Para la alfombra roja de la gala del MET, la celebridad optó por un diseño metalizado que acentuaba su espléndida figura.
Durante la última gala del MET, Kim Kardashian solo incumplió uno de los códigos de la noche. Porque la celebridad no pudo resistirse a sacar el móvil para hacerse un selfie con su hermana Kylie Jenner, Jennifer Lopez y Alex Rodriguez, a pesar de las estrictas normas de Anna Wintour.Sin embargo, sí que cumplió con el dress code religioso de esta edición, al haberse decantado por un vestido metalizado de Versace con dos cruces cosidas en él.Después de la alfombra roja, Kim también apostó por Versace. Entonces, lució un modelo como el que en 1992 había llevado la modelo Helena Christensen en la pasarela.Pero aunque todo salió a pedir de boca, lo cierto es que la celebridad no las tenía todas consigo antes de que se acercase el día en cuestión. “La verdad es que estaba nerviosa por el vestido; me pasé unas semanas antes [de la gala del MET] comiendo de manera saludable y perdí 2 o 3 kilos. Antes de probarme por última vez [el vestido], me preocupaba que no me sirviese. Pero cuando lo hice, me sentó como un guante. ¡Me quedaba increíblemente bien”, reconoció la celebridad en su app de pago.En cualquier caso, el conflicto de Kim con la gala del MET es recurrente. En 2016 tuvo peor suerte y el resultado no salió como esperaba. “Fui de Balmain y pensé, vale, voy a aclarar mis cejas. Pero aun no había perdido los kilos del embarazo [después de tener a Saint] y no debería haber experimentado. ¡Hubiese estado más guapa su mis cejas fuesen naturales!”, reveló a la edición estadounidense de la revista Vogue.
Fuente: revistavanityfair.es