¿Por qué a todo el mundo le gusta Keanu Reeves?


Aprovechamos que acaba de estrenar su última película ‘John Wick: Capítulo 3 – Parabellum’, para repasar la carrera de un actor que ha hecho de su inexpresividad su santo y seña.

Keanu Reeves El 15 de junio de 2010 Keanu Reeves se convirtió en un meme. Una fotografía del actor comiéndose un sándwich en un banco generó chistes, montajes y reflexiones. La imagen, aparentemente cotidiana, conectó con millones de personas alrededor del mundo: la mirada vacía de Keanu, vestido como un dandy pero comiendo como un obrero, su posición en el extremo derecho del banco y no en el centro (dejando espacio para sus acompañantes: una bolsa de tela y el papel albal del sándwich) y, sobre todo, la paloma que picoteaba en el suelo sin percatarse de que tenía al lado una superestrella forjaron un bodegón humano sobre la futilidad de la existencia, lo efímero de las posesiones materiales y el fatigoso sentido de la vida.

Lo relevante de este fenómeno viral no fue la foto en sí, más anecdótica que reveladora, sino la reacción colectiva de internet. Algunas personas se apresuraron a recordar las tragedias que ha sufrido el actor: su padre le abandonó cuando tenía 3 años, su mejor amigo River Phoenix murió de una sobredosis, su hija nació muerta en 1999 y la relación con su novia terminó a las pocas semanas (ella, tras dos años deprimida, falleció en un accidente de tráfico) , los “viajes demoniacos” (conducir a toda velocidad sin luces) en su moto que le han provocado varios accidentes graves, le han llenado el cuerpo de cicatrices enormes y en una ocasión una mujer le pidió un autógrafo mientras agonizaba en el suelo con dos dientes rotos y la barbilla abierta; y su hermana Kim, con quien Keanu vivió durante años, ha sufrido leucemia.

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Pero otros usuarios optaron por compartir historias que evidencian la generosidad de Keanu Reeves: cuando le dio 20.000 dólares a un constructor de decorados de Matrix para evitar así su desahucio, cuando le compró una harley-davidson a cada miembro del rodaje de la escena en la que se enfrenta a múltiples agentes Smith en Matrix Reloaded para agradecerles su sacrificio y paciencia, cuando renegoció su contrato de las secuelas de Matrix para que parte de su sueldo (millones de dólares) fuera destinado a subirle el salario a los técnicos o cuando pagaba de su bolsillo el desayuno y la comida del equipo de sus películas. De repente, el 15 de junio dejó de ser Sad Keanu Day (“el día de Keanu triste”) para pasar a conocerse como Cheer Up Keanu Day (“el día de animar a Keanu”) . Este movimiento afectuoso es la antítesis del meme Sad Affleck, porque Ben Affleck (cuya arrogancia, vicios y mandíbula representan el privilegio blanco masculino, a pesar de venir de la clase obrera de Boston) no parece darle pena a nadie. Tal y como explica Richard Linklater, quien dirigió a Reeves A Scanner Darkly, “el público siempre se une a su misión y se sube al tren de Keanu, le mira y siente que le conoce”.
Keanu Reeves se hizo famoso en un periodo extravagante para el cine americano: Hollywood se tomaba muy en serio a las estrellas, el público se tomaba muy en serio a las estrellas (asumiendo, por ejemplo, que si una película tenía a dos actores famosos es porque era muy buena) y las estrellas se tomaban extremadamente en serio a sí mismas. La época en la que Susan Sarandonaprovechaba los Oscars para denunciar la situación de los refugiados haitianos, en la que Richard Gere se autoerigió el embajador oficioso del Tíbet en Estados Unidos y en la que Tom Hanks pidió un fuerte aplauso para los enfermos de sida al recoger su Oscar. La fama de Keanu Reeves era como irse de fin de semana a Honolulu, enamorarse del camarero del hotel y acostarse con él mientras suena una cinta grabada de la radio con Nirvana, Enya y Ace Of Base. Era exótico, era inofensivo y era intrascendente.

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Era el tipo de hombre que se definiría a sí mismo como “ciudadano de un lugar llamado mundo” y por lo tanto contrastaba con aquella generación de actores que cuando les preguntabas de dónde eran decían la ciudad y el Estado como si fueran cadetes: Val Kilmer, Rob Lowe, Christian Slater, Stephen Dorff. “Emilio [Estevez] y yo nos sentábamos y decíamos ‘¿pero cómo ha conseguido entrar este tío?’”, se preguntaba Charlie Sheen“¿Cómo puede Keanu trabajar con Coppola y Bertolucci y yo ni siquiera tengo la oportunidad de intentarlo?”.

Así es. La carrera de Keanu Reeves maduró y cayó del árbol de las carpetas adolescentes mucho más rápido incluso que las de la Santísima Trinidad de su generación (los elegidos, desde el principio, como destinados a mutar en actores de verdad: Pitt, DiCaprio y Depp) gracias a Las amistades peligrosasDrácula de Bram Stoker, Mucho ruido y pocas nueces o El pequeño Buda. Respondiendo a la pregunta en absoluto retórica de Charlie Sheen, Bertolucci aseguró haberle contratado por su capacidad para transmitir inocencia y Coppola reconoció que el estudio le impuso a Reeves porque querían a un ídolo adolescente y quizá por eso era el único personaje de la película que no lucía un vestuario sacado de una pesadilla erótica de Gustav Klimt, sino que llevaba un chaleco de ante marrón sacado de un mercadillo de Seattle. Los resultados fueron atroces.“¿Es Keanu Reeves un buen mal actor o un mal buen actor?” se preguntaba el New York Times. Su intermitente acento británico en Drácula provocó editoriales en los medios americanos más importantes y la escena en la que las tres “zorras de Satanás” (apodo acuñado por Anthony Hopkins, no por Vanity Fair) tratan de ¿convertirle en vampiro? mediante ¿una felación? Reeves reacciona con semejante indiferencia que empezó a extenderse la asunción colectiva de que ni siquiera era un mal actor: era un actor inexpresivo. Una cara perfecta para escuchar a Nirvana, a Enya o a Ace Of Base pero indigna para los prestigiosos dramas de época cuya fotografía pasamos tantas tardes de domingo admirando con nuestros padres.
“Keanu Reeves no es tanto un mal actor como un no-actor, pero sin duda alguna es una estrella” escribe Joe Queenan para The Guardian , “y una vez alguien se convierte en una estrella, cuestionar su talento interpretativo no es solo irrelevante, sino que bordea lo maleducado. Su carrera siempre me ha recordado a la de John Wayne: un actor carismático aunque limitado que hizo muchas películas abyectas pero que, gracias a su aspecto y su astucia para participar en grandes películas, una vez el público se enamoró de él jamás dejó de quererle”.

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En Speed, una película de cuyo argumento los ejecutivos de Hollywood se estuvieron riendo durante meses antes de su estreno hasta convertirla en una broma privada de la industria, Keanu Reeves abordaba su personaje efectivamente como un John Wayne adaptado a la Super Pop. Tomaba así el testigo del hombre tranquilo que nunca se inmuta y que hace lo que tiene que hacer por el sencillo motivo de que es lo que tiene que hacer, pero en su cuerpo este mito canónico de la masculinidad americana se tornaba new age: tiene el pelo de un marine (el estudio se planteó retrasar el rodaje varios meses porque estaban convencidos de que la cabellera era la única razón del éxito de Reeves) , la cara de un nativo de un lugar llamado mundo (como el menú degustación de un restaurante “oriental”: ilocalizable, pero sin duda exótico) y la galantería del yerno con el que tu madre siempre soñó. Su nombre significa “brisa fresca sobre las montañas” y eso es exactamente lo que los espectadores sienten al verle en una pantalla.

Su ristra de fracasos post-Speed es como leer un manual de instrucciones para la fabricación de una estrella en los 90: galán romántico (Un paseo por las nubes, en cuyo rodaje Aitana Sánchez-Gijón como buena turistona española le llamaba a la cara “soso de cojones”) , héroe de acción (Reacción en cadena) , chico de al lado en comedia romántica indie (Luna sin miel) y ejecutivo atrapado en una conspiración tecnológica/virtual/internáutica en una de esos thrillers ubermodernos que envejecían a tiempo real según las veíamos (aquel mismo año, su amiga Sandra Bullock se descargaba todo internet en un disquete de tres y medio en La red ) .Y entonces Keanu desafió la gravedad.Existe una infinidad de motivos por los que Matrix es historia del cine. Literalmente, nadie había visto nada igual: nuestros ojos, nuestros oídos y nuestro cerebro experimentaron sensaciones inéditas que nos despertaron, como a Thomas Anderson (el personaje de Reeves en la película) , del letargo en el que nos habían sumido los dramas sobre señoras que salvan a minorías raciales y las comedias de niño con perro en los 90. Por primera vez, sentimos que estábamos viendo una película del siglo XXI. Pero entre los miles de análisis filosóficos, teocráticos, sociopolíticos, físicos, económicos y metaculturales que se han escrito sobre Matrix, no los suficientes reivindican una de sus balas más certeras: que Keanu Reeves en ella es el mayor acierto de cásting de nuestro tiempo.
Thomas Anderson / Neo personifica todas las preocupaciones que han marcado la carrera de Reeves y que le han atraído a dos cuestiones: la soledad (Instinto sádico, su tercera película, donde interpretaba a un adolescente cuyo mejor amigo se suicidaba; Dulce hogar… a veces, “necesitas una licencia para pescar, pero sin embargo dejan a cualquier inútil ser padre”, se quejaba a su familia; Mi Idaho privado, El pequeño Buda, Constantine, John Wicky la trascendencia del ser humano (Las alucinantes aventuras de Bill y Ted, donde su yo del futuro le advertía de que debía salvar el cosmos y él estaba demasiado ocupado riéndose de sus propias bromas por una mezcla arrogancia, nervios y porros; Drácula; El abogado del diablo; Noviembre dulce, “este noviembre es todo lo que conozco y todo lo que siempre conoceré) ; La casa del lago; Ultimatum a la Tierra y de nuevo El pequeño Buda y Constantine, “Dios es un niño con una granja de hormigas, no tiene nada planeado”) . Neo, que en realidad Reeves nunca dejaba de interpretar como a Thomas Anderson, estaba efectivamente solo y destinado a trascender.Como en los mejores papeles de Keanu Reeves, Neo solo se comunica mediante hechos y lógica. Solo habla para decir cosas pertinentes. Y el actor comprende que él no es la estrella, a diferencia de los candidatos del estudio (Will Smith y Tom Cruise ) cuyas exigencias e ideas para cambiar el guión espantaron a las Wachowski, Reeves sabía que la película estaba por encima de él. Por eso Thomas Anderson nunca se comporta como un héroe, porque sencillamente es un tío que hace lo que tiene que hacer.

Cuando Keanu Reeves se pone expresivo bordea la vergüenza ajena (en Bill y Ted, al hacer dos personajes, se nota mucho que lo que se le da mejor es no terminar de entender nunca lo que ocurre a su alrededor) y cuando se pone triste parece que está contando los segundos para que el director grite “corten, vamos a comer”. Pero Keanu Reeves es mucho más que su carrera profesional (y menos mal, porque tiene morralla para dos vidas incluida Juego asesino, que tuvo que hacer porque falsificaron su firma en el contrato y no pudo demostrarlo ante un juez) , es una estrella porque el pueblo le aprecia como a un colega de esos nobles, de los de “amigo de sus amigos”; y un inquilino temporal en Hollywood que se ha acabado quedando porque tampoco molesta: está en una esquina de la fiesta, bebiendo despacio y siendo amable con todo el mundo.

Hay tres paradas obligatorias en toda entrevista con Keanu Reeves: una pausa para fumarse un cigarro, una duración que se extiende más allá del tiempo pactado con el publicista y una ansiosa necesidad del periodista por aclarar que si la entrevista es, efectivamente, sosa de cojones no es por culpa de sus preguntas sino por las escuálidas respuestas de Reeves. “No te lo voy a contar”, “prefiero no indagar en ese tema” o “supongo que sí” son sus réplicas predilectas, pero a la vez Keanu Reeves responde con la honestidad y la pura lógica que caracteriza a sus personajes (en Henry’s Crime, producida por él, su personaje es condenado por error por atracar un banco y cuando sale decide atracarlo porque ya no le pueden condenar) cuando habla de su trabajo.

La entrevista en la que contó esta anécdota fue su única portada para Rolling Stone (“El hombre tranquilo: el enigma de Keanu Reeves” era el titular) , en la que aparecía acompañado de nombres tan vástagos de 2000 como Limp Bizkit, Jessica Simpson o Santana. Los fenómenos van y vienen, pero Reeves sigue caminando (sin envejecer ni un solo día) y ha sobrevivido a Kilmer, Dorff, Sheen, Lowe y Slater; ha visto caer y levantarse a Downey Jr; y no ha perdido el norte como Depp, no está tan tenso por actuar exclusivamente en obras maestras como DiCaprio, ni la edad le ha regalado carácter como a Pitt. Nunca ha sido una celebridad a pesar de sus problemas familiares y sus relaciones con Diane Keaton o Jamie Clayton, la actriz transgénero de Sense 8. Es como si el mundo real nunca le afectase del todo, como si sus posesiones materiales fuesen circunstanciales, como si Keanu Reeves conociese el verdadero sentido de la vida y lo que hay después de la muerte y se lo estuviera guardando para él pero actuando en consecuencia.

Por eso aquella fotografía de él sentado en un banco atrapó a millones de personas. Por el mismo motivo por el que la cuenta de Twitter Keanu Doing Things (“Keanu haciendo cosas”) tiene casi 200.000 seguidores y por el que John Wick ya rueda su tercera parte. Se trata de una saga sobre un hombre solitario (por supuesto) que solo habla para comunicar información importante y que solo pega hostias y tiros para hacer daño y matar. Y tiene una justificación irrefutable: han matado a su perrito. Es un sicario pragmático que, como Reeves, no tiene nada que perder porque sabe que sus mejores años están en el pasado (Matrix será siempre la película más importante de su vida como lo es también de las nuestras y sus secuelas le dieron dinero para no tener que trabajar nunca más) y que podría pasar por una serie B de acción para nostálgicos del tuning si no fuera por la precisión quirúrgica de Armani con la que está rodada y por la serenidad con la que Keanu Reeves dice “vas a morir esta noche”: no es una amenaza, es un hecho.

Cuando el villano explica que “John no era exactamente el hombre del saco, era el hombre que enviabas para matar al puto hombre del saco, una vez le vi matar a tres tíos en un bar con un lápiz. Con un puto lápiz” genera unas expectativas casi mitológicas que pocos actores podrían satisfacer. Keanu Reeves consigue estar a la altura de esas expectativas y darnos exactamente lo que esperamos pero de una manera sorprendente. Y lo logra una, dos y, el año que viene (en John Wick: Parabellum) , tres veces. Y cuando al final de la primera a ese villano le da un ataque de risa maniaco no es porque crea que va a ganar (sabe que va a morir) , sino porque no puede evitar disfrutar viendo a John Wick en acción. El público, en ese momento, entiende exactamente cómo se siente.

Fuente: revistavanityfair.es


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