del interés del mundo que no la va a dejar tranquila hasta que encuentre otra pareja, que es, como todos sabemos, el único baremo de éxito posible, el único que importa en la trayectoria de una mujer de la edad que sea. Hay una diferencia sustancial en la percepción de ambas, eso sí: al menos a Angelina no le darán la tabarra con que tenga hijos, algo de lo que Jennifer se ha quejado en una carta abierta titulada “No estoy embarazada, lo que estoy es harta”. Entendemos que con seis retoños, Angie ha cumplido con el cupo de satisfacción que le exige el mundo.
Fuente: revistavanityfair.es