Nadie duda que el inicio de este siglo trajo cambios tecnológicos insospechados y, de paso, ideó nuevos usos y costumbres a la hora de formalizar el ocio, aumentando exponencialmente la transformación del entretenimiento al calor del progreso de la innovación en todos los campos de la ciencia. Para Mario Vargas Llosa (La cultura del espectáculo, 2012), la literatura, la prensa, el sexo y hasta la política, se han convertido en una regodeo, porque la palabra ha sido reemplazada por la imagen y la chismografía prevalece sobre la información, trayendo consigo la anestesia del pensamiento crítico en cada manifestación artística, filosófica, ideológica, o lo que fuere. En palabras de Andrew Oitke (Mental Obesity, 2001), la gente, se vició de estereotipos, donde todos opinan de todo, pero que al fin saben poco o casi nada.
La tendencia sobre temas políticos que se debaten en el mundo se está convirtiendo en una cuestión de puro entretenimiento en los medios de comunicación y sobre todo, en las redes sociales. Es que muchos de aquellos, cada vez tienen más competencia para llegar a un gran público, lo que ha generado nuevos formatos para sobrevivir. De tal modo, el discurso político cambió, dando lugar a lo que se conoce hoy como politainment, (D. Schultz, 2012), un acrónimo caracterizado por la hibridación entre contenidos y el espectáculo. Así, la información política se encuadra como una contienda dramática entre algunos dirigentes y sus bufonadas, en lugar de tratar problemas acuciantes como la sanidad, la educación o la cultura, la inseguridad ciudadana, y otros más.
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Algunos consideran esta unión entre información y entretenimiento como un avance de los medios de comunicación, debido al desinterés que genera la política en jóvenes o adultos. En las entrevistas el candidato es el actor, el electorado es el público espectador y los medios están al servicio del show. De propuestas y posicionamiento nada o muy poco, puro slogans. En cambio, otros observan a esta mezcla con atisbo pesimista. Dicen que dicha coalición le resta calidad al periodismo, al contar los espectadores con información limitada para la reflexión sobre los sucesos de relevancia social.
Este modo de informar también ha generado otro debate. La pregunta es: ¿el “infoentretenimiento” puede observar a la ética del periodismo en su labor, al dejar de lado la esencia de esta profesión? En este asunto, se puede discutir críticamente esta manera de comunicar, obviando la noticia de valor, para dar mayor cabida a la recreación. La progresiva trivialización mediática y el avance progresivo de las llamadas “noticias blandas” (soft news), que cada vez más copan la información convencional, ha llevado a la “política ligera” (light politics), donde el pasatiempo es el triunfo del continente en detrimento del contenido.
Si bien los medios de comunicación requieren estar en constante avance o desarrollo, no deben perder el sentido ético y su misión en la conformación de una ciudadanía bien informada y reflexiva a la hora de tomar decisiones de carácter político.
Esperemos que en esta nueva campaña electoral, los debates o entrevistas -muchas veces custodiadas de preguntas fútiles-, no sean meras tertulias, en que impere el discurso hueco y demagógico, los insultos y acusaciones y donde lo emocional no se imponga a lo racional. Bien vale aquí recordar un mensaje atribuido a la Canciller alemana Ángela Merkel: “…los presidentes no heredan problemas. Se supone que los conocen de antemano. Uno se hace elegir, con el propósito de corregir esos problemas. Culpar a los predecesores es una salida fácil y mediocre”.
Los candidatos, medios de comunicación y redes sociales deben entender que en un momento de crisis, temor e incertidumbre, en el que está en serio riesgo el destino del pueblo cruceño, los ciudadanos merecen conocer muy bien las razones para emitir su voto de manera consciente.