
«No se pueden acelerar las etapas del dolor, ni tampoco evitarlas»
Durante la entrevista hizo hincapié en que es imprescindible pasar por todas las etapas del dolor, ya que ello es necesario para volver a vivir plenamente la vida y recordar con gratitud a los difuntos o los seres que hemos perdido, para así permitirles «vivir en nuestra alma» y que su recuerdo nos apoye. «El ciclo completo del sufrimiento causado por una pérdida realmente grave puede durar cerca de dos años. Esto se aplica a divorcios, enfermedades graves y cambios radicales en la vida. No se pueden acelerar las etapas del dolor, ni tampoco evitarlas», afirma la experta.
De acuerdo con la psicóloga, en las escuelas deberían enseñarles a los niños cuáles son las etapas del duelo para que aprendieran cómo se desarrolla el sufrimiento tras una pérdida, qué nos ayuda a superar el dolor y qué nos impide hacerlo. De lo contrario, en un momento difícil las personas nos encontramos solas con nuestra experiencia de confusión y aislamiento, sin entender cómo hablar de nuestro dolor con otros ni cómo tratar a una persona que acaba de pasar por una desgracia para no dañarla y no agravar la situación.»Conocer los patrones del sufrimiento es como una barandilla a la que agarrarse para bajar por una escalera empinada y resbaladiza», y nos ayuda a evitar «las dudas acerca de la confianza en uno mismo, el temor de que lo que uno está experimentando nunca termine o que no podamos manejarlo con dignidad», señala María.
Cuando entendemos que nos ha ocurrido una desgracia, nuestra primera reacción es el aturdimiento, el ‘shock’. «El ‘shock’ es un mecanismo protector muy importante que durante un tiempo nos permite no sentir el dolor agudo en su totalidad y nos prepara para el esfuerzo psíquico posterior», dice María.»Es lo que hace, por ejemplo, que las personas más cercanas al difunto no lloren en el funeral. Aunque algunas personas ‘benévolas’ puedan echarle en cara a una hija que perdió a su padre no haber llorado cuando los otros lo hacían», agrega la psicóloga.En realidad, la gravedad de la pérdida es mayor para la hija que para el resto, explica María. El ‘shock’ aquí es algo parecido a una «congelación», o a la «anestesia durante una operación»: «Si no hubiera ‘shock’, si pudiéramos eliminarlo, si tratamos de sacudir a una persona para que sienta emociones, esto puede llevar a una psicosis aguda», subraya la terapeuta. El ‘shock’ puede durar desde unas pocas horas hasta entre tres y siete días; si dura más es aconsejable acudir a la ayuda de un especialista.
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Una vez superado el ‘shock’, en las primeras etapas de sufrimiento por la pérdida una persona puede comenzar a «negociar» con la realidad o rechazarla. ¿Cómo sucede esto? «Por ejemplo, cuando una pareja se separa, algunas personas piensan: ‘Rompimos, pero no fue para bien. Tal vez él/ella se lo repiense y regrese si yo cambio, si crezco espiritualmente, si voy al gimnasio, si hago algo especial, o si enfermo'», comenta María.O bien otro ejemplo, más sutil: «A nivel intelectual se acepta que una persona se ha ido y nunca más volveremos a verla, pero la familia guarda sus cosas y deja intacta su habitación. Esto significa que este ‘trabajo de dolor’ no se ha completado del todo, porque a nivel emocional se sigue esperando a la persona que se ha ido«, dice psicóloga.
«La gente piensa que si visitan todos los monasterios del mundo, hacen grandes donaciones o consiguen un tiburón chino con un caparazón mágico la persona enferma se recuperará. Hay que entender que este tipo de fantasías son normales, pero son absolutamente contraproducentes a la hora de ser puestas en práctica«, dijo la psicóloga, que hace hincapié en la importancia crucial de reconocer y aceptar la pérdida en la etapa posterior al ‘shock’. En primer lugar, hay que hacerlo al menos a nivel intelectual, y luego a nivel emocional y físico.


La faceta número cuatro es la rabia contra Dios y el destino. En este caso la psicóloga recomienda escribir cartas al universo, a Dios o al destino para expresar las emociones. «Es normal estar enojado con aquellos a los que amamos», dice María Yegórova, que agrega que la ira puede extenderse incluso al propio difunto, y esa es la quinta faceta de la rabia.»Porque morir es una cochinada, a cualquier edad y por cualquier motivo. Recuerde esto y dígaselo a aquellos con quienes estará a la hora de la pérdida. Morir es una cochinada, porque el fallecido deja a aquellos que le tenían cariño. Y aquí se puede estar enojado», afirma la psicóloga.



«Esta narración interminable de las mismas historias tiene realmente un efecto terapéutico, por lo que querer hablar de la pérdida una y otra vez es absolutamente normal», añade. La experta señala que en esta etapa se puede acudir a grupos de apoyo, donde los participantes pueden expresarse sin temor a ser ofendidos y recibir compresión y ayuda psicológica del resto del grupo.También es importante no confundir el duelo con la depresión, destaca María: «De hecho, son cosas totalmente opuestas: la depresión es el resultado de interrumpir el duelo, el resultado de no permitirse experimentarlo. En este sentido, el sufrimiento, el dolor, alejan de la depresión, no la provocan. En esta etapa, la depresión reactiva —que no debe confundirse con la endógena, que tiene otras raíces— puede ocurrir si uno no es capaz de soportar el encuentro con sus propios sentimientos». 

En la etapa final del duelo incluso pueden establecerse nuevas relaciones con aquellos a los que perdimos. Se dice que Carl Gustav Jung hasta sus últimos días conversó con su esposa fallecida, contándole sus ideas y discutiendo con ella sobre sus libros. Lo hacía en sus sueños y pensamientos, y fue una interlocutora muy importante para el famoso psiquiatra.En esta etapa la persona se siente ya diferente. «De hecho, el afligido se ha transformado considerablemente a lo largo de este camino, y, en cierto sentido, ya es diferente. Pero en su corazón la persona a la que quería será para siempre ‘un miembro importante del club de la vida’, como dicen los terapeutas narrativos», afirma María Yegórova.En esta etapa de la vida de la persona que sufrió la pérdida puede aparecer una nueva pareja, un nuevo hogar, o una solución realista a una situación a primera vista irresoluble, como una enfermedad. Esto se debe a que se ha completado el ‘trabajo de duelo’ y se ha aceptado la pérdida en los niveles intelectual, emocional y físico; o, en otras palabras, en el plano práctico y el cotidiano. En esta etapa la persona se da cuenta de que no habrá ningún milagro y comienza a tomar medidas realistas, conscientes y responsables. Para el afligido que está saliendo de su aflicción se abren nuevos significados. Y nuevos horizontes.«Cuando volvemos a la vida después de una pérdida, vemos de una forma diferente nuestros valores y prioridades: vemos lo que antes no podíamos percibir. Ahora vemos esta profundidad de la vida, la profundidad de las relaciones entre las personas. Y esta es una adquisición muy valiosa», explica María Yegórova.»El dolor de la pérdida es enorme, no es posible saltar por encima de él, hacer un túnel por debajo o esquivarlo por la derecha o por la izquierda. Solamente se puede pasar a través de él. Pero el que lo consigue obtiene, al final del camino, un nuevo nivel de madurez y un nuevo nivel de ‘ternura’ respecto a la vida. Y cuando recorremos honestamente este camino, con todo el dolor y los duros sentimientos que conlleva, nos convertimos en personas diferentes, más fuertes y más valientes, podemos valorar más la vida y dar pasos más conscientes», concluye María Yegórova, citando a Bob Deits, autor del libro ‘Vivir después de la pérdida’ (‘Life after loss’, en inglés), una obra que la psicóloga recomienda leer a todos sus amigos si les sucede algo grave.En la elaboración de este artículo se han utilizado los archivos multimedia de Pixabay, RTRedactado por Anna Sávina, diseño de María Kórobova
Fuente: actualidad.rt.com







 En esta negociación con la realidad y su rechazo se basa toda una industria de ‘pseudocuranderos’ y charlatanes que se aprovechan de este «modo de pensar en cierto modo mágico» y ofrecen diferentes métodos para ‘ayudar’ al afligido en su evasión de la dura aceptación de la pérdida.
En esta negociación con la realidad y su rechazo se basa toda una industria de ‘pseudocuranderos’ y charlatanes que se aprovechan de este «modo de pensar en cierto modo mágico» y ofrecen diferentes métodos para ‘ayudar’ al afligido en su evasión de la dura aceptación de la pérdida.
