La frase en cuestión es uno de los insights más famosos del fútbol. Se popularizó en nuestro país porque la utilizaba bastante el vasco Xavier Azkargorta, cuando ejercía como entrenador de la albiverde. La repetía tanto que algún desorientado periodista local llegó a atribuirle la autoría de la misma. Sin embargo la frase se dice le pertenece a Francisco “Pacho” Maturana entrenador de la selección Colombiana absoluta que participó en el mundial de Italia 90. Pero ¿ Es realmente cierto eso de que se juega como se vive?Esta semana Andrés Iniesta legendario capitán del Barcelona y pieza clave de la Selección de España se despidió, a sus 33 años, del club que lo vio nacer y que fue su hogar futbolístico durante 22 años porque sintió que ya no podía rendir al ritmo de las exigencias competitivas en las que se mueve el Barza. “Este club se merece todo lo mejor de mi y entiendo que en el futuro más cercano no podría dárselo en todos los sentidos”, dijo con lagrimas en los ojos.Sorprende tamaño gesto de nobleza y pundonor deportivo en una época en que millones de niños que admiran a figuras como Leonel Messi o Cristiano Ronaldo, ven con naturalidad como estos jugadores defraudan al fisco del país en el que juegan. Estos jóvenes crecen admirando a personas que más allá de su talento, a pesar de ganar inmensas fortunas, no están dispuestas a cumplir con la ley. Vivimos una época en que el deporte más popular del mundo es regido por la que se dice es una de las instituciones más corruptas: la FIFA. En un deporte en el que la nobleza y la honestidad son valores que empiezan a escasear el gesto conmueve. Entonces, en el caso de Iniesta y para bien del fútbol se podría decir que se vive como se juega.Cruzando al otro lado del atlántico, volvamos a nuestro país. Cuándo uno piensa que el panorama no puede ser peor, que nuestro fútbol tanto a nivel de liga de equipos profesionales como de Selección Nacional no puede caer más bajo, lo hace. En menos de una semana dos incidentes volvieron “tristemente célebre” al fútbol boliviano. El primero: el jugador Brasilero de Nacional Potosí, Thiago Dos Santos agredió al entrenador Edgardo Malvestiti por sustituirlo en la cancha. El vídeo del furibundo empujón dio la vuelta al mundo. Finalmente el jugador fue marginado del equipo. En el segundo, en un confuso incidente con tintes policiales el entrenador de la Selección Boliviana de Fútbol, Mauricio Soria agredió físicamente a un empleado suyo. No es la primera vez que Soria hace gala de su violencia dentro y fuera de los escenarios deportivos. El ex arquero, hoy director técnico, ostenta un título en artes marciales. El incidente, indefendible desde todo punto de vista precipitó el despido del entrenador. Los rumores indican que su reemplazo será Cesar Farías, técnico que no le ha ganado a nadie y cuyo único crédito es ser amigo del actual Presidente de la Federación que, vaya coincidencia, era máximo dirigente del club en el que actualmente dirige el venezolano.Estos episodios pintan una realidad penosa. Nuestro fútbol no tiene buenos dirigentes, no se trabaja las divisiones inferiores y dentro de la Federación Boliviana de Fútbol se siguen tomando decisiones en base a padrinazgos. En este caso, y para desgracia de quienes amamos este deporte, en Bolivia se juega como se vive. Roberto Marcelo Vera