José Luis Bolívar
A mediados del año 88, la revista periodística Enfoques tenía en su portada la foto de un Comandante de Ejército, con un titular por demás llamativo.
Se trataba del General Raúl “el Chanka” López Leytón, un militar con gran raigambre dentro de las Fuerzas Armadas que llegó a ser Comandante de Ejército. En una entrevista para dicha publicación, soltó una frase que generó tremenda polémica, entre historias de su carrera y análisis de la coyuntura, no tuvo el más mínimo desparpajo en decir “yo siempre fui movimientista”.
En un estado de derecho, aquello no debió ser algo del otro mundo, sin embargo, al tratarse de un militar, era una declaración que contravenía todos los reglamentos de disciplina interna y la Ley Orgánica de los uniformados, que prohíben expresamente, formar parte de cualquier organización política o hacer declaraciones de ese orden; todo ello por una razón básica, las FF.AA. son un ente armado y por lo tanto no pueden ni deben nunca deliberar sobre ningún tema, mucho menos la política interna de su país.
La postguerra, generó que un gran número de militares destacados durante la contienda en el Chaco, asuman la conducción de la Patria con variados resultados, desde los regulares hasta los desastrosos, pero con un enorme peso político de por medio, marcado especialmente por las logias como RADEPA, en cuyo seno, la práctica política era abierta y declarada, dejando muchas veces muy mal parada a la institución armada.
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La caída de Villarroel, los efectos de la derrota mundial del nazismo y las corrientes neo comunistas, provocaron que la Revolución de abril de 1952, fuera ante todo, el levantamiento de la sociedad civil, apoyada estratégica y logísticamente por la Policía Boliviana en contra del Ejército, cuya derrota en Laja le costó tan caro, que el flamante gobierno del MNR, tomó medidas radicales como la clausura del Colegio Militar (actos dolosos y delictivos de por medio en sus instalaciones), además de procesos y persecuciones y encarcelamiento de varios de sus miembros.
Pasado el tiempo, en la necesidad de retomar la normalidad y el reinicio de las actividades castrenses, los uniformados que querían ser reincorporados o aquellos que egresaban de los diferentes institutos castrenses, eran obligados a “jurar lealtad” al partido de gobierno, haciendo con la mano derecha, la “V de la victoria” inmortalizada por Churchill una década antes y que fue durante décadas la señal del MNR, tal como lo es hoy para el MAS, el puño izquierdo en ristre.
Desde entonces, mantener a las Fuerzas Armadas alejadas de la política, era, es y será teóricamente correcto, pero en la práctica, tan difícil como separar el hierro del carbón, la política siempre va a sostenerse sobre la fuerza de las bayonetas para controlar el natural descontento de la población, que no siempre es atendida como quiere, o como pasa algunas veces, que pide hasta lo que no hay.
La institución militar, única en su género y fundamental para la existencia de cualquier Estado, debe sin embargo, sostener su funcionamiento disciplinadamente basada en un precepto básico, la “Institucionalidad”.
Esta garantiza tanto a sus miembros como al poder político, poder administrarse correctamente y que quienes la necesiten, dispongan de ella de acuerdo a las Leyes y reglamentos, de manera que nadie pergeñe de ella para el abuso de la fuerza o la comisión de algún delito, o como casi acontece en Bolivia, para perpetuarse en el poder, incluso a costa de la voluntad popular.
Desde que los militares ingresan a los institutos de formación marcial, sus miembros están en perpetua competencia, académica y militar; para ir ascendiendo y lograr de esa manera, coronar su carrera si es posible, con el mayor de los galardones que es comandar a su fuerza o mejor aún, ser Jefe de los tres estamentos de la milicia nacional.
Muchos son los que empiezan esa disputa, pero a medida que pasa el tiempo, son cada vez menos los que tienen la oportunidad por diferentes razones, y a lo largo de esa travesía, los uniformados viven y sufren una serie de injusticias y decepciones por ver a quienes no lo merecen, muchas veces en puestos de pugna, a los que en justas igualitarias jamás habrían llegado.La política, siempre ha metido sus sucias manos al interior de las Fuerzas Armadas, el hecho que la elección de los futuros generales estuviera a cargo del antiguo Congreso Nacional, hacía que los Coroneles aspirantes, hagan indebidas visitas a diputados y senadores, a los que llegaban suntuosos regalos, profanando de esa manera meritorias carreras, que por honestidad o por apegarse a las reglas, jamás pudieron ver cabalmente premiados los esfuerzos de toda una vida.
Por supuesto que no era la regla absoluta, hubo cientos de militares, cuya carrera fue tan meritoria y digna, que no necesitaron de ningún favor político, y sus galardones dorados cayeron por propio peso, pero también hubo aquellos que en vez de un ascenso, lo que merecían era una baja deshonrosa, y pese a ello, gozaron de los galardones que deberían estar reservados solo para los mejores.
El Movimiento al Socialismo, con Evo Morales a la cabeza, en una estrategia elaborada fuera de nuestras fronteras por los ideólogos del Socialismo del Siglo XXI, desde el 21 de enero del 2006, hicieron todo lo posible por tener a toda la institución castrense a sus pies, apretando solo los botones correctos y comprando el alma de los estrictamente necesarios.
Cuando borró de un plumazo a dos promociones y puso a un General de Brigada al mando de todo, muchos de los militares se dieron cuenta que las reglas del juego habían cambiado drásticamente, y que si querían ganar, era necesario cambiar de camiseta.
De pronto, de la nada, la cantidad de socialistas y hasta comunistas declarados, aparecieron por todas partes, como hongos en una palta podrida. Los “hermanos” del presidente ni la pensaron un poco cuando les hicieron gritar “Patria o Muerte” y muchos, no tuvieron el mínimo empacho en prácticamente rendirle honores al Che Guevara a los 50 años de su muerte.
La genuflexión demostrada por muchísimos miembros de las Fuerzas Armadas, llegó a extremos lastimeros, cuando en diferentes discursos alababan las inmensas gentilezas del “hermano presidente”, quien no dudo nunca en aprovechar la mínima oportunidad para acomodar su discurso convenientemente y adoctrinar a los nuevos oficiales contra el imperialismo.
La imagen de la institución militar, se fue a los suelos para quienes tenían clara la imagen de lo que sucedía, y los jefes bajaron a lo más profundo del abismo, cuando aceptaron que sean las organizaciones sociales como el CONALCAM, los que decidan quiénes podían o no ascender e incluso cambiar una orden de destinos con una simple llamada telefónica
El cherry de la torta, lo puso el Teniente Juan de Dios Ortíz, cuando situó las joyas de Bolívar y la banda presidencial, en una mochila mugrienta y se fue a un prostíbulo a saciar sus miserias mientras dejaba en manos de los delincuentes, la historia y honra de la Patria.
No tengo a ciencia cierta, los detalles de lo que sucedió en las oficinas del General Kaliman horas antes de sugerirle la renuncia a Evo Morales, lo que sí sé, es que al menos cuatro tandas de Coroneles, le pusieron la figura bien clara de lo que pasaba en las calles y que había llegado la hora, de que el lugar de las FF.AA. esté al lado de su pueblo y no de su tirano.
El poder político y la inteligencia cubana, han defenestrado de tal manera a los militares en Venezuela, que la imposibilidad de sublevarse a Maduro, radica en que nadie puede confiar en nadie; el amedrentamiento es tal a nivel familiar, que todos prefieren hacerse de la vista gorda y dejar que las cosas sigan como están.
Bolivia es otro nivel, y los bolivianos tienen un espíritu de libertad único y sus militares no son ni tienen porqué ser la excepción. Llegado el momento, incluso los que habían sido muy favorecidos por el “proceso de cambio”, supieron guardar la disciplina debida y mantenerse del lado de la Ley, como corresponde a un militar de honor.Otros vientos soplan en la política nacional, otros actores en poco tiempo estarán al mando de la nación, y las Fuerzas Armadas jurarán obediencia y lealtad a un nuevo Capitán General, pero la lección debe prevalecer y durar por muchos años más.
La institución tutelar de la Patria, no puede jamás volver a doblar las rodillas a nadie, mucho menos a un político, por muchos regalos, dádivas o lo bien o mal que se porte con los militares. Estos solo se deben a su pueblo, su único mando es y debe ser siempre la Ley y su gobierno, la Constitución y ahora que el contacto con la gente en los días de zozobra, ha elevado la imagen de los militares a un lugar nunca antes visto, es deber de todos los uniformados, conservar esa buena imagen y mantenerla, puesto que por fin está donde debe estar.
Ahora que la institucionalidad está de moda, es necesario que se trabaje profundamente en los sistemas de evaluación de la antigüedad, los ascensos y los posicionamientos en el orden de méritos debe ser un tributo a los valores y rendimientos que cada uno de los militares gana o pierde en justicia durante su carrera y sus estudios.
A nombre de muchos de los ciudadanos, agradezco a las gloriosas Fuerzas Armadas de Bolivia por su disciplina, apego a las Leyes y pronto actuar en las últimas semanas que nos tocó vivir.
La Patria debe vivir, así tengamos que morir.