

Su personalidad era tan característica que Malcom Gladwell, uno de los mayores divulgadores de la sociología del trabajo, asegura que su éxito se debe a un rasgo por lo general bastante impopular. Se refiere a la capacidad para no estar preocupado de si la gente de tu alrededor piensa que estás loco. “Son personas dispuestas a asumir riesgos sociales, a hacer cosas que otros podrían criticar. La sociedad frunce el ceño ante lo desagradable. Como seres humanos, nos sentimos obligados a buscar la aprobación de los que nos rodean. Por eso, un pensamiento radical y transformador no llegará a ninguna parte sin la voluntad de desafiar ciertas convenciones”. Se trata de uno de los cinco grandes rasgos, además de la extraversión, la estabilidad emocional, la conciencia propia y la apertura de mente hacia nuevas experiencias necesarios para ser innovador”, sostiene en su libro ‘David y Goliat‘.
Arrepentido de su pasado
Su biografía es un fiel reflejo de este rasgo de su personalidad. En los 20, cuando apenas tenía cinco años, Kamprad empezó a vender cerillas por la calle. Cuando ni siquiera tenía la mayoría de edad, su padre le dio algo de dinero por sacar buenas notas, a pesar de su dislexia, y lo utilizó para fundar Ikea. Comenzó con pequeños artículos domésticos y un lustro después empezó a vender muebles. Durante esta época, sin embargo, tiene lugar uno de los episodios más oscuros de su vida. Su abuela alemana, que era una gran admiradora del dictador Adolf Hitler, influyó en la ideología del joven Kamprad. Sus simpatías adolescentes por el partido nazi fueron más tarde descritas por él mismo, cuando un periódico sueco lo sacó a la luz en 1994, como “el mayor error de su vida” en una carta de disculpa a sus empleados. Dos décadas más tarde de aquel escándalo, la periodista sueca Elisabeth Asbrink vinculó al empresario con el Partido Nacionalsocialista Obrero de Suecia, el cual portaba la esvástica como símbolo.Nunca le importaron las críticas. Es el tipo de persona que no se preocupa por lo que sus compañeros o compatriotas piensen de élMás tarde, en 1956, introdujo en todo el proceso de compra de muebles el “flatpacking”, un método innovador que hoy damos por hecho y que consiste en que el cliente pueda montarlos en su casa con tal de reducir los costes. Asimismo, se enfrentó a varios boicots en su país natal, principalmente por trasladar la fabricación a Polonia en plena Guerra Fría: “En la cúspide de las hostilidades entre Oriente y Occidente, decide cruzar el telón de acero. Es como si Walmart se mudara a Corea del Norte”, señala Gladwell. Años después, movió la sede a Copenhague para evitar la subida de impuestos en Suecia y hoy la marca Ikea pertenece a una fundación establecida en los Países Bajos.

Sin duda estos últimos años no han debido de ser los más fáciles para Kamprad. Johan Stenebo, antiguo directivo de la empresa, publicó en 2009 ‘La verdad sobre Ikea’, en el que comparaba la cultura de la compañía con la de la Stasi, el órgano de inteligencia de la República Democrática Alemana, describía una red de informantes que mantenían a su fundador al tanto de todos las habladurías laborales y aseguraba que su viejo Volvo del 93 no era más que una técnica publicitaria y que en realidad se trataba de un Porsche. Con todo, Ikea es hoy uno de los mayores embajadores de Suecia (desde los colores azul y amarillo de su logo hasta las famosas albóndigas) y en 2013 Kamprad se instaló definitivamente a su ciudad natal para estar cerca de su familia. “A él nunca le importaron las críticas. Es el tipo de persona que no se preocupa por lo que sus compañeros o compatriotas piensen de él”, resume Gladwell.
Fuente: elconfidencial.com
=> Recibir por Whatsapp las noticias destacadas