Tras la muerte de dos de las tres hermanas Bessette en 1999, su madre demandó a los Kennedy por negligencia. La hermana superviviente, Lisa, tuvo que huir de EE.UU. para superar el cerco mediático.

a pérdida asociada al apellido Kennedy es uno de los conceptos universales de la educación emocional de todo estadounidense en el último medio siglo. Así, en 1999, cuando algunas voces acusaron a Bill Clinton de estar malgastando valiosos recursos en la búsqueda de la avioneta accidentada frente al feudo playero de Martha’s Vineyard, el entonces presidente justificó de manera inapelable la operación de rescate de los cuerpos de aquellos tres ciudadanos sin responsabilidades públicas (John John, su esposa Carolyn y su cuñada Lauren Bessette). «Teniendo en cuenta tanto el peso de la familia Kennedy en las vidas de nuestra nación como las enormes pérdidas que han sufrido en nuestra era, he creído apropiado darles unos pocos días más [al operativo de búsqueda]».
Clinton tal vez estaba somatizando en esa búsqueda el apretón de manos que JFK le dio en 1963 y cuya mística le orientó directamente a la política, donde quiso convertirse en el equivalente sureño de aquella dinastía católica. Pero para Ann Messina, madre de las tres hermanas Bessette, aquel accidente de aviación supuso la amputación de casi toda su vida. En la avioneta iban Carolyn, benjamina de la nueva emperatriz Kennedy y Lauren, hermana gemela de Lisa, única hija superviviente de la familia tras aquella noche del 16 de julio de 1999 . Las tres habían nacido de su primer matrimonio: ella era administradora en el sistema de educación pública neoyorquina -y ejercía sustituciones como maestra- y él, William Bessette, ebanista. El matrimonio no duró muchos años.
Fuente: revistavanityfair.es
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