NAZARÉ, Portugal — En el mercado de la antigua aldea pesquera de Nazaré, los pensionistas portugueses compraban fruta y vegetales. Los pescadores retirados charlaban mientras bebían café y un surfista estadounidense poseedor de varios récords mundiales disfrutaba de un batido de pepino y apio.
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Se trataba de Garrett McNamara, un hawaiano de 51 años que hasta hace poco poseía el récord mundial de la ola más alta jamás surfeada. Durante gran parte de su vida jamás había visitado Europa e incluso tuvo que tomarse su tiempo para ubicar a Portugal en un mapa.
“Jamás lo imaginé”, comentó McNamara, que practicaba surf en el océano Pacífico. “Portugal jamás fue un destino en mi mente”.
Durante siglos, Nazaré fue una ciudad costera tradicional donde los pescadores les enseñaban a sus hijos a evitar las grandes olas que rompían en los acantilados cercanos. Sin embargo, a lo largo de los últimos ocho años, esas mismas olas han convertido a este lugar en un destino inusual para los surfistas extremos como McNamara, sus fanáticos y las empresas internacionales que patrocinan a los atletas.
Las olas, que tienen la altura de un edificio de diez pisos, son provocadas por un cañón submarino —a 5 kilómetros de profundidad y de 201 kilómetros de largo— que termina de manera abrupta justo antes de la costa de la ciudad.
Cuando McNamara vio por primera vez los muros gigantes de agua en 2010, “fue como encontrar el Santo Grial”, dijo. “Había encontrado la ola que siempre se mueve”.
En lo alto del fuerte del siglo XVII de la ciudad, los turistas ahora observan las tablas de surf que se encuentran a la venta en el mismo lugar donde la policía solía almacenar redes de pesca confiscadas. En la bahía, los conductores profesionales prueban nuevas motos acuáticas, a unos cuantos metros de donde los aldeanos ponen a secar pescados en la playa. En el puerto, los surfistas rentan almacenes al lado de los muelles donde los pescadores descargan la pesca del día.
“Es una mezcla muy interesante de historia y tradición, además de una comunidad de surf”, comentó Maya Gabeira, quien tiene el récord por ser la mujer que ha surfeado la ola más alta, algo que logró en Nazaré en enero pasado, y quien ha vivido en la ciudad desde 2015. “No dominamos aquí”.
La dinámica constituye un cambio de marea tanto para el mundo del surf de altura, cuyos miembros históricamente han preferido practicar el deporte en Hawái y California, como para los diez mil aldeanos de Nazaré, quienes estaban acostumbrados a ser los únicos en la costa durante el invierno.
La historia de cómo sucedió cambia según la persona que la relata.
Para Dino Casimiro, profesor local de deportes, la historia comienza en 2002, cuando él y un grupo de amigos fundaron un club para ayudar a popularizar los deportes acuáticos entre los lugareños, además de promocionar las olas de Nazaré entre los extranjeros.
Para el exalcalde Jorge Barroso, el punto de inflexión fue en 2007, cuando dio permiso a Casimiro de organizar una competencia de deportes acuáticos en la playa que se ubica más al norte —y es la más mortífera— de las dos que hay en la ciudad.
Por último, para Walter Chicharro, alcalde actual de la ciudad, la historia comienza poco después de su elección en 2013, cuando destinó más dinero a la promoción y la profesionalización del entorno del surf en la ciudad.
Sin embargo, el parteaguas ocurrió en 2010, cuando McNamara finalmente aceptó una invitación de hacía cinco años por parte de Casimiro para venir a Nazaré y probar las olas que rompen en la playa norte de la ciudad.
Para todos los involucrados, estas eran aguas vírgenes, literal y metafóricamente. McNamara no solo nunca había visitado Europa, sino que los aldeanos, muchos de los cuales conocían por lo menos a una persona que había muerto en el mar, jamás habían considerado que sus olas altas fueran un lugar apto para nadar, menos para surfear.
Quienes practican el bodyboarding, como Casimiro, desde hace mucho han probado su suerte. No obstante, se pensaba que era imposible surfear ahí, sobre todo en invierno.
“Pensé que estaba loco”, dijo Celeste Botelho, la propietaria de un restaurante que dio comidas subvencionadas a McNamara y su equipo a lo largo del invierno de 2010. “Considerábamos que esa playa era salvaje”.
Botelho incluso evitó encariñarse mucho con McNamara y su familia: temía que se ahogara pronto.
McNamara fue meticuloso en su preparación y pasó todo ese invierno estudiando el ritmo del oleaje y los contornos del lecho marino, a veces con la ayuda de la marina portuguesa.
Un año más tarde, en 2011, McNamara estaba listo para surfear las olas de Nazaré en alguna zona cercana a sus cúspides. Aquel noviembre, conquistó una ola de casi 24 metros, por lo que rompió un récord y Nazaré se convirtió en un nombre reconocido en todo el mundo del surf.
Los turistas comenzaron a venir en grandes cantidades a finales de 2012, ansiosos de ver las olas más altas del mundo. Antes, los hoteles y restaurantes de la ciudad se vaciaban en septiembre. Ahora tenían clientes todo el año.
El surf es un gran negocio en Nazaré, con comercios desde escuelas de surf hasta tiendas de recuerdos.
Cuando Paulo Peixe fundó la Escuela de Surf de Nazaré, poco después de que McNamara rompió el récord mundial, los surfistas eran considerados como “chicos a los que no les gusta trabajar”, comentó Peixe. “Ahora es distinto. También existe la idea de que surfear es genial”.
Botelho, al inicio temerosa del proyecto de McNamara, ahora le puso su nombre al menú de su restaurante. La ciudad ha sido anfitriona de un festival de cine con temática de surf, mientras que la Liga Mundial de Surf, el organismo gobernante del surf, sostiene competencias con regularidad aquí.
“No creo que haya ningún otro lugar en el planeta en este momento que sea una zona de surf de olas grandes tan popular como Nazaré”, comentó Tim Bonython, creador de documentales legendario en el mundo del surf que hace poco compró una casa en la ciudad.
Por lo menos veinte surfistas se encuentran en Nazaré en cualquier semana del invierno portugués, estimaron varios funcionarios y surfistas. Los atrae no solo la altura de las olas, sino su regularidad: las grandes oleadas llegan a Nazaré durante periodos atípicamente largos del año.
“Es muy consistente”, comentó David Langer, un surfista estadounidense que se mudó aquí en 2013. “Literalmente es diez veces más activo que cualquier otro lugar con grandes olas”.
Algunos surfistas de altura aún no están convencidos. Las olas más grandes aquí son tan altas que es difícil abordarlas sin que una moto acuática los impulse hacia ellas. Los puristas prefieren remar hacia las olas sin ayuda, comentó Bonython.
Además, hay un riesgo. Todas las olas grandes son peligrosas, pero Nazaré es particularmente impredecible.
“Las olas son distintas de las que se encuentran en cualquier otro lugar”, comentó Andrew Cotton, quien se rompió la espalda en Nazaré el año pasado. En otros sitios de grandes olas, comentó, siempre rompen en el mismo lugar, “y siempre hay una zona segura y otra de impacto”, agregó. Mientras que en Nazaré “están por todas partes”.
La ciudad ahora se ha acostumbrado tanto a la presencia de los surfistas y los negocios que generan, que incluso los pescadores locales, que a veces se disputan el espacio en el agua con los surfistas, generalmente se muestran amables con ellos.
“Los surfistas tienen una relación distinta con el mar”, comentó Joao Carlines, un pescador retirado que ahora se dedica a secar pescado en la playa. “Sin embargo, estoy feliz de que la ciudad se haya vuelto conocida por el surf, porque eso significa que habrá turistas en invierno”.
POR PATRICK KINGSLEY
Fuente: nytimes.com