Pensar la vida, pensar el rumbo de la humanidad, repensar nuestras formas de convivencia, asumir que de aquí para adelante los cambios en las relaciones sociales, familiares y con el Estado sufrirán transformaciones radicales.
La presencia de la pandemia nos arroja una serie de preguntas no solo médicas, científicas, sino profundamente filosóficas. ¿Es la vida un bien desechable? ¿La salud es un derecho de unos o de todos? ¿Los gobiernos restringirán los derechos de la libertad a nombre de la seguridad del Estado? ¿El virus será un motivo más para el fortalecimiento del capitalismo y de los empresarios voraces que están comprando patentes para la vacuna? ¿Viviremos de forma permanente en un estado de emergencia en desmedro de la seguridad y de las libertades? ¿Haremos una vida más individual, más egoísta y el valor de la convivencia, el vivir en colectividad se verá reducida a su mínima expresión? ¿La dimensión divina tiene algo que ver con la presencia de este enemigo invisible? ¿La ciencia médica, la biotecnología, las neurociencias serán capaces de dar respuestas urgentes y eficaces a la salud y seguridad de las personas? ¿El virus nos está encaminando a un Estado vigilante, totalitario y cercano a cada uno de sus habitantes?
La presencia, expansión y los efectos del coronavirus en el mundo es motivo para las reflexiones filosóficas, de ahí que ya se hicieron escuchar algunas voces de pensadores, e intelectuales.
El filósofo italiano Giorgio Agamben, va por el camino de cómo se han restringido algunos derechos para fortalecer otros: “La limitación de la libertad, aceptada en nombre de un deseo de seguridad que ha sido inducido por los mismos gobiernos que ahora intervienen para satisfacerla”. Eso significa la cuarentena total que vivimos en Bolivia, y en otros países. Nuestras libertades de traslado, de viajar, de salir a las calles se han anulado prácticamente, mientras dure la crisis sanitaria.
Este enemigo invisible y global que ha ocasionado la movilización mundial de los gobiernos, instituciones y de la sociedad, provocando enfermos y miles de muertos tiene en el filósofo galo, Jean-Luc Nancy, una interpretación fuerte y que nos agobia. “No hay que equivocarse: se pone en duda toda una civilización, no hay duda de ello. Hay una especie de excepción viral –biológica, informática, cultural– que nos pandemiza. Los gobiernos no son más que tristes ejecutores de la misma, y desquitarse con ellos es más una maniobra de distracción que una reflexión política”.
=> Recibir por Whatsapp las noticias destacadas
Los gobiernos han actuado, algunos con rapidez, otros con medidas tibias y los menos no dándole importancia al odiado enemigo invisible. En ello, lo dramático y el ejemplo de lo que se debe hacer radica en Italia, y así lo desnuda el filósofo italiano Roberto Espósito. “Me parece que lo que sucede hoy en Italia (…) tiene más el carácter de una descomposición de los poderes públicos que el de un dramático control totalitario”. Agrega, que si bien la democracia es el sistema que se debe fortalecer, que no corre riesgo, pero advierte que “estamos presenciando una politización de la medicina investida de tareas de control social”.
El más radical en sus provocaciones es el filósofo esloveno, Slavoj Žižek, que ya publicó su “Pan(dem)ic!, COVID-19 shakes the worl”, y entre sus reflexiones se refiere a la presencia de otros virus, quizás más dañinos. “La actual expansión de la epidemia de coronavirus ha detonado las epidemias de virus ideológicos que estaban latentes en nuestras sociedades: noticias falsas, teorías conspirativas paranoicas y explosiones de racismo”, escribió el filósofo esloveno. “El dilema al que nos enfrentamos es: barbarie o alguna forma de comunismo reinventado”.
Pero le sale al paso, y contradice esas conclusiones de Zizek, el filósofo surcoreano, Byung-Chul Han, afirmando que lo se debe producir es una revolución humana, luego que el coronavirus se lo controle o elimine. “El virus no vencerá al capitalismo. La revolución viral no llegará a producirse. Ningún virus es capaz de hacer la revolución. El virus nos aísla e individualiza. No genera ningún sentimiento colectivo fuerte. De algún modo, cada uno se preocupa solo de su propia supervivencia (…) No podemos dejar la revolución en manos del virus. Confiemos en que tras el virus venga una revolución humana”, sostiene el filósofo surcoreano.
Pero hay algo que vienen coincidiendo estos pensadores, es que después de la pandemia, la humanidad estará más vigilada, y se debatirá entre el individualismo, la seguridad personal o la solidaridad global y la cooperación mutua El tiempo lo dirá. En ese sentido, el historiador isarealí, Yuval Noah Harari, sentencia que en esta crisis hay dos opciones: “El primero es entre la vigilancia totalitaria y el empoderamiento ciudadano; el segundo, es entre el aislamiento nacionalista y la solidaridad global”. Sin embargo, para Harari, “una población bien informada y auto-motivada, usualmente es más poderosa y efectiva que un pueblo ignorante vigilado por la policía”.
Noam Chomsky, filòsofo, politólogo, señala tres caminos o tres problemas sustanciales que presenta la pandemia: 1) “no tenemos ni idea de cuántos casos hay realmente”; 2) “el asalto neoliberal ha dejado a los hospitales sin preparación”; 3) “esta crisis es el enésimo ejemplo del fracaso del mercado, al igual que lo es la amenaza de una catástrofe medioambiental”.
Pero también, el coronavirus se presenta como una magnífica oportunidad para los que siempre han hecho grandes ganancias a costa de las desgracias ajenas. La filósofa estadounidense Judith Butler plantea que “la llegada de empresarios ansiosos por capitalizar el sufrimiento global”.
En Bolivia, llegó la pandemia, que no solo se lo debe enfrentar y combatir desde la medicina, los organismos de seguridad, con medidas de restricciones de derechos, sino también desde el pensamiento, porque el virus afectará al comportamiento personal, social y colectivo. Nada será igual después del coronavirus. Corremos el riesgo, lo que alerta Agamben “una sociedad que vive en un estado de emergencia perpetua no puede ser una sociedad libre”.