La luminosa vida de Cantinflas: de niño pobrísimo a millonario e ídolo cómico universal


Tuvo una infancia dura, pero aquellas experiencias en la calle moldearon un humor cercano y, a la vez, trascendental. Su magia cautivó al propio Charles Chaplin, quien lo consagró para la eternidad: “Es el mejor comediante del mundo, y el más querido”

Mario Moreno, “Cantinflas”, el cómico más impotante de Hispanoamérica

Mario Moreno, “Cantinflas”, el cómico más impotante de Hispanoamérica

Dos décadas después del mágico día en el que Charles Chaplin entró en el vestuario de Hollywood y salió envuelto en el disfraz que sería uno de los íconos del siglo XX, pero en México, otro hombre repitió el rito…



Nació como Mario Fortino Alfonso Moreno Reyes el 12 de agosto de 1911, uno de los catorce hijos del cartero Pedro Moreno Esquivel y María de la Soledad Reyes Guizar, que vieron morir a los otros seis en el parto.

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Sucedió en Santa María la Redonda, barrio de Tepito, donde comer todos los días era más que un lujo: un milagro…

Arquetipo del «peladito» mexicano, hombre pobre, sin instrucción, pero astuto buscavidas, pasó –y sufrió– toda la escala en la lucha por sobrevivir: ayudante de zapatero, lustrabotas, mandadero, cartero, taxista, boxeador… ¡torero!, y en 1928, soldado de infantería mecanógrafo del ejército, hasta que su padre pidió la baja: se alistó a los 16 años, mintiendo: se agregó cinco…
Argucia de «peladito».

Mario Moreno de pequeño

Mario Moreno de pequeño

Pero llegó al mundo con el don de los dones: el arte de hacer reír, que no se enseña en universidad alguna.

Todavía sin dinero ni oficio, a sus 23 años se casó con la bellísima rusa Valentina Ivanova Zuvareff, recorrió como bailarín, cómico, extraño monologuista en idioma cantinflero –lo que en estas playas llamamos sanata: el arte de hablar sin freno y decir nada–, y lo que cuadrara, todas las carpas –tabladillos– de México ciudad.

Muy en el preludio del oficio, imitó al célebre Al Jolson pintándose la cara de negro y remedando los ampulosos gestos del original…, hasta que un día, como una réplica del día de epifanía de Chaplin, encontró, inspirándose en los vagabundos de los barrios pobres, su uniforme proletario y marginal: un pantalón atado por debajo de la cintura, como a punto de caerse, atado con una soga, camiseta, un sombrero tipo birrete, y más que un bigote, dos mínimas matas de pelo en las puntas.

Cantinflas

Cantinflas

El origen del apodo Cantinflas, tan famoso que así figura en la vereda de estrellas del Paseo de la Fama de Hollywood, y Cantinflear en el diccionario de la Real Academia Española, es difuso, está rodeado de decenas de versiones (algunas, del mismo Mario Moreno), pero uno de sus sobrinos fue terminante:
–Lo creó él, y se llevó la verdad, el origen, a la tumba.

La red del cine no podía dejar escapar a esa exótica mariposa.
Para abreviar: entre No te engañes corazón (1936) y El barrendero (1981), entre blanco y negro y color… ¡55 films!

Con hitos fulminantes: en 1940, Ahí está el detalle (palabras que usó infinitas veces) arrasó América Latina, hasta hoy figura entre las diez más exitosas de México, y fue el primer escalón hacia la torre de millones de dólares que lo esperaba…, y su personaje de Passepartout en La vuelta al mundo en ochenta días –que recaudó 42 millones de dólares, fue Oscar 1956 a Mejor Película, y Globo de Oro para él–, lo convirtió en el actor mejor pagado del planeta…

Afiche promocional de “Ahí está el detalle”

Afiche promocional de “Ahí está el detalle”

Pero no fue su última incursión en Hollywood: Pepe (1961) no dio golpe de nocaut, pero una larga lista de celebrities aparecieron fugazmente: Frank Sinatra, Judy Garland, Bing Crosby, Sammy Davis Jr., Dean Martin, Maurice Chevalier, Janet Leigh, Edward Robinson, Gary Cooper, Debbie Reynolds…, y le valió una nominación al Globo de Oro.

Por cierto, la mayoría de sus películas, tanto como «peladito», funcionario, policía, burócrata, evangelista, bombero, diplomático, piloto de avión, médico, abogado y casi todos los oficios terrestres, son simplonas, de argumentos elementales, factura técnica medio pelo…, pero al servicio de un genio del humor.
De ese genio del que Chaplin dijo «es el mejor comediante vivo del mundo, y el más querido».

Se conocieron en Suiza, año 1964, y Charlot completó el elogio:
–Vos y yo somos únicos…

Chaplin y Cantinflas, dos genios únicos

Chaplin y Cantinflas, dos genios únicos

Pero no sólo únicos en ese arduo trabajo de hacer reír. También en el más arduo y riesgoso: la aventura de pensar.

Ambos detestaban los fascismos, el poder abusivo de los grandes líderes, la violencia de los opresores, y apostaban a un tríptico utópico: libertad, paz y fraternidad eternas

En esa línea, y como voceros de los oprimidos del mundo, Chaplin produjo El Gran Dictador (1940), feroz sátira contra Hitler y Mussolini, y Cantinflas Su excelencia (1966), contra la Guerra Fría entre los Estados Unidos y la Unión Soviética.

Pero la vida privada de Mario Moreno no fue tan luminosa como las cien o más que vivió en la pantalla.

El día de su casamiento con Valentina Ivanova

El día de su casamiento con Valentina Ivanova

Millonario y casi obligado latin lover, nunca abandonó a la bailarina Valentina Ivanova desde la boda en 1934 hasta 1966, cuando –entre atroces dolores– un cáncer de huesos decretó su fin.
Pero entre ambas fechas, Cantinflas no dejó distracción alguna por quedar debiendo. Por caso, la actriz Miroslava Stern, a quien conoció en 1947 mientras filmaba A volar, joven.

Mario y «Valita» no podían tener hijos, pero en 1960 adoptaron a un niño, lo llamaron Mario Arturo Moreno Ivanova…, y no pudieron ocultar la posible verdad: el pequeño –se dijo en los cuatro puntos cardinales– sería hijo de Cantinflas y de Marion Roberts, una rubia texana.
Al parecer, Marion quiso que dejara a Valentina, pero al no lograrlo, se suicidó en un hotel de México City.

Junto a Miroslava Stern

Junto a Miroslava Stern

Muerta «Valita», romance con otra rubia: la actriz española Irán Eory. Y en sus últimos años aparecieron otra norteamericana y un escándalo.
Ella, Joyce Jett –nombre que nunca se había mencionado en la prensa del corazón– lo demandó en 1989 por 26 millones de dólares, alegando «maltrato físico y psicológico».

Los abogados de Cantinflas basaron su defensa en las figuras de «fraude y chantaje», y él declaró en sorna:
–Parece que tenía una esposa tan secreta, que ni yo lo sabía…
Sin embargo, en el juicio hubo pruebas: cuentas bancarias y testimonios de dos décadas atrás, fecha del presunto romance.

El entuerto se arregló con plata. Cifra desconocida. El rumor: cinco millones de dólares y algunas propiedades en los Estados Unidos.

Y más sombras en los últimos años. Su hijo adoptivo y su sobrino Eduardo Moreno pelearon como perros rabiosos por los derechos de 34 películas de Cantinflas, sin éxito: el sello Columbia se quedó con todo.

El adoptivo vivió en medio de drogas y escándalos. Uno de sus hijos, Mario Patricio, se ahorcó en el baño de un hotel. Y él murió en 2017, a los 57 años, de un ataque al corazón.

Esas turbulencias, además de sus años y de una carrera terminada, lo impulsaron a bajar un inviolable telón en su vida privada.
Sólo silencio, y muchos millones de dólares donados a obras filantrópicas. En especial, destinadas a los niños pobres. Su espejo…

Murió el 20 de abril de 1993, a los 81 años: cáncer de pulmón. Fin inevitable para el gran fumador que fue desde que correteaba por los barrios pobres y entre aquella gente que sería el modelo de su inolvidable personaje de pantalón siempre a punto de caerse.

Casi en el final de la película Cantinflas, de 2014 –impresionante trabajo del actor español Óscar Jaenada–, el verdadero Mario Moreno aparece en un pequeño cuadro al pie de la pantalla (escena tomada de una vieja entrevista), y dice:
–En cualquier circunstancia, todo lo que hice lo tomé del pueblo. Siempre fui pueblo.

Y ahí…, ahí está el detalle.

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Fuente: infobae.com


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