Hay versiones de que se hacen sacrificios humanos para “tener suerte en construcciones o negocios”. Un amauta dice que la cultura andina los prohíbe.
La willancha, o muerte de una llama en agradecimiento a la Pachamama, es una práctica viva en los pueblos andinos. Las versiones de supuestos sacrificios humanos en esos ritos se quedaban sólo en el ámbito de los mitos hasta que, hace dos semanas, los padres del niño Jhoel -desaparecido el 14 de septiembre-denunciaron oficialmente que el pequeño había sido entregado como ofrenda en una mina.En la Calle de las Brujas de La Paz, hay decenas de tiendas dedicadas a la venta de insumos para las ofrendas a la Pachamama y otros rituales. Ahí llega todo el que quiere preparar una wajta para la Madre Tierra o para al Tío.
“Hay caseros que hacen preparar grandes mesas con sullus (fetos de llama) para la mina. Los camioneros pagan con llamas, pero que sacrifiquen gente, no he oído”, dice una chiflera.
Otra, algo molesta, afirma que esas son “leyendas”. “La gente dice de todo. Hablan de los mineros, los contrabandistas, los constructores y los chuteros”. Y otra en tono burlón dice que “es un secreto a voces que entierran indigentes para que vayan bien las construcciones”.
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El origen atávico de la ofrenda
Los sacrificios humanos fueron practicados por las culturas antiguas de todas partes del mundo. Era una forma de interacción primitiva del hombre con el Sol, la Luna, el agua y todo lo que le era inexplicable y por tanto sagrado, expone la antropóloga Judith López Uruchi.
El término “sacrificio” -según la especialista- llegó con la Conquista. “Para las culturas andinas era una muestra de reciprocidad con los dioses tutelares como Wiracocha, Pachamama, Mamacocha, Illapa o Pachakamak”.
Era un rito de “pago” a las deidades que podía ser con alimentos o animales. “Pero también había sacrificios humanos en los primeros estadios incas, por ejemplo”, explica López.
“Hoy no se hacen sacrificios humanos”, sostiene el amauta David Ticona. Asegura que la cosmovisión andina y los principios de reciprocidad mandan respetar la vida. “Esto nos dice que no podemos dañar a ningún ser vivo y menos por ambición”.
Los niños sagrados
“Los comunarios dicen que a mi hijo se lo han llevado los mineros para sacrificarlo, que lo han atendido bien, le han puesto con serpentina y le han dado como ofrenda al Tío”, denunció la madre de Jhoel, Sonia Aliaga.
Esa descripción se asemeja a las crónicas de Garcilaso de la Vega sobre los sacrificios de niños en el incario. “El Sapa Inca reclutaba niños de todos los lugares a los que había expandido su imperio y eran llevados al Cusco, al Koricancha. Iban acompañados de sus madres porque eran ellas las que les hacían comer, beber y mascar coca hasta que se asfixien. Una vez muertos estos niños eran sacralizados y volvían a sus lugares de origen”.
Durante la Colonia estas prácticas fueron satanizadas y prohibidas. “Pero los españoles también han usado estos ritos para su conveniencia. En el caso de las minas -sitios de explotación de los indígenas- se crea al Tío asociándolo al demonio, al que los indígenas debían darle ofrendas para no ser castigados y para que les dé más mineral”, sostiene la antropóloga.
Hasta hoy los mineros mantienen viva esta creencia. Así lo ha comprobado López en una recolección de testimonios. En las minas persiste la creencia de que si no se hace una willancha con una llama grande, el Tío se cobra otra vida.
Aliaga sostiene que su niño fue parte de uno de estos ritos. Tras una inspección, la Policía descartó que haya restos del pequeño dentro de la mina. La investigación continúa.
En agosto pasado, el cuerpo de un bebé prematuro fue encontrado al pie del cerro Tata Sabaya. Estaba cubierto de coca y cerca había botellas de alcohol. Aunque la investigación descartó cualquier sacrificio, el hecho despertó temor.
“Toda esa zona es de contrabandistas y chuteros, ahí corre de todo. Dicen que hasta droga y para no hacerse pescar entregan ofrendas humanas. Los cuentos dicen que mejor si es tu primogénito”, dijo Alcira T., quien vive del contrabando hormiga.
Indigentes en la construcción
La artista audiovisual e investigadora de la filosofía amáutica Yomar Ferino Lanza realizó hace unos años un corto en el que denunciaba el sacrificio de indigentes como ofrenda para las construcciones. No hay pruebas de estos casos pero para la realizadora “es un secreto a voces”.
“Para ese audiovisual hice muchas entrevistas en las que los mismos albañiles dicen que maestros y empresas acuerdan hacer estos pagos”, dice. Señala que para esos ritos se usan “especialistas”, que no son yatiris, ni amautas ni ajayamautas.
“Esos tienen relación con el Mankapacha y dicen que como al construir se está profanando el espacio donde viven los uywiris hay que darles sangre”, cuenta.
El amauta Ticona reafirma que la cosmovisión, a diferencia de la brujería, no daña la vida. “Pueden decir que es una contradicción hablar de la vida y las willanchas pero eso es una vez al año y en cierto ritual, no es así nomás”, explica.
Sobre los rituales
- Dolor Se dice que rituales satánicos y masones hacen sacrificios en los que prima el sufrimiento, dolor y miedo, un alimento para los seres que reciben la ofrenda.
- Ambición Aunque los rituales deberían tener un principio de reciprocidad, estos son dirigidos a pedir y ganar. “Se está tergiversando”.
- Charla Para dar a conocer más sobre la ritualidad, la semana que viene habrá una charla en el centro cultural La Casa del Conde Chuqata.
Fuente: www.paginasiete.bo