Las narcoseries que se transmiten a través del streaming o cadenas hispanas de televisión presentan distintas escenas de tiroteos y asesinatos. En México, el horror del narco ha ido más allá y se ha traducido en masacres y hechos inverosímiles que han llenado al país de temor
La aparición de 19 personas colgadas en un puente en Uruapan, Michoacán, la semana pasada revivió en México el horror del narco y los macabros espectáculos que durante más de una década ha protagonizado a lo largo del país.
Algunas de estas tragedias han sido retomadas por distintas narcoseries que se han puesto de moda tanto en televisión abierta como en streaming. Sin embargo, el horror mostrado por estos programas no se asemeja a las historias verdaderas que han cubierto de sangre a México.
La fusión entre el narco y la brujería
La banda de los narcosatánicos marcó un antes y un después en los estudios sobre el crimen organizado en México, que hasta entonces no tomaban muy en cuenta las creencias religiosas dentro de los distintos grupos de traficantes de drogas.
El caso salió a la luz en abril de 1989 luego de que David Serna, uno de los integrantes de la banda, fuera detenido en Matamoros, Tamaulipas en un operativo de rutina de la Policía Federal, quienes encontraron en su vehículo droga y un extraño caldero (una olla grande) con restos de sangre, corazones, partes de columnas vertebrales, que eran partes del cuerpo del estudiante norteamericano Mark Kilroy, reportado como desaparecido mientras realizaba un viaje a México.
La banda estaba liderada por el cubano estadounidense Adolfo de Jesús Constanzo, practicante de una religión llamada palo mayombe. Todos sus integrantes eran menores de 30 años y, al menos los que vivían en Matamoros, pertenecían a una clase social media alta, lo que hizo el caso más mediático.
Constanzo nació en Miami. Su madre era sacerdotisa de palo mayombe. El joven llegó a la Ciudad de México en 1983 para trabajar como modelo, pero empezó a ganar fama como santero, curandero y médium, lo que le ayudó a establecer relaciones con personas importantes, entre ellas jefes policíacos y narcotraficantes.
No era extraño que Constanzo, como extranjero, se moviera en Matamoros, uno de los puntos fronterizos más importantes de país visitado por gente de distintas nacionalidades. Ahí conoció a Sara, estudiante de Antropología de la Universidad de Texas, quien lo presentó con jóvenes de su círculo social y estudiantil.
Ahí conoció también a Elio y Serafín Hernández, dos traficantes, que al ser interrogados mencionaron la existencia de un «Padrino» que los protegía gracias a su religión.
Serna dio pistas sobre la ubicación de la banda que operaba en el rancho Santa Elena, a unos kilómetros de la frontera con Estados Unidos, donde la policía encontró enterrados los cuerpos mutilados de 13 víctimas, entre ellas Kilroy, a las que les habían sacado el corazón, el cerebro y partes de la columna vertebral que utilizaban para preparar un brebaje que usaban durante sus ceremonias de santería, al que también añadían sangre, ajos y tortugas asadas, según los informes policíacos.
Constanzo hacía creer a sus seguidores que con el consumo de este brebaje podrían adquirir poderes extraordinarios, como el ser invisibles.
Antes de que la policía llegará al rancho, Constanzo, Adolfo, Sara (que siempre sostuvo que estaba secuestrada), Álvaro Valdez (El Duby) y Martín Quintana lograron huir hacia la Ciudad de México donde se encontraban otros «discípulos».
Después de tres semanas prófugos, las autoridades lograron interceptarlos en la Ciudad de México gracias a una carta enviada por Sara en la que afirmaba que era rehén y que temía por su vida. Cuando la policía llegó al departamento donde se encontraban escondido, los recibieron con una lluvia de balazos.
El líder de la banda había hecho con Martín un pacto suicida por lo que durante el tiroteo lo mató y luego se suicidó, otros más creyendo en los poderes que presuntamente les había otorgado Constanzo se atrevieron a salir del edificio pensando que eran invisibles, pero en lugar de pasar desapercibidos se encontraron con las balas de los policías.
La película «Perdita Durango» hizo una parodia de la banda, pero sin retratar el horror que sembraron entre sus víctimas.
De toda la banda, sólo Sara fue condenada a 50 años de cárcel, de los cuales ya cumplío 30.
El precio de una traición
Hacia finales de los ochenta, cuando Héctor Luis «El Güero» Palma Salazar y Joaquín «El Chapo» Guzmán Loera se encumbraban en el mundo del narco, Palma Salazar sufrió la tragedia que marcó el resto de su vida.
Un narcotraficante venezolano llamado Enrique Rafael Clavel Moreno había logrado infiltrarse en su organización por encargo de Miguel Ángel Félix Gallardo, del Cártel de Guadalajara, quien no le había perdonado la traición.
Aprovechando las constantes ausencias de Palma, el venezolano se acercó a su esposa, Guadalupe Lejía, hasta convertirse en su amante.
Clavel la convenció de huir con él y llevarse a los dos hijos que tenía con Palma Salazar.
Los dos, junto con los niños, le robaron al capo mexicano dos millones de dólares con los que huyeron a San Francisco en Estados Unidos, donde Clavel asesinó a la mujer, le cortó la cabeza y se la mandó al «Güero» en una caja.
Aproximadamente dos semanas después, le mandó un video en el que le mostraba cómo lanzaba a sus hijos, Nataly y Héctor, de cuatro y cinco años de edad, desde el Puente de la Concordia, en Venezuela.
Félix Gallardo fue detenido en 1989. El periodista Raúl Monge, de la revista Proceso, ubicó 1990 como el año en el que Palma Salazar inició con su venganza. El primero en la lista era Clavel, quien fue a prisión en Venezuela acusado del homicidio de los dos niños. Ahí fue asesinado. Sus tres hijos también fueron asesinados.
Las narcoseries como «El Chema» y «El Chapo» han retratado brevemente este episodio.
La receta del «Pozolero»
El 25 de enero de 2009 es una fecha especial en la historia del crimen en México. La justicia tenía ante sí a un hombre en apariencia pacífico. Vivía en Tijuana, en la frontera con Estados Unidos, donde se dedicaba a la albañilería.
El en mundo criminal era conocido como Santiago Meza López, «El Pozolero», un apodo que recibió por ser quien se dedicaba a disolver los cuerpos de los enemigos del Cártel de los Arellano Félix en tambos llenos de sosa caústica a cambio de un pago de 600 dólares a la semana.
En México, el pozole es un platillo local altamente apreciado en la cultura nacional, que se prepara con maíz, chile y carne de cerdo.
Meza López tenía una receta muy peculiar: a una tina con capacidad para 200 litros, lo llenaba hasta la mitad de agua, luego dos costales de sosa caústica y al final los pedazos de cuerpos descuartizados. Entonces dejaba hervir la mezcla en el fuego por ocho horas para que se desintegraran casi por completo. Lo poco que no se quemaba, como los dientes, las uñas y pedazos de huesos, los llevaba a un terreno baldío donde los quemaba con gasolina y luego los enterraba.
En sus declaraciones consta que durante nueve años disolvió más de 300 cuerpos. Algunas estimaciones señalan que fueron 650, principalmente por órdenes de Teodoro García Simental, «El Teo», quien primero trabajó para el Cártel de los Arellano Félix y después se separó.
«Yo prefiero mi trabajo a que ustedes se mueran de hambre», le decía el hombre a su familia, según comentó su esposa Irma en una entrevista con la revista Proceso.
En 2011 empezaron a salir a la luz narco fosas en el terreno conocido como La Gallera, en el Ejido Maclovio Rojas, donde «El Pozolero» enterraba los restos de cuerpos que se resistían a desaparecer.
El ejido está ubicado en la periferia de la ciudad de Tijuana y durante meses encontraron entre 14,000 y 15,000 restos de cuerpos en distintas fosas.
Canibalismo narco
El 21 de junio de 2017 fueron detenidos en la ciudad de Villahermosa, Tabasco, 12 integrantes de una célula del Cártel Jalisco Nueva Generación (CJNG), como presuntos responsables del asesinato de cinco personas, de las cuales tres fueron decapitadas.
Trascendió que dos de los detenidos eran menores de edad y habían declarado ante la autoridad que tras ser reclutados por el cártel, ahora el más poderoso del país, habían sido obligados a comer carne humana.
La versión fue confirmada por Fernando Valenzuela Pernas, titular de la Fiscalía General de Tabasco (FGE), quien destacó que según los testimonios de los jóvenes, la carne correspondía a un hombre que fue encontrado en la ranchería llamada El Cedro del municipio de Nacajuca, en el mismo estado, sin brazos ni piernas.
Pero el CJNG no es el único que tiene esta práctica. Juan Sánchez Limón, quien perteneció al cártel de Los Zetas, actualmente preso en la cárcel de alta seguridad de Puente Grande, Jalisco, confirmó que en festejos de la organización criminal se servían platillos típicos mexicanos como tamales, pozole, y tostadas preparados con las partes de sus víctimas.
En especial se refirió a Heriberto Lazcano «El Lazca», uno de los jefes de la organización criminal, quien disfrutaba el ritual previo a cocinas a sus enemigos.
«He estado en reuniones en las que luego de enjuiciar a alguien y sentenciarlo a la pena de muerte, antes de ejecutarlo le ordena que se bañe a conciencia, incluso que se rasure todo el cuerpo, y lo deja que se desestrese por unas dos o tres horas; hasta les daba una botella de whisky para que se relajen mejor. Después ordena su muerte en forma rápida, para que no haya segregación de adrenalina y la carne no se ponga amarga ni dura» dijo Sánchez Limón al periodista mexicano Jesús Lemus Barajas en declaraciones publicadas en su libro «Los malditos. Crónica Negra desde Puente Grande».
Cuestionado sobre las partes que cocinaba el cabecilla de Los Zetas para su consumo o el de los integrantes del cártel, respondió que «solo la nalga y el chamorro; de allí sacan los bisteces para preparar la comida. Una vez estuvimos en una reunión en la que se juntó a toda la gente; fue en una posada que se hizo en Ciudad Victoria, y esa vez mandó hacer pozole y tamales. Los que colaboraron con la carne fueron tres centroamericanos que se pasaron de listos. A mí me tocó ver cómo los prepararon para ponerlos en el pozole y en los tamales».
Fuente: infobae.com