El sueño de una vida mejor es más fuerte que los muros y el peligro de muerte. Para las élites centroamericanas, «la exportación de la pobreza es un modelo de negocios», constata Sandra Weiss desde Honduras.
¿Cómo se puede aguantar esta situación? Brandon sonríe ante una pregunta cuya respuesta es obvia para él. «Quiero una vida mejor». En otras palabras, un salario con el que no morirse de hambre, sino con el que se pueda comprar una casa, una moto y un teléfono móvil. Un trabajo permanente con servicios sociales, para que no tener que comprar él mismo los analgésicos u otro material necesario para una operación en el sistema de salud estatal. Y por otra razón más que no se puede pagar con dinero: la reunificación familiar. La madre de Brandon y sus hermanas ya están en Estados Unidos desde hace algún tiempo. Brandon las extraña mucho.Presión social «Los que se deciden ir a Estados Unidos no son disuadidos por los muros de Trump ni por feroces campañas antimigratorias», dice Liliana Flores, aludiendo a los espacios de radio y televisión que el gobierno hondureño está transmitiendo y que son financiados con dinero de Estados Unidos. Liliana Flores dirige un programa financiado por el Consejo Hondureño de la Empresa Privada (Cohep) que enseña a los jóvenes de pocos recursos lo básico para hacer negocios, y luego les proporciona un préstamo inicial para montar uno propio. 450.000 jóvenes ya lo han hecho. Es una gota en el océano. Y a veces una lucha contra molinos de viento. Junto con consultores externos y una universidad privada, el Cohep estableció un curso de formación dual para mecánicos de automóviles. Pero la autoridad estatal responsable de la aprobación rechazó la iniciativa. «¿Para qué lo necesitamos?» tuvo que escuchar Flores.
Honduras es un país joven: el 43 por ciento de sus habitantes tiene menos de 19 años, y cada año, cientos de miles de personas entran en el precario mercado laboral de una economía que tiene poco más que ofrecer que empleos baratos en la agricultura, los servicios o la industria manufacturera. Una economía en la que una pequeña élite forma oligopolios -en la construcción o en la industria energética- que viven de contratos gubernamentales, y en la cual la corrupción está muy extendida. La agricultura nacional no puede competir con las exportaciones agrícolas subvencionadas por Estados Unidos, que entran al país libres de impuestos gracias a un acuerdo de libre comercio. Los ricos viven de sus beneficios; los pobres de las remesas que les envían sus familiares emigrados. Una pequeña clase media sobrevive apenas entre ambos. Los hondureños en el extranjero envían en total, más de cuatro mil millones de dólares al año a sus familiares en Honduras. Dinero del que se benefician los bancos y los centros comerciales de la élite, y que no va a parar a fomentar la educación ni se invierten. La exportación de la pobreza es, tal como el autor Juan Ramón Martínez llama a este modelo, también un «modelo de negocio». Lo que puede pasar cuando se cierra esa válvula de migración, se puede observar actualmente, no solo en Honduras, sino en todos los países entre Guatemala y Nicaragua. La presión social se vuelve incontrolable.(gg/cp)
Fuente: www.dw.com