Alfredo LeigueUn siglo atrás el mundo abandonaba los malos recuerdos de la Gran Guerra e iniciaba la inmersión en una de las décadas más gloriosas de la humanidad. Pletórico de adelantos técnicos y científicos el mundo celebraba desde Nueva York hasta Berlín «los años locos» expresados en un acelerado progreso material, la proliferación de nuevas expresiones culturales y la incubación de la revancha a Versalles.Lejos todavía del totalitarismo en la vieja Europa florecían las nuevas expresiones culturales. Todavía quedaban confines del mundo por descubrir y expediciones transatlánticas en las experimentales y todavía extrañas maquinas voladoras que daban que hablar desde Orbetello a Río de Janeiro y desde Roma hasta Chicago ambas rutas cubiertas en hidroaviones por el legendario Ítalo Balbo Mariscal del Aire y luego protector de la Libia Italiana. Era también la época de los grandes relatos de Stefan Zweig, de Romain Rolland, de las óperas de Richard Strauss, del cabaret berlinés, de Josephine Baker y del auge bursátil mundial.Simultáneamente Bolivia entre tensiones se encaminaba a la gran conflagración del Chaco de la mano de las prusianas enseñanzas de Hans Kundt y Santa Cruz, nuestra querida ciudad vieja y su territorio relegados al olvido de la República considerada confín del territorio, acunaba ya a los pioneros de los años cincuenta y sesenta.Fue una década fundacional para el entramado social, cultural y para lo que se configuraba como el proyecto cruceño del siglo veinte. Entre selvas y arenales, “bellos como el sol y pobres como la luna” los superhombres del oriente levantaban los fustes del progreso y su mejor generación se preparaba para quemarse los pies, sufrir de sed y entregar vidas en la defensa de un país que los veía como ajenos desde la concepción que imponía Jaime Mendoza del «macizo andino» como factor geográfico determinante de la nacionalidad boliviana.Éramos visto casi como la barbarie frente a la “civilización”, territorio de colonias. La ubérrima tierra adentro, indómita y perdida de la yerma Bolivia mineral y encomendera.Un siglo después, faltando apenas semanas para el comienzo de la década, desde el Comité pro Santa Cruz, producto acabado de la generación pionera y desde el ahora centro geopolítico, cultural, económico de esa entelequia histórica llamada Bolivia se enciende nuevamente la pira de la libertad, produciendo un efecto en cascada de acción y reacción que se materializa con la partida del tirano.Y nada fue casualidad. Porque más allá de que hubieron hilos conductores de los acontecimientos hubo un pueblo maduro que actuó e hizo actuar. Hubo un liderazgo que condujo y coordinó. Y llegamos a un final feliz que a la vez es un punto de partida.Porque liberados de la consigna internacional de la izquierda heredera del marxismo cultural y del Foro de Puebla debemos construir, igual que en el incipiente siglo pasado el proyecto de modernidad, no para una gestión sino para el devenir del siglo. Ya hemos perdido dos décadas y debemos remontar.Adelantar tropa haciendo prevalecer el valor del individuo frente a los colectivos. Materializar el concepto de libertad en libertades económicas, en libertades políticas, en libertades de expresión. Hacer de una política de libertades el credo generalmente aceptado mediante una didáctica promovida desde las elites.Y cuando digo elites no me refiero a castas, no me refiero a logias ni a grupos de poder, sino a la construcción de los liderazgos que deben llevar a Bolivia a la nueva modernidad de la conversación universal y simultánea, de la innovación tecnológica y de las habilidades que evitaran ser excluidos de un mundo que ya no se agrupa por afinidades políticas sino por complementariedades signadas por complejidades meta materiales.Todo eso, que no es poca cosa nunca se podría lograr desde la supervisión y padrinazgo deleznable de Caracas o La Habana. Verdaderos enemigos del progreso material y archienemigos del humanismo y del espíritu creativo del género humano. Gente de mala índole que debemos combatirla desde el campo de las ideas y desde la fuerza sobrenatural del instinto de supervivencia más íntimo de todos nosotros, por eso es imperativo que no vuelvan.Y eso, solo se puede lograr desde la voluntad y del abrazo sin complejos de lo que somos y queremos ser, para prevalecer. Si buscar la libertad y combatir el totalitarismo es reconocerse a la diestra del espectro ideológico, de ahí somos.Si creer que el colectivismo, los linchamientos comunitarios, las zafras rojas, y los tribunales del pueblo son una aberración; decirlo, combatirlos, erradicarlos y reconocernos como militantes de un estado de derecho enmarcado dentro del canon occidental y ser militantes en la división de poderes y en los equilibrios. Creyendo firmemente que en la administración del Estado y en la sociedad nunca, jamás , debe haber un poder con la fuerza suficiente para que por si mismo puede doblegar al resto. Esa debe ser la máxima!Santa Cruz en esta última gesta heroica se ha reconocido como boliviana en forma expresa y ha sido reconocida por el resto de los bolivianos como tal en forma tácita. No hay nada más que hablar, ni más que explicar.A partir de ahora a participar plenamente en la bolivianidad sin ningún complejo. Ofreciendo toda la dotación. Humana y material. Brindando los liderazgos del oriente. Ofreciendo su ya imprescindible masa crítica poblacional como tracción de sangre en su calidad de factor de la producción capitalista, como espíritu emprendedor y creativo y como cúmulo de votantes ya decisivos e imprescindibles para ganar una elección.Brindando su tierra y su capital para la creación de riquezas y como principal sostén de la cosa publica y entregando su talento humano para la administración del nuevo Estado y recuperar la República que empezara a brillar en el concierto de las naciones sudamericanas como tierra de progreso, de promesas que se cumplen y como territorio de esperanza, respeto y sobre todo amor al prójimo y al Creador, como debe ser.