Este 16 de diciembre comienzan las tradicionales posadas, temporada alta para estas artesanías tradicionales que terminan destrozadas a palazos tras las procesiones
A partir de este 16 de diciembre y hasta la Nochebuena del 24, los mexicanos celebran todos los días las tradicionales posadas. Son fiestas que en la tradición católica reviven la peregrinación de José y María en Belén, en busca de un lugar para el nacimiento de Jesús.
Pero sucede que también en este lado del mundo, todavía inconquistado, había una tradición similar. En el mes de Panquetzaliztli, que coincidía con la época navideña europea, los aztecas o mexicas celebraban durante 20 días, entre el 6 y el 26 de diciembre, el advenimiento de su dios Hutzilopochtili. Los españoles y los frailes, a punta de espada y castigo, se encargaron de fundir ambas celebraciones en una sola que derivó en las llamadas jornadas o posadas.
Como sea, durante las posadas, los mexicanos hacen procesión con velas y al frente las figuras de José y María como peregrinos. Rezan, cantan y rompen piñatas, que en su forma más tradicional son ollas de barro cubiertas de papel de colores con siete picos como estrellas, que en realidad representan los siete pecados capitales. Al quebrarla con un palo que representa la fuerza con que se vence al mal, caen al piso las frutas y dulces que guardaba en su interior como recompensa.
Al cabo del tiempo, la imaginación y las manos de los artesanos mexicanos han cambiado la fisonomía de las piñatas con motivos originales y hasta retomando la figura de personajes dignos de moler a palos.
En diciembre del año pasado, «inspirados» en Donald Trump ya electo presidente de Estados Unidos, la figura del magnate fue la piñata que más demanda tuvo y exhibición pública en las posadas que celebraron partidos políticos, diputados y hasta hubo quien apuñaló una. Fue la escritora Guadalupe Loaeza, quien tuvo que pedir perdón después por el arrebato.
Una tradición de chinos y mayas
Lo mismo que otras celebraciones mexicanas, que han fundido lo pagano y lo profano, el origen de la piñata tiene dos rutas que corren paralelas. Escoja usted la que prefiera.
Una se remonta a China y los viajes del mercader Marco Polo. En su libro narra que en una de sus travesías observó a la gente romper la figura de un buey relleno de semillas para celebrar el año chino. Los historiadores aseguran que él llevó después la tradición a Italia con el nombre de pignata (que significa olla en italiano) para conmemorar la cuaresma. De allí viajó a España, donde el primer domingo de Cuaresma la gente salía a «romper la olla» y de allí el nombre de «domingo de piñata«.
Pero los mayas también jugaban a romper la piñata. Los historiadores aseguran que practicaban un juego llamado Pa’p’uul (rompe el cántaro) pensado para los niños, quienes tenían que buscar los cántaros de barro adornados y romperlos con un garrote para hallar la sorpresa que guardaban: casi siempre algún animal silvestre.
Con los conquistadores y los frailes viajaron al nuevo mundo, sus tradiciones religiosas y los españoles no hicieron más que acomodarlas a las fechas que ya eran celebración entre los pueblos aztecas.
La celebración de la Navidad, que trajeron los españoles, coincide con el solsticio de invierno, dentro del ciclo agrícola que regía entre los pueblos mesoamericanos, entre ellos los asentados en el territorio de México, explica la doctora María Angélica Galicia, del Instituto de Investigaciones Antropológicas de la UNAM.
Al tratarse de sociedades agrícolas en ambos lados del Atlántico, tanto en el caso de España como de Mesoamérica, de alguna manera sus ciclos son muy similares, dice. «Ocurre esta concordancia de fechas para la siembra, la cosecha, de los equinoccios y los solsticios, que a su vez son escenarios para venerar a dioses antiguos, que posteriormente se convirtieron en santos».
La Navidad entra dentro del ciclo agrícola con el solsticio y el desgrane de maíz en México, por ejemplo –para guardar las semillas que se sembrarán en los meses de abril y mayo–, y que coinciden con el nacimiento del niño Dios, explica la especialista.
Artesanía de valor
Unidas las dos rutas en el presente, los mexicanos mantienen viva la tradición de las piñatas. Hay pueblos como Acolman, en el Estado de México, donde celebran la Feria de la Piñata, entre el 13 y el 21 de diciembre, porque allí dicen que se rompió la primera en el ex Convento de San Agustín, hace como 400 años.
La elaboración de piñatas también ha dado fama a artesanos de la Ciudad de México, como Jaime Estrella, que durante 30 años se ha dedicado a la fabricarlas para la temporada de posadas. Sus diseños cuelgan de mercado muy populares en México como La Merced y Jamaica.
Ubicado en la calle Juan Pardavé 126, de la colonia Jardin Balbuena, esta su taller «Estrella», donde trabajan Jaime y su familia, quienes presumen la calidad de sus piñatas, que resisten incluso largos traslados a otras partes del país.
Su trabajo comienza apenas concluida la Navidad y el Año Nuevo, pues desde enero comienzan a pensar en los nuevos diseños para la siguiente temporada de posadas. De su imaginación, por ejemplo, nació la piñata de nueve picos –y no siete– «porque hoy hay más pecados capitales«, dice.
Para reconocer la labor de los artesanos dedicados a la elaboración de piñatas, en Museo de Arte Popular (MAP), ubicado en la Ciudad de México, convoca desde hace 11 años al Concurso de Piñatas Mexicanas, que este año ganó el colectivo Atelier Arte y Papel, ubicado en el municipio de Coacalco, Estado de México.
Emilio Ortiz, coordinador de difusión en el MAP, destaca que el propósito de esta exposición es que la gente valore las piñatas como un producto del arte popular y el trabajo de los artesanos mexicanos. «Son técnicas transmitidas de generación en generación que merecen no desaparecer», dice.
Pero las piñatas que se presentan a concurso en MAP, dice, rebasan los límites de la artesanía y se convierten en «verdaderas obras artísticas», que la gente incluso compra a los artesanos luego de exponerlas en el museo.
Ortiz afirma que las piñatas, como muchas otras manifestaciones artísticas y culturales de México, son un espejo de la identidad nacional y de la religiosidad que todavía prevalece en los pueblos.
Por eso hay que aprenderse el estribillo para pegarle a la piñata con los ojos vendados que representan la fe ciega en la religión. Dice: dale-dale-dale/no pierdas en tino/porque si lo pierdes/pierdes el camino…
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Fuente: infobae.com