Falta de experiencia, de tecnología y diferencias políticas son algunas causas por las que Bolivia no puede despegar como potencia mundial de litio. El país puede convertir a este metal en su nuevo motor económico, pero lleva más de una década sin lograrlo.
Los bolivianos llevan más de una década escuchando que el país va camino a convertirse en la capital mundial del litio.
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«Bolivia va a poner el precio para todo el mundo», llegó a decir Evo Morales hace un par de años, cuando anunció (una vez más) que la era de la industrialización de ese metal liviano arrancaba en su país.
El expresidente hizo declaraciones similares prácticamente desde que llegó al Palacio de Gobierno en 2006. Sin embargo, el esperado despegue no se llegó a producir durante su mandato.
Y ahora, la crisis económica del sector minero provocada por el coronavirus y la probable caída de los costos en los siguientes meses arrojan más dudas respecto a cuándo el país sudamericano podrá aprovechar su riqueza.
Pese a ello, casi todos los candidatos que buscan la presidencia boliviana en unas elecciones que siguen en suspenso apuestan al litio como el nuevo motor económico de un país acostumbrado desde su creación a vivir de la extracción de materias primas no renovables.
Pese a la incertidumbre existente en todo el mundo, la demanda de este metal para la producción de baterías es la esperanza boliviana.
Además, a finales de abril, el gobierno transitorio señaló que la explotación de este metal será uno de los pilares fundamentales para intentar reactivar la economía tras la pandemia.
La impresionante cantidad de este recurso que Bolivia posee en su territorio, alrededor de 21 millones de toneladas métricas certificadas, es el motivo para que se le otorgue tanta importancia al despegue de este rubro.
Aunque, a estas alturas, los bolivianos ya saben que convertirse en una potencia en esta industria es mucho más difícil de lo que parece.
Incluso siendo el país con más recursos certificados de litio en el planeta.
21 millones de toneladas
El Servicio Geológico de Estados Unidos (USGS) reportó en febrero de este año, en su informe anual «Resumen de productos minerales» (Mineral Commodity Summaries), que Bolivia es el primer poseedor de litio desplazando a Argentina, que ocupaba esa posición hasta 2019.
El motivo, explicado por autoridades bolivianas el año pasado, es que una empresa estadounidense realizó una nueva certificación de la reserva geológica que el país posee en la zona del Salar de Uyuni, en el suroeste, y concluyó que ahí existen 21 millones de toneladas métricas y no 10 millones como había señalado antes una firma francesa.
A Bolivia le sigue Argentina con 19 millones de toneladas métricas y luego Chile, que posee 9 millones.
Los tres países conforman lo que se ha bautizado como el «triángulo del litio».
El reporte de la USGS añade que los recursos de litio en Estados Unidos son de 6,8 millones de toneladas.
Australia se encuentra en el quinto lugar con 6,3 millones y China en el sexto con 4,5 millones.
«Debido a la exploración continua, los recursos de litio identificados han aumentado sustancialmente en todo el mundo y suman alrededor de 80 millones de toneladas«, indica el USGS.
La industria boliviana en «fase piloto»
Bolivia administra sus recursos de este metal a través de la empresa estatal Yacimientos de Litio Bolivianos (YLB), que tiene nueva administración a partir de la llegada del gobierno transitorio de Jeanine Áñez en noviembre de 2019.
El 27 de febrero realizó un informe de rendición de cuentas en el que reportó el avance de las cuatro fases de la estrategia de industrialización.
El país ya produce y exporta cloruro de potasio y carbonato del litio extraídos del Salar de Uyuni, la salina más grande del mundo, de 11.000 kilómetros cuadrados.
Además tiene en operaciones una planta piloto para la producción de baterías que se propone producir 6.000 unidades durante este año y en los siguientes alcanzar una producción de 20.000 piezas anuales.
Después, el país espera convertirse en un uno de los protagonistas del mercado energético.
Para eso, Bolivia también instaló una planta piloto de materiales catódicos para producir los materiales de cátodo para la producción de baterías.
Acuerdos y acuerdos
A lo largo de estos años, Bolivia suscribió diferentes convenios con países de Europa y Asia para explorar alternativas para que la explotación del litio pase a una etapa de gran industria; sin embargo, esta posibilidad todavía no se materializó.
Uno de los últimos convenios, firmado cuando Evo Morales todavía gobernaba, fue con Alemania, país que todavía aguarda que el plan sea reactivado.
«Alemania acoge con beneplácito la intención del gobierno boliviano de continuar nuestra asociación bilateral sobre el litio. Reafirmo el interés de mi país para seguir adelante con el proyecto», afirmó a finales de enero el embajador alemán en La Paz, Sebastian Duppel.
Antes, también el año pasado, Morales y el presidente de Rusia, Vladimir Putin, llegaron a rubricar otro convenio con fines de explotación dentro de un ambicioso plan energético que tenían y que incluía la instalación de un centro de investigación y desarrollo en tecnología nuclear en Bolivia.
Estos últimos proyectos quedaron en suspenso desde la llegada de Áñez al poder y por la pandemia del coronavirus.
En similar situación se encuentra el acuerdo firmado por el país sudamericano con una empresa china para producir litio metálico.
A principios de año, el ministerio de Energía aseguró que la industrialización del recurso metálico se mantiene como una «prioridad» del gobierno actual.
Autoridades señalaron que se creó una comisión especial que analizará varios aspectos del rubro, entre ellos cuánto le corresponderá en regalías a Potosí, el departamento boliviano donde se encuentran las reservas bolivianas.
Este último factor es uno de los más controversiales puesto que generó paros cívicos y marchas en la región, algo que también ha afectado al objetivo de industrializar.
Falta de experiencia
Bolivia no avanza «a paso firme» en la explotación del litio por diferentes motivos relacionados a la tecnología, la experiencia y las diferencias políticas, según el experto en la materia Juan Carlos Zuleta.
El investigador, que fue brevemente presidente de la industria estatal del litio, señaló a BBC Mundo que el desafío de industrializar este recurso corresponde a una rama de minería distinta a la que el país ha desarrollado hasta ahora.
«Bolivia no tiene experiencia en la producción de recursos evaporíticos. A diferencia de la producción tradicional de minerales, para producir recursos evaporíticos se requiere otra clase de conocimientos», sostiene Zuleta.
El entrevistado añade que es necesario combinar geología, minería, metalurgia y química para el desarrollo de esta industria.
«El país no tiene experiencia para este tipo de recursos encontrados en salmueras (aguas de sal por debajo de los salares)».
Según Zuleta, son muy pocos países los que tienen el conocimiento necesario para este tipo de explotación y eso también afecta a las intenciones bolivianas.
«La mayoría de las empresas y países que intentaron cerrar acuerdos con Bolivia estaban recién en un proceso de aprendizaje y no contaban con la tecnología necesaria», indicó.
Para el experto, una de las mejores alternativas para el país es Corea del Sur, que sí ha avanzado en tecnología y química para esta clase de proyectos.
El factor político
Luis Arce Catacora fue el ministro de Economía durante casi todo el mandato de Evo Morales y ahora es el candidato a la presidencia de su partido.
El aspirante llegó a denunciar que «el litio boliviano está en peligro» porque ve en el actual gobierno intenciones de privatizarlo.
«La historia de Bolivia es la historia del saqueo de nuestros recursos naturales. No puede ser que un gobierno de facto, que se dice transitorio, quiera negociar algo que es estructural para los bolivianos, como es el litio», sostuvo Arce Catacora en el inicio de su campaña presidencial.
La exautoridad sostiene que durante la gestión de Morales sí se dieron los primeros pasos para la industrialización del recurso y asegura que de ganar en los comicios que deberían realizarse en este año su administración logrará este objetivo.
El candidato señala que con su proyecto el país logrará generar hasta $us 4.500 millones anuales explotando el litio.
Tanto Arce Catacora como Evo Morales aseguran que las protestas y la crisis política del año pasado que provocó la caída del expresidente estuvieron impulsadas por Estados Unidos y las transnacionales para controlar el valioso recurso boliviano.
Por eso le llaman «el golpe del litio».
Una de las principales consignas de toda la gestión de Morales fue la defensa de la soberanía del país respecto a los recursos naturales.
De hecho, a menos de seis meses de llegar al poder, Morales nacionalizó los hidrocarburos y renegoció los contratos con las transnacionales del rubro que operaban en el país.
Arce Catacora sostiene que esta clase de medidas permitieron al país el crecimiento económico logrado durante la última década y la redistribución de las ganancias generadas para reducir la pobreza.
Sin embargo, también hay quienes señalan que esta postura perjudicó a la industrialización del litio.
«Dentro de toda esta retórica del anterior gobierno había un conjunto de falacias, como que las dos primeras fases de la estrategia del litio debían estar totalmente a cargo de Bolivia», indica Juan Carlos Zuleta.
El experto pone como ejemplo el acuerdo de la gestión de Morales con Alemania en la que, según él, se pretendía presentar como industrialización a la producción de «una materia prima refinada» (hidróxido de litio).
«Eso es una aberración técnica inaceptable», concluye.
Suspenso
La fecha de las siguientes elecciones presidenciales, que debían realizarse el 3 de mayo, todavía es objeto de controversia y el futuro del país y de su litio se mantienen en suspenso por ello.
Lo más probable es que más de un país se muestre todavía interesado en participar en el desarrollo de lo que podría ser el nuevo motor económico de Bolivia, pero esos ambiciosos planes pasarán antes por la llegada de un nuevo gobierno electo, el fin de las cuarentenas y la difícil reactivación del sector minero e industrial.
El abanico político boliviano en esta oportunidad tiene candidatos que van desde la izquierda nacionalista a una derecha que no disimula su afinidad a la apertura a los mercados internacionales y la reducción del Estado en la administración de los recursos naturales.
Y esa disparidad ideológica entre los aspirantes aumenta el misterio respecto a qué pasará con lo que muchos consideran puede ser el negocio de Bolivia en el siglo XXI.