Madonna, en un evento en Nueva York en mayo de 2019. EDUARDO MUÑOZ REUTERSLa reina del pop lucha por seguir innovando pero prevalecen los prejuicios machistas que la juzgan por sus años
En 2006, Daily Mail publicó un furibundo ataque en su contra basado en elementos como que su cara parecía más joven que sus manos. Mientras, Daily Telegraph le recomendaba a la autora de Like a prayer que dejara de querer ser la reina del pop y se conformara con ser la reina madre del pop. Como de todos es ya sabido, hizo caso omiso a estos comentaros y continuó con la búsqueda de nuevas y emergentes divas a las que enseñar quién era la jefa, como hizo en sus inicios con sus coetáneas (Cindy Lauper, por ejemplo) y en su madurez con todas las divas de nueva generación (Britney Spears, por decir una).
Hasta llegar a su actuación en la Super Bowl de 2012. Allí se hizo acompañar de MIA, con quien esperaba respaldar la idea de que aún podía ser revolucionaria, y de Nicki Minaj, de la que esperaba el salvoconducto para poder entrar en la liga de los sonidos que copaban entonces las listas. En un momento del espectáculo, MIA hizo una peineta a la cámara. El escándalo fue mayúsculo y entonces Madonna cayó en la trampa de la que llevaba tratando de huir desde que decidió no seguir la senda de Ray of Light. Criticó y más tarde demandó a MIA, cayendo en lo último que deseaba en el mundo: parecer la madre de alguna de las personas que compartían escenario con ella.
Cambios
Madonna ha cambiado. Pero, por primera vez en décadas, ha cambiado más el mundo. Eso sí, como en casi todo lo que ha sucedido desde que Madonna es Madonna, ella ha estado allí en su gestación.
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En 1991 fue objeto de deseo de Donald Trump. Mientras ella se encontraba lanzando una campaña para Versace en Palm Beach el magnate la llamó decenas de veces para quedar —obviamente, el ahora presidente de EE UU no solo lo niega, sino que afirma que fue Madonna quien le pidió una cita a él—. Más tarde fue otra de las víctimas del depredador Harvey Weinstein.
En el universo post Harvey Weinstein, el del Me Too, los comentarios machistas que durante tanto tiempo se han vertido sobre la artista ya no se celebran, ni siquiera se toleran. Este de hoy es un mundo en el que un nuevo disco de la de Detroit ya no debería suscitar las preguntas habituales en las últimas dos décadas sobre qué es lo último que se ha operado o si su aspecto es o no acorde a su edad, sino que debería centrarse en por qué hemos hecho durante tanto tiempo esas preguntas sobre ella cuando jamás se las hemos hecho a hombres incluso mayores que La Ciccione, como Bob Dylan o Bruce Springsteen.
Fuente: elpais.com