Estela Díez es una mujer de la tercera edad que cuida a 33 ancianos abandonados


No solo busca alimentos y medicinas para los varones, sino que trata de transmitirles el significado de la Navidad. Los enseña a orar, a mantenerse siempre aseados y a alimentarse adecuadamente. En el asilo muchos ancianos pasan solos estas fiestas

Estela Díez Díez, tiene 87 años, y hace 20 que se dedica a cuidar a ancianos abandonados. Hoy son 33 varones que viven a su cuidado. Hace más de 40 que quedó viuda y después se convirtió al cristianismo. Desde entonces sintió la vocación de ayudar a las personas necesitadas y transmitirles el verdadero significado de la Navidad.

Recuerda que un miércoles de esos, en una fecha cercana a las fiestas de fin de año, hace ya más de cinco lustros, cuando estaba por llegar a una reunión de oración en su iglesia, fue atropellada por un vehículo. El impacto fue tan fuerte, que la hizo rebotar por el capó y luego caer al suelo, pero apenas sufrió algunos golpes en el cuerpo y raspaduras en el rostro.

Para ella ese fue un mensaje del Señor. Sentía que Dios la había dejado en esta tierra con un propósito, pero no sabía específicamente cuál era, solo estaba segura que tenía mucho más para dar, así como lo hizo Jesús cuando vino a la tierra. Un día, su cuñado le informó de unos ancianitos que se reunían los sábados en un centro comunitario del Plan Tres Mil.

“Ahí supe cuál era el propósito por el que Dios me había dejado con vida. Llegué a ese lugar, donde había unos 15 hombres de la tercera edad que estaban abandonados, se reunían a charlar y a coquear. Y me dije, los voy a ganar para Jesús. Comencé a predicarles y a llevarles desayuno todos los sábados. Cuando el número aumentó a 200 ancianos buscó apoyo y donaciones. Les enseñé a orar, a estar limpios y bien presentables. Así nació el Centro Dios nos ilumina, el 3 de mayo de 1999. El verdadero sentido de la Navidad es que Jesús nazca en los corazones. Esa es mi misión”, dice doña Estela.

Sin un lugar para vivir

Muchos ancianos no tenían un lugar donde vivir y comenzó a gestionar ayuda para darles cobijo a esos ancianitos. Los hizo carnetizar, les sacó su carnet de seguro de salud e incluso les consiguió pasaje gratis en los micros. Cocinaba y hacía empanadas para mantenerlos. Después de andar como errantes y vivir en carpas, la Alcaldía les cedió un lugar en la Terminal, luego en el Plan y en el barrio Cordecruz, hasta que, hace seis años, los trasladaron a la unidad educativa 12 de Octubre, donde están hasta ahora.

Si bien no cuentan con becas alimenticias, porque recién se las están tramitando, afirma, Dios no les hace faltar la comida, gracias a la solidaridad y a las donaciones de los cruceños. “Hoy (ayer) un grupo de jóvenes nos han cocinado y otros nos han traído muchas cosas para que pasemos una linda Navidad. En la Nochebuena hacemos un pequeño culto, cantamos, oramos, luego cenamos a las 19:00 y todos a dormir. Son pocos los que tienen familia y casi nadie viene a visitarlos en estas fiestas y pasan con nosotros. Acá encontraron el calor de hogar. Espero una Navidad diferente para ellos”, asegura.

Navidad en el Asilo de ancianos

En el asilo hay muchos ancianos que pasan solos estas fiestas de fin de año porque muchos no tienen familia y otros, si la tienen, los han olvidado, afirma sor Alejandra, por eso las 12 religiosas que trabajan ahí, tratan de hacerles pasar una linda Nochebuena. Primero hacen una misa, luego cenan, ponen música y todos a bailar.

Manuela Flores, Pura Padilla y Ana Medeiros, son tres ancianitas sordomudas que viven en el asilo hace ya varios años, especialmente Ana que llegó muy jovencita al hogar, porque el albergue en el que estaba se cerró y como tenía esa discapacidad, allí la cobijaron. Las tres paran juntas y se ponen feliz cada que llegan visitantes, puesto que ellas no tienen familia. Con señales y balbuceos también piden regalos y esperan que lleguen en estas fiestas.

Al igual que ellas, Inocencia Vásquez, que no tiene familia, Rosa Santillán y Alberto López, pasarán las fiestas en el asilo. De estos dos, sus hijos viven en el extranjero.

HISTORIAS

INOCENCIA VÁSQUEZ / 78 AÑOS


Inocencia tiene dificultad para caminar, lo hace con apoyo de un burrito, donde carga también una bolsa con todos sus utensilios para tejer, ya que pasa sus días tejiendo chompas, chulos y chalinas. También le cuesta un poco hablar, pero se hace entender. Las hermanas del Asilo de ancianos, la conocen y traducen sus palabras. En esta Navidad Inocencia, que no tiene familiares, espera que algunos corazones solidarios la visiten y le lleven mucha lana para seguir en ese oficio que le apasiona y que sabe hacer bastante bien.

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ALBERTO LÓPEZ / 68 AÑOS


Don Alberto es cubano. Hace cinco años que se vino a vivir a Santa Cruz, animado por su hijo que llegó a Bolivia escapando del régimen castrista y entre risas dice que acá se encontró con otro del mismo calibre, por lo que con su esposa boliviana y sus dos nietas se fueron a Estados Unidos. Hace año y medio que le dio embolia y ya no pudo trabajar y lo llevaron al asilo, donde pasa la Navidad. Dice que otros amigos cubanos se lo llevan a disfrutar con ellos. “Espero que Dios bendiga a Bolivia que ahora es libre de la tiranía”, remarca.

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ROSA SANTILLÁN / 75 AÑOS


Sus hijos viven en Francia y en Australia. Un día salió a sacar dinero del banco, la asaltaron y le robaron todo lo que tenía. El 110 la llevó al asilo y como no se acordaba de los números de sus hermanos ni de sus hijos, les perdió el rastro y ellos incluso la dieron por muerta. Su historia salió en un canal de televisión, fue así como su familia volvió a contactarla. Ahora ella espera que sus retoños se la lleven. Mientras tanto disfruta de las fiestas bailando, que es lo que más le gusta hacer. Su único anhelo en estas fechas volver a pasarlas con su familia.

Fuente: eldeber.com.bo