En el mundo se menciona que la crisis por el coronavirus podría conllevar a la crisis económica del siglo acentuada por el largo confinamiento forzado y la imposibilidad de relacionarnos de manera libre y directa.
Toda esta situación debe motivarnos necesariamente a un cambio de mentalidad y de hábitos en todos los ámbitos.
Por la experiencia del anterior régimen, los bolivianos hemos experimentado la importancia de que el pueblo nunca renuncie a sus libertades individuales y que siempre debe salir en defensa de ellas; por lo tanto, con mayor razón, no debe endiosar al Estado ni al político que esté en función de gobierno (sea quien fuese), porque el abuso de poder emerge del burócrata sin importar el color político que fuese; y, muchas veces el político por mantenerse en el poder es capaz de atropellar y vulnerar derechos y garantías constitucionales de los ciudadanos.
Bajo esa experiencia dejada por el pasado régimen dictatorial, en lo económico ante la actual crisis mundial, los gobiernos en vez de apostar por un mayor estatismo y populismo generador de más gasto público, como usualmente Sudamérica estaba acostumbrada, es menester hacer todo lo contrario, es decir, tienen necesariamente que devenir tiempos de austeridad donde el peso del Estado debe reducirse hasta su mínima expresión, ya no Estados agigantados que asfixian a los ciudadanos, se debe disminuir los cargos públicos, achicar la burocracia, los cuales generan más gasto público, no se debe idolatrar a los políticos por las obras públicas que estos hagan, por cuanto no es un favor sino una obligación y además, con esta crisis sanitaria, ha quedado por demás demostrado la dejadez histórica (tanto por oficialistas como opositores) de desmerecer y no invertir en salud, educación de calidad y tampoco en esforzarse por garantizar las libertades individuales, pues como decía Ludwig von Mises: «Las obras públicas no se construyen con el poder milagroso de una varita mágica. Son pagados con los fondos arrebatados a los ciudadanos».
En lo urgente, al ser evidente esa dejadez urge reducir el gasto público en varios rubros con el propósito de concentrar más recursos en el sector de salud, seguridad y enfocarse en ayudar a los grupos más vulnerables al coronavirus (adultos mayores), y también para quienes están siendo más afectados por la cuarentena evitando sobrecargar a las empresas al extremo de aniquilarlas porque eso provocará un mayor desempleo.
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El ciudadano debe dejar de distraerse con las cortinas de humos que trae consigo las campañas políticas, pues así como los ciudadanos estarán obligados a reinventarse para poder obtener sus ingresos económicos diarios o mensuales, de igual modo deben exigir al Estado que este no sea un obstáculo que los agobie con excesivas regulaciones, por ende amerita que exista una reforma tributaria, eliminando las exoneraciones tributarias, ampliando la base tributaria bajando significativamente las tasas impositivas (Ej.: reducir la alícuota del IVA al 5%), luchando eficazmente contra la evasión y simplificando sustancialmente los trámites administrativos no únicamente para el pago de impuestos sino promoviendo tal situación para todo el aparataje estatal; y, además, los ciudadanos podrían incluso sugerir gestionar determinados servicios públicos.
Adviértase que todos los años electorales se dice que los ciudadanos están preparados para ejercer su derecho a voto, por lo tanto, del mismo modo están también preparados para gestionar los servicios públicos. La sociedad tiene capacidad, el problema es que el Estado se ha apoderado de esta competencia. Recordemos que no son los Estados los que tienen poder y autoridad, sino el individuo y este no debe ser reducido únicamente a ser usados como simple “persona voto”.
Los gobiernos deben invertir en educación de calidad y aprendizaje de tecnologías por cuanto la educación requiere de ideas no de gobiernos que se enfrasquen en tratar de lavar cerebros, meter a la fuerza determinadas ideologías, entre otras medidas totalitarias.
En el sector de la administración de la justicia ordinaria, se requiere reformas, desde la implementación del expediente digital, audiencias virtuales (oportunos para estos tiempos) hasta los cambios de funcionarios que abusan del cargo como también fortalecer la independencia judicial evitando la acostumbrada maña de la interferencia de poderes y el salto de un poder sobre el otro como si los que estén en función de gobierno fuesen los dueños absolutos de la verdad, manipulando caprichosamente las situaciones y la información por puros intereses personales, políticos o de grupo.
Por lo expuesto, en esta cuarentena total, podríamos tomar tiempo de calidad para evaluar nuestra situación actual, siempre bajo una conducta proactiva, asegurándonos que los hábitos que tenemos para pensar y para tomar decisiones sean adecuados, siendo estos tanto preactivos (es decir: prepararse para los cambios del futuro) como reactivos (buscar la mejor manera de reaccionar) a los procesos de la vida, porque lo peor que puede pasarnos como ciudadanos es que en el mundo se agiganten los Estados y que esta crisis sanitaria sea transformada en una excusa perfecta para ejercer mayor control al ciudadano, mayor invasión a sus libertades individuales y a su propiedad privada, confiscando sus recursos, decidiendo por él y ejerciendo mayor abuso de poder en todos los niveles estatales contra las personas.