José Luis Bolívar Aparicio*
Los primeros años de la década del 90 del siglo pasado,formaron parte de una serie de revuelos y transformaciones profundas a nivelmundial. Durante el segundo año de esa década, tres días cambiaron al mundo demanera radical y como si fuera poco, dieron fin a una guerra que llevabaexactamente 30 largos años.
Del 19 al 21 de agosto de 1991, tuvo lugar en Moscú unintento de golpe frustrado, que hizo desaparecer a la Unión Soviética y dionacimiento a la Federación Rusa y a otros 14 Estados que se independizaron dela antigua unión y aunque las raíces de esta revolución tuvieron origen por1985 con la ascensión de Mijaíl Gorbachov al poder, las causas de ladesintegración fueron muchas y muy variadas.
La necesidad soviética de estar por lo menos a la par deldesarrollo americano y sostener la equidad militar, demandó de esta inmensanación, destinar muchos de sus recursos económicos a la partida de defensa,dejando otros rubros descuidados, lo que provocó consecuencias severas para laadministración del gobierno.
La caída estrepitosa del precio del petróleo entre 1985 y1986, la derrota en la Guerra de Afganistán, el descenso en la producción degranos y la falta de divisas debido al deterioro en su capacidad deexportación, llevó a la Unión Soviética a una crisis económica profunda, conuna devaluación de varias cifras y en especial, una acentuada escasez deproductos.
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Gorbachov, había ofrecido en su campaña política, una seriede reformas profundas que fueron conocidas como la Perestroika (reforma de laeconomía soviética con tendencia a la apertura hacia el libre mercado y lapropiedad privada) y el Glásnot (reforma política que buscaba la eliminación delas “Leyes de Guerra” y la liberación de los presos políticos, así como laapertura a mayores libertades de crítica y fiscalización al Estado).
Ambas medidas fueron bien recibidas por el pueblo, sinembargo, encontraron en los comunistas ortodoxos una barrera casiinfranqueable, puesto que estos veían en los cambios el peligro que corría launión de desintegrarse ante tanta libertad.
Luego de un referéndum en el que casi el 70% de los soviéticosvotaron por la preservación de la URSS, el gobernante llamó a todas las fuerzasvivas a la firma de un convenio llamado el “Tratado de la Unión”, que debíallevarse a cabo el 21 de agosto. Mientras se ponían de acuerdo las partes,Gorbachov aprovechó para tomarse unas vacaciones en su casa de campo en Forós,en la zona de Crimea.
Oportunamente, un grupo de miembros del PCUS, entre los quefiguraban altos miembros del Ejército, el KGB y el Partido Comunista, que a lalarga fueron denominados la banda de los ocho, encontraron la ocasión adecuadapara sublevarse y tomar el mando del Estado.
Estos se levantaron en armas, y el 19 de agosto, con dosdivisiones blindadas del Ejército Rojo, fueron a tomar la casa de gobierno,mientras otro comando detenía a Gorbachov en el lugar de su retiro, y le impidieroncualquier tipo de comunicación con miembros de su gobierno o la población.
Como estas medidas tomaron por sorpresa a la ciudadaníamoscovita, la falta de información jugó un rol vital, dado que los subversivos,habían proscrito a la prensa y sólo permitieron funcionar los canales y lasradios del Estado que ellos podían controlar, desde los cuales se enviabanmensajes totalmente distorsionados, indicando incluso que el presidente estabamuerto y que urgía reconducir a la Unión Soviética a sus orígenes y esencia,pues las reformas ponían en peligro su existencia.
En esos momentos de caos y convulsión, la aparición de unafigura fue fundamental y sus decisiones marcaron el rumbo de la historia.
Boris Yeltsin, era un alto miembro del Partido Comunista, yun abierto reformista que había ganado las últimas elecciones presidenciales,con la promesa de profundizar las transformaciones y mejorar la situacióneconómica.
Enterado del Golpe de Estado y de que él era uno de losmarcados para ser detenido y deportado a los campos de concentración, Yeltsinpudo haberse refugiado o puesto a buen recaudo hasta que los problemas pasen,sin embargo, se atrincheró en la Casa Blanca (Parlamento Ruso) y desde ahíllamó a la población a rechazar el golpe. Cuando la muchedumbre llegó ainmediaciones de la Plaza Roja, el hombre de cabeza cana hizo algo que quedógrabado en los anales de la historia.
Totalmente desarmado y con su potente voz como únicoinstrumento, se subió a uno de los tanques que cercaban el congreso y desde ahíse dirigió a las masas, para que hagan frente a la fuerza militar y prevalezcael poder de los soviets (el pueblo), dando una muestra de coraje y valordestacable.
A lo largo de los próximos dos días, el golpe fracasó,producto de ello, la Unión Soviética desapareció, el Partido Comunista fueprohibido y el mundo entero cambió para siempre, todo gracias al arrojo yentereza de un hombre que, en el momento dado, supo armarse de audacia, ponerel pecho sin temor a nada y cambiarlo todo.
Venezuela debe estar en este momento atravesando uno de losperiodos más críticos de su existencia desde que Simón Bolívar la emancipara.La tierra del Libertador languidece a manos de un tirano y su séquito, que handecidido, que, aunque todos los llaneros tengan que morir, que lo hagan, perobajo su mando.
Un hombre ha aparecido a la luz pública, casi de la nada, sunombre es Juan Gerardo Guaidó Márquez, y recientemente ha sido nombrado comoPresidente Interino de Venezuela, con la misión de llamar a elecciones libreslo antes posible.
Muchos mandatarios de América han reconocido su interinato yla Unión Europea espera que él sea quien conduzca el diálogo hacia lapacificación. Tarea casi imposible, porque el absolutista de Maduro ha negadocualquier opción, amparado en la fuerza militar y el apoyo de potencias comoChina y Rusia, que velan sus intereses por encima del sufrimiento de todo unpueblo.
Hoy más que nunca se necesita de un nuevo Yeltsin, unvaliente que se suba al tanque y ponga el pecho a la situación, que le deesperanza a su gente, que la conduzca a la victoria y que cambie la situaciónpolítica, económica y social de uno de los países más ricos del mundo, pero quese muere de hambre por culpa del Socialismo del Siglo XXI.
*Es paceño, stronguista y liberal