La activista yazidí, que sobrevivió a meses de cautiverio a manos del EI, fue galardonada con el prestigioso premio por sus esfuerzos para atajar la violencia sexual en los conflictos armados.
La activista yazidí, que sobrevivió a meses de cautiverio a manos del EI, fue galardonada con el prestigioso premio por sus esfuerzos para atajar la violencia sexual en los conflictos armados.
Invasión del EI
Murad una vez vivió una vida tranquila en su aldea natal en la región montañosa de Sinjar (al norte de Irak) cerca de la frontera con Siria. Pero cuando el Estado Islámico irrumpió en 2014 en esa región, habitada por una minoría yazidí, su destino cambió para siempre y comenzó su pesadilla.Un día de agosto de ese año, camionetas con la bandera negra de los yihadistas se adueñaron de su pueblo, Kocho. Los combatientes del EI empezaron a matar a los hombres, a llevar cautivos a los niños para entrenarlos como soldados y a condenar a miles de mujeres a una vida de trabajo forzado y esclavitud sexual.
Los yihadistas del EI querían «tomar nuestro honor, pero perdieron el suyo», sostuvo una vez Murad, ahora embajadora de Buena Voluntad de las Naciones Unidas para los sobrevivientes de la trata de personas.
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«Carne para la trata»
Los yihadistas organizaron mercados de esclavos para vender a las mujeres y las niñas. Y las mujeres yazidíes se vieron obligadas a renunciar a su religión.Para los yihadistas, con su interpretación ultra estricta del islam, los yazidíes son vistos como herejes. La comunidad de habla kurda sigue una religión antigua, venerando a un solo Dios y al «líder de los ángeles», representado por un pavo real.
Después de ser capturada por el EI, Murad fue llevada por la fuerza a Mosul, la capital de facto de su autoproclamado califato. Al igual que miles de yazidíes, Murad fue vendida y se casó por la fuerza con un líder yihadista. La mantuvieron cautiva y en repetidas ocasiones fue torturada, golpeada y violada en grupo, experiencia que luego relató ante las Naciones Unidas en 2015.»Las violaciones fueron llevadas a cabo para destruir a las mujeres y a las niñas y garantizar que nunca lleguen a vivir una vida normal de nuevo […] El Estado Islámico convirtió a las mujeres yazidíes en carne para la trata«, contó la joven a los miembros del Consejo de Seguridad de la ONU.
Escapar y empezar una nueva vida
Totalmente petrificada, Murad escapó de su cautiverio con la ayuda de una familia musulmana de Mosul. Munida de documentos de identidad falsos, logró cruzar las pocas decenas de kilómetros hacia el Kurdistán iraquí, uniéndose a multitudes de otros yazidíes desplazados en los campos.Allí supo que seis de sus hermanos y su madre habían sido asesinados. Con la ayuda de una organización que asiste a los yazidíes, se unió a su hermana en Alemania, donde vive hoy.
Los yazidíes eran 550.000 en Irak antes de 2014, pero unos 100.000 han abandonado el país. Muchos otros han huido y permanecen en el Kurdistán iraquí sin poder regresar a sus tierras tradicionales.Murad se ha convertido ahora en una voz global, usando su terrible experiencia para hacer campaña por la justicia para su pueblo y para que los actos cometidos por los yihadistas sean reconocidos internacionalmente como genocidio.Junto con su amiga Lamia Haji Bashar, ambas ganadoras conjuntas del Premio Sájarov de derechos humanos de 2016, continúan la lucha por los 3.000 yazidíes que siguen desaparecidos, presuntamente en cautiverio.